Desde el momento en el cual se comenzaron a cultivar plantas para generar alimentos, fue necesario combatir las diferentes plagas y enfermedades que pueden afectarlas. Estas no solo generan pérdidas en el rendimiento, disminuyendo la cantidad de alimentos disponibles; sino que también, generan pérdidas de calidad en los mismos, alterando su aspecto.
Mucho tiempo antes de la aparición de los productos fitosanitarios, la agricultura se basaba en producciones de poca extensión de tierra donde las malezas eran controladas mediante la eliminación manual de los diferentes individuos que se observaran en el lote, utilizando el azadón o escardillo como principal herramienta.
Por supuesto, en muchos casos, ciertas malezas se “escapaban” al control manual y permanecían en el lote afectando los rendimientos de los cultivos. Posteriormente comenzaron a aparecer diferentes máquinas que permitieron aumentar las extensiones de tierra a cultivar en un mismo período. Estas generan la remoción del pan de tierra, invirtiendo la misma, eliminando las malezas presentes en el lote y provocando la muerte de algunas plagas animales. A su vez, al movilizar el suelo aumentan la porosidad y aireación del mismo, generando una cama de siembra apta para las semillas.
Algunas de las maquinas utilizadas para controlar las malezas eran, y siguen siendo, ya que en algunas zonas aún se continúan utilizando; los arados. Estos podían ser de reja y vertedera, de cuchillas o de discos. En un principio eran trasladados mediante el uso de la fuerza animal, tirado por bueyes o caballos. Posteriormente, fueron trasladados mediante el uso de tractores. Algunas de las dificultades que presentaba su uso es que para poder utilizarlas, el suelo debía encontrarse a capacidad de campo; es decir, con la humedad justa para que la tierra pueda ser removida, generando el efecto deseado y controlando las malezas, pero sin destruir la estructura del mismo.
En los casos en los cuales el suelo se encontraba demasiado húmedo podían generarse rupturas en la estructura del suelo afectando la posterior fertilidad y establecimiento del cultivo a sembrar.
En ciertas ocasiones era necesario también utilizar una “rastra” la cual era una especie de rastrillo que permitía desmenuzar los posibles terrones de tierra que haya dejado el arado tras su paso.
Otra desventaja de este método consistía en que solo podía utilizarse previo a la siembra. Es decir, que si el control no era el adecuado en ese momento, una vez emergido el cultivo no podía volver a controlarse la presencia de malezas; por lo cual los rendimientos de los cultivos se veían afectados posteriormente.
Otro aspecto importante es que al invertir y movilizar el pan de tierra, se producía una gran pérdida de humedad, exponiendo al suelo a la erosión por aire o agua, lo que generó, sobre todo en la pampa ondulada, importantes pérdidas de suelo. La necesidad de pasar con varias maquinarias también influía en la cantidad de combustible que era utilizado.
Con el paso del tiempo y gracias al avance de la ciencia y al estudio de la biología, fueron apareciendo diferentes moléculas, muchas cuyo origen está presente en la naturaleza y otras de origen químico, que permitieron generar un gran avance para el control de las adversidades que afectaban a los cultivos.
A su vez, junto con la aparición de la siembra directa, mediante la cual la remoción del suelo ya no era necesaria, las pérdidas del mismo, generadas por erosión, se vieron visiblemente disminuidas. El uso de productos para la protección de cultivos permitió importantes aumentos en los volúmenes de producción, al controlar durante mayor tiempo las malezas presentes en el lote así como controlar la densidad de plagas y enfermedades; las cuales anteriormente a la aparición de ellos, eran extremadamente difíciles de controlar. De esta manera no solo permitieron aumentar la cantidad de alimentos producidos sino que también permitieron mejorar la calidad de los alimentos cosechados.
Es indiscutible que la aparición de los productos fitosanitarios permitió importantes mejoras en la agricultura moderna. Sin embargo es importante recordar que una aplicación de productos fitosanitarios es eficiente solo cuando se aplica el producto adecuado, en el momento y con la dosis adecuada. Caso contrario su uso podría no ser correcto y generar consecuencias negativas.
Con el paso de los años y el avance en las investigaciones, los productos fitosanitarios se han vuelto cada vez más amigables con las personas y el ambiente, minimizando los riesgos asociados a su uso. Sin embargo es indispensable que su uso se realice de la manera correcta en todos los casos, ya que los mismos no son inocuos. Algunas de las consideraciones que se deben tener en cuenta al momento de manipularlos, es que deben ser aplicados solamente cuando sea necesario. Para ellos es importante realizar monitoreos frecuentes de plagas y enfermedades y conocer los umbrales de acción y umbrales económicos en los cuales se justifica su uso. Tomar precauciones, utilizando el equipo de protección personal indicado en la etiqueta de cada producto así como seguir todas las indicaciones que en ella figuran, respetando dosis y momentos de control.
El continuo avance de la tecnología en maquinaria permite también que cada vez sea más eficiente y eficaz la aplicación de productos para la protección de cultivos. Convirtiéndolo en una técnica de alta precisión. Donde por ejemplo, ciertas máquinas detectan específicamente donde se encuentra la maleza para pulverizar el producto únicamente en ese sector, evitando así aplicaciones innecesarias del mismo y minimizando el efecto sobre el ambiente.
A lo largo de los años la agricultura ha avanzado a pasos agigantados permitiendo generar más y mejores alimentos para la sociedad. La aparición de los productos para la protección de cultivos permitió un cambio en la forma de producción, aumentando los rendimientos de los cultivos pero también demandando un mayor profesionalismo y eficiencia. Por lo cual a fin de continuar con el avance en las tecnologías agrícolas, será necesaria continuar con la formación de profesionales y productores responsables que conozcan las tecnologías que poseen y las utilicen de la manera correcta y adecuada a fin de generar una agricultura sustentable a lo largo del tiempo.