Por un lado, es uno de los primeros usuarios del cabezal draper Hera, pero también hace muy poco tiempo es usuario de una cosechadora LEXION. Desde su cabina relata la experiencia de “pasarse” a CLAAS.
Todo es bastante nuevo para el productor Sergio Ballari, quien recientemente ha ingresado al mundo CLAAS a través de su primera cosechadora LEXION 780 con un cabezal Hera de 47 pies. “Por las pocas hectáreas que llevo arriba de la máquina, parece una cosechadora que cumple con todo”, sentencia sentado cómodamente en la cabina mientras realiza las tareas de cosecha en el sudeste de la provincia de Córdoba.
“La otra cosechadora que nosotros teníamos también contaba con un draper, pero lo que notamos con el de CLAAS es que la entrega es mucho más suave y eso disminuye el desgaste de la máquina considerablemente”, afirma Ballari mientras cosecha un lote de soja. La eficacia de la plataforma desarrollada en conjunto con Allochis se ve traducida en menores pérdidas. “Trata con suavidad a la planta, sobre todo en algunas situaciones como cuando la soja tiene un exceso de estadía en los lotes por las inclemencias climáticas y la chaucha está débil, demasiado seca y complicada”, confirma el productor.
Galardonado el año pasado con el prestigioso premio CITA de oro a la innovación en tecnología agrícola, una de las características principales del draper Hera es el novedoso sistema de acarreo mediante lonas laterales subdivididas, que permite trabajar con velocidades diferenciadas (menor velocidad en los extremos y mayor velocidad en la parte interna, donde se acarrea un volumen mayor). “Nosotros siempre tratamos de seguir con la línea de apostar a la tecnología en todo aspecto”, sentencia Ballari, quien para capacitarse en el manejo de la maquinaria de CLAAS hizo un curso intensivo: “Resulto ser menos complicado de lo que yo pensaba”.
Junto a sus hermanos, Ballari lleva adelante un emprendimiento familiar que había iniciado tiempo atrás su padre en una zona que abarca los alrededores de la ciudad cordobesa de Bell Ville y otras localidades como Monte Buey y Ballesteros. “Trabajamos en hectáreas alquiladas y hacemos soja, maíz y trigo”, revela el productor rural. Cuentan con equipo propio para todas las tareas, aunque en situaciones complicadas y condiciones climáticas adversas prefieren tercerizar servicios. “Tenemos todo bastante definido. Yo generalmente estoy más metido en la cosecha, mi otro hermano está en la parte de fumigación y el tercero más en la siembra. Pero sabemos un poco de todo y nos ayudamos a hacer relevos”, aclara.
“Siempre tratamos de mantener la rotación. Hace dos años habíamos bajado un poco el área de maíz y trigo, pero posiblemente este año incrementemos el área de maíz por el precio y la baja en las retenciones”, explica el productor cordobés. En ese sentido, la familia cuenta con 960 hectáreas dedicadas al maíz y a pesar de que el clima no ha ayudado obtuvieron muy buenos rindes, con un promedio de 110 quintales por hectárea. Con respecto al trigo, van a tratar de mantener un área de 470 hectáreas apuntando más a la calidad que al rinde. “Se hizo un esfuerzo y encaramos todos los tratamientos con fungicidas y una doble dosis de fertilización”, afirma Ballari, quien destaca que el año pasado lograron rindes de 50 quintales por hectárea.
En lo que hace a soja, a Ballari no le parece una alternativa muy sustentable en comparación con campañas pasadas, sobre todo para aquellos que alquilan campo. “La ganancia es muy poca”, se queja y asegura que el rinde está en un promedio de 40 a 45 quintales en los mejores lotes. Pero el rinde descendió sustancialmente en aquellas zonas que fueron afectadas por las fuertes lluvias e inundaciones, donde solamente se ha podido recuperar entre 30 y 35 quintales y con una calidad notablemente inferior.