En un ambiente de aguda incertidumbre, los productores y tenedores de soja se enfrentan al desafío de su comercialización.
Como desde el exterior, no aparecen signos claros sobre un desarrollo futuro que permita, hoy por hoy, aguardar mejoras en los precios, el volumen comercializado, respecto al ciclo 2015/2016, sigue a los tropezones, caminando con visible demora.
De acuerdo al Ministerio de Agroindustria de nuestro país, se ha comercializado tan sólo un volumen de 39,90 millones de toneladas. Se trata de un 72% de la producción estimada. Par la misma fecha del año pasado, ya se había comercializado 45,50 millones, es decir el 76%.
Y si miramos los últimos años, en estas fechas se había alcanzado el 80%.
La reticencia a desprenderse de mercadería y de operar en el mercado es obvia. En el físico prácticamente nadie quiere vender por debajo de $ 4.000.-
El punto es que, de acuerdo al mercado de Chicago, la situación no permite llegar a tal valor.
¿Qué hacer entonces? Se podría contestar que lo razonable sería aguardar.
Sin embargo, casi es una certeza que el dólar en el mercado local seguirá perdiendo posición respecto a la inflación. El círculo del huevo y la gallina, nuevamente se ha establecido.
No sube el dólar para que no se acentúe la inflación y la economía pierde competitividad; ello no contribuye en la reactivación y entonces el Estado debe apoyar algunos sectores desprotegidos y ello reanima, vía déficit fiscal, la inflación imperante.
Y como lo precios están totalmente “enganchados” con el dólar, el cuadro debería empeorar, salvo que haya un salto de magnitud en los valores internacionales.
El problema es que ello no parece probable. Para nada…
Con el avance extraordinario de la cosecha (se habría cubierto cerca del 90%) y una expectativa de excelentes rindes, con el valor del petróleo para ahora estancado y un dólar que no se debilita, el cuadro, respecto al futuro muy inmediato, no es alentador para el precio internacional de la soja.
Además, existe un elemento, muy puntual, que acentúa la gravedad: el miércoles se publicará el reporte mensual de estimaciones de oferta y demanda del USDA -conocido como el WASDE- y los operadores ya toman en cuenta que la previsión será de rindes más elevados que en el anterior informe.
Tenemos, entonces una certeza. Y es negativa: la combinación de un dólar en el mercado local cada vez más “retrasado” y un precio internacional de la soja debilitado al menos para el futuro inmediato.
Sin embargo, hay una incógnita para un poco más adelante. Se trata de una incógnita que podría plasmarse en una realidad alentadora.
¿De dónde vienen estos vientos de aliento?
Si nos fijamos bien, los precios no han caído “como deberían” pues EE.UU. muestra ya claramente una superproducción. No olvidemos que es el principal productor del mundo. Por lejos.
¿Por qué? Porque está China que sigue demandando, por encima de las previsiones.
Según la BCR, para fines de octubre las exportaciones de EE.UU. hacia China habrían llegado a 10 millones de toneladas, cuando para la misma época del año pasado tan sólo eran de 5,90 millones.
Para tomar una idea de la dimensión vale destacar que 10 millones es prácticamente el doble de promedio anual de los últimos años.
Los vientos de aliento provienen de Asia. Y es posible que una vez superado el período de super-oferta, la demanda haga valer su peso, hoy nublada por la producción norteamericana.