La mayoría de las veces al momento de aplicar fungicidas prevalece la idea de priorizar sus efectos sobre la planta más que sobre el patógeno. Existe una aceptación generalizada entre productores y asesores que el principal objetivo de un fungicida es “proteger y curar” al trigo sin tener presente que dicha tarea se realiza mediante su acción sobre los patógenos. De esta forma muchos fungicidas son aplicados en función del estadio fenológico o con la misión de que las hojas involucradas en la generación de rendimiento reciban el químico, aún sin considerar el nivel de enfermedad presente. Es tanta la insistencia en pensar primero en la planta (visión fitocéntrica), que muchos deciden aplicar fungicidas con la misión fundamental de proteger la hoja bandera y la inmediata inferior. En este único marco de análisis es altamente probable que por ejemplo al momento de aplicar, el cultivo presente pústulas o manchas en las hojas inferiores (principales multiplicadores de la enfermedad en el lote) sobrepasando los umbrales de recomendación con daños irreversibles.
Por ello es MUY común que la aplicación sea realizada comúnmente en forma tardía, lo que significa que, si bien se podrá obtener mayores rendimientos respecto a un lote testigo sin tratar, se está resignando ganancias y asumiendo daños que no son contabilizados en la ecuación económica (“costos ocultos”).
Los costos ocultos son aquellos que no se registran siquiera mentalmente y por lo tanto no hay registros contables de los mismos. Sin embargo, los costos ocultos pueden ser altamente significativos y por tanto debieran desarrollarse métodos para su valoración. Al hablar de costos ocultos se hace referencia a las pérdidas que se generan, o al dinero que se deja de ganar, por no haber utilizado la máxima eficiencia técnica en la elección de una molécula, mezcla de ellas, o sus dosis, o en la definición del momento correcto de la aplicación. Son por ejemplo los daños causados por la enfermedad que no fueron frenados por no aplicarse a tiempo. Generalmente estos costos ocultos no son registrados y pasan casi desapercibidos porque los rendimientos (sin ser los máximos que se podrían haber sacado) terminan satisfaciendo al productor, sin saber que en realidad existe un 10 o 20 % o más que se dejó de cosechar (por no actuar a tiempo), por los llamados “costos ocultos”. Indudablemente, para minimizar estos costos, solo es necesario invertir cada vez más en conocimiento.
Para maximizar rendimiento, ingresos, definir el mejor momento de control y ser sustentable con la aplicación de fungicidas, la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de Buenos Aires en convenio con DuPont han desarrollado una App para teléfonos inteligentes denominada “TrigoDecisor” cuyo objetivo primordial es la reducción de los daños y pérdidas de rendimiento y calidad ocasionadas por las enfermedades foliares en el cultivo de trigo de la región pampeana
La aplicación para celulares inteligentes basada en la probabilidad de respuesta de rendimiento frente a la aplicación de fungicidas, le permite a los productores y asesores técnicos, definir si es o no rentable (y al mismo tiempo sustentable) la aplicación de fungicidas, y definir el momento más oportuno para la aplicación del mismo. La base y fundamento de la App surge de resultados obtenidos y validados en experimentos científicos a campo llevados a cabo durante varios años.
El sistema de decisión en formato de App cuantifica la contribución relativa de algunos de los factores de producción existentes o aplicados en el cultivo de trigo de modo de poder estimar el potencial productivo teniendo siempre presente como preocupación principal, que el uso de tratamiento químico debe asegurar el retorno económico al productor. Además de valorar el potencial productivo, la App “TrigoDecisor” determina el umbral para cada situación de campo particular. Los umbrales son niveles de enfermedad expresados en incidencia (número de hojas enfermas respecto al total muestreado en %).
Cuando los pato-sistemas cuentan con umbrales de daño, la decisión del control resulta más práctica y con fundamentos económicos y epidemiológicos lo que la hace altamente compatible con los conceptos de manejo integrado de enfermedades, el cual garantiza la sustentabilidad de la producción agrícola.