La historia indica que el ciclo ganadero puede complicar un plan de estabilización si un cambio de precios relativos y/o de políticas mejora las condiciones para los productores ganaderos y, por ende, dispara un ciclo de retención de animales, proceso que amplifica la suba de precios.
¿Qué está pasando actualmente? Se observa un ciclo ganadero en fase de
retención, pero no se advierte que éste se haya profundizado en los últimos
meses. Dado, además, que ya lleva prácticamente un año, es de esperar que
empiece a incrementarse la oferta de animales para faena y más carne se vuelque
al mercado interno en el último cuatrimestre del año.
Por el lado de la demanda externa, la hacienda está actualmente a buen precio
en dólares en el mercado local (de hecho cara en relación a vecinos). Si el tipo
de cambio se mantiene pari passu la inflación, no debería esperarse un gran
tirón de los exportadores sino más bien un crecimiento lento de los envíos al
mundo.
En cuanto a la demanda interna, el segundo semestre 2016 y primer semestre
2017 será probablemente mejor que el primer semestre en materia de nivel de
actividad, con estabilización o recuperación en los salarios en términos reales
y, por ende, en el consumo de productos como la carne. Esta recuperación del
mercado interno, de producirse, podría ser cubierta con la mayor oferta de carne
que se anticipa.
Otro elemento importante para considerar en el análisis es que el precio interno de la carne, medido a precios constantes, no está bajo en perspectiva histórica. Se trata de un precio intermedio, inferior a los valores récord 2010/2011, bastante similar al promedio 2012/2015 y muy por encima de lo que se pagaba por la carne entre los años 2004/2009.
A partir de todo lo anterior, un escenario base debería suponer precios de la hacienda y la carne bovina creciendo levemente, al ritmo al que evolucione el nivel general de precios o incluso por debajo de este último. Dado este último caso, el ciclo ganadero no complicaría las metas de inflación sino más bien que podría contribuir a alcanzarlas.
En lo que va del año, de la mano de la retención de hembras, ha caído la cantidad de animales enviados a faena y por ende el volumen de carne producido y ofrecido al mercado (casi 7% en primer semestre). Esto lleva inexorablemente a una caída de consumo interno.
De acuerdo a las estimaciones, el consumo por habitante ha caído un 8% en los primeros 5 meses del año. Hay que retroceder hasta el 2010 para encontrar un ajuste mayor (-15% en ese momento).
Ahora bien, la menor disponibilidad de carne se está encontrando con una demanda debilitada por la caída de ingresos en términos reales que ha significado la aceleración inflacionaria y la corrección de precios de algunos servicios. Desde otra perspectiva, los precios internos nivel consumidor habrían subido mucho más de lo que han subido si hubiesen encontrado un mercado interno mejor parado. La debilidad del mercado interno pone techos a los aumentos de precios.
Por Juan Manuel Garzón - es economista del Ieral, de la Fundación Mediterránea