¿Los barriles de efedrina descubiertos en Ezeiza? ¿El fallo de la Corte que autorizó los aumentos de la luz? ¿Que De Vido vaya a juicio por la tragedia de Once? ¿La presentación del libro El grito de la Victoria, de la Xipolitakis?
Son noticias de gran relevancia, sin duda. Vamos a la primera. El hallazgo de
los barriles provocó un choque entre la ministra Bullrich y Gómez Centurión,
desplazado de la Aduana. Discutieron sobre quién avisó primero. Durante el
kirchnerismo, Aníbal Fernández y José Granero, de la Sedronar, también se
peleaban por la efedrina, pero para ver quién controlaba el negocio. La segunda
noticia. Como el Gobierno ha demostrado que el tema de las tarifas le queda
grande, está bueno que la Corte, re gauchita, le dé una mano. Hay mucha gente
-acaso el propio Macri- que se va a sentir más cómoda con una política
energética diseñada por los jueces y no por Aranguren. La tercera. El
agravamiento de la situación judicial de De Vido viene a demostrar que, así como
no hay mal que dure 100 años, tampoco hay poderoso que sea inmune a 100 casos de
corrupción. O 140, o 750, vaya uno a saber: Julio se tentaba fácil. Siento
lástima por el gran arquitecto: tantos años juntando guita para tener que
dilapidar parte de su fortuna en el pago de abogados carísimos. Suerte que se
atrincheró en el Congreso, protegido por los fueros. A De Vido lo necesitamos
libre, asesorando a la Corte en temas energéticos. La cuarta. El lanzamiento del
libro de Vicky es un revulsivo en un panorama editorial previsible y monocorde.
Si queremos que nuestros chicos lean, ¿qué los va a atraer más, el Yo acuso, de
Margarita Stolbizer, o sentencias viscerales de la Griega como "los corpiños me
dan claustrofobia y las bombachas las uso de vez en cuando"? Quizás por frases
de ese tenor, muchos se toman a la ligera esta incursión literaria de Vicky, una
chica que después de su amorío con Ottavis ha quedado asociada a la lucha por la
liberación de los pueblos oprimidos.
En esas cavilaciones estaba cuando otra novedad me hizo cambiar el foco. Sergio
Massa propuso, mediante un proyecto de ley, cerrar por cuatro meses las
importaciones de bienes de consumo. La iniciativa puede sonar extraña porque,
según el economista Nicolás Dujovne, en ese rubro la Argentina es una de las
cinco economías más cerradas del mundo. Comparte cartel con Omán, Kazakhstán,
Azerbaiyán y Rusia. Massa, Massita, un grosso, no hizo este aporte ultra
proteccionista en cualquier momento, sino mientras el CEO Macri pactaba en Pekín
la llegada de oleadas de baratijas chinas. Con su avanzada populista, Sergio
bajó tres pájaros: se diferenció del Gobierno, le recordó al PJ que sigue siendo
peronista y brindó su tributo a una política central del modelo K. El cepo que
impulsa tiene una vigencia de 120 días, prorrogables. ¿120 días? A Massita le
encanta ponerles número a las cosas. Como que una cifra redonda, precisa, te
tunea cualquier verdura: "Hay que mandar 5000 soldados a las fronteras",
"prometo derrotar la inflación en 14 días", "a los corruptos habría que
castigarlos con 120 años de prisión"... Además, los cepos son como los nuevos
impuestos: siempre hay que decir que van a regir por un tiempito.
Puede que algunos no estén de acuerdo con ideas como ésta, pero tienen la
virtud de estimular el debate. Por eso, se me ocurrió pedirles a líderes
políticos, sindicales y empresarios del país (y dos del exterior) que me dieran
sus opiniones. Recibí respuestas muy interesantes. Adrián Kaufmann (UIA):
"Leímos con mucha atención el proyecto y coincidimos totalmente: hay que cerrar
las importaciones por 120 años". Hugo Yasky (CTA): "Lo que deberíamos cerrar por
cuatro meses es el gobierno". Lilita Carrió: "¿Un nuevo spot de campaña de
Massa? Sorry, no lo vi". Lázaro Báez y Josecito López: "Más que cerrar las
importaciones, nosotros abriríamos las cárceles". Máximo Kirchner: "No tengo
idea, pregúntenle a Kicillof". Kicillof: "Sergio, querido, los K estamos
contigo". Donald Trump: "La Argentina tiene una sola forma de frenar la invasión
de productos chinos: construir una gran muralla". María Eugenia Vidal: "Este
tema tenemos que abordarlo todos juntos. Juntos podemos, podemos". Boudou: "Cero
importaciones. Cero. Cuando yo necesito algo de otro país, viajo". Scioli: "Mi
propuesta en esta materia es muy clara: hay que actuar con mucha
responsabilidad". Maduro: "Nosotros no resolvimos el problema con recetas del
Fondo Monetario, sino con el modelo bolivariano: no compramos nada afuera porque
no nos quedó un dólar".
La polémica está lanzada, y ya se ve que son mayoría los que prefieren un país cerradito, protegido. Una Argentina bien argentina. ¿Qué nos puede dar el mundo, eh? ¿Un iPhone, una camperita Uniqlo, un Black Label? Chucherías. Nada que no pueda reemplazarse por algo nuestro. El desafío es equilibrar la balanza comercial. Un país que exporta un papa, una reina y al mejor futbolista del mundo tiene que pensar en vender así, con valor agregado, y no en llenarnos de cosas hechas por otros.
El problema es Macri, al que por algo Maradona llamaba cartonero: quiere ir a Once a comprarle a Antonia, por dos mangos, una Barbie madein Taiwán.