La firma norteamericana Broyhill Asset Management está convencida de que, en el largo plazo, los mercados son eficientes. Pero, no necesariamente, en el corto, porque la relación entre el precio y el valor puede queda distorsionada por diversos factores cíclicos, tecnológicos y aún sicológicos.
El Presidente de esta firma, Christopher Pavese afirma: “Esto es lo que hacen los mercados. Oscilan entre el optimismo extremo y el pesimismo extremo".
Se supone que en lo inmediato.
Muy cierto. En los commodities agrícolas lo vemos periódicamente.
La irrupción del Brexit es un caso clarísimo de tal oscilación.
El Brexit, sin duda, resulta de la puja ideológica entre progresistas y conservadores o de los partidarios de un Estado grande versus uno pequeño. Es la derivación del temor a lo foráneo y al terrorismo internacional. Y es una muestra visible de cómo los factores sicológicos afectan los mercados.
Como afirmamos en un anterior informe, hasta el Brexit “los valores agrícolas lograban sostenerse sobre las estimaciones de un año Niña (caluroso y de menores precipitaciones) para EE.UU. con un dólar sin mayores signos de apreciación. Pero ahora se abren interrogantes muy serios sobre la posibilidad de que los precios se mantengan en el actual nivel.”
Es que, además del Brexit, también influyeron las condiciones climáticas en el Medio Oeste de EE.UU. Se agregaba a ello, el dólar que había caído en junio a su nivel más bajo en casi un año, con baja probabilidad de que la Reserva Federal suba las tasas este año.
Como sabemos con una mayor debilidad del dólar, más se facilita el pago de intereses de los emergentes y, simultáneamente, aumenta la propensión a la suba del precio de los granos.
Obviamente, con la irrupción intempestiva del Brexit, los mercados pasaron violentamente al pesimismo.
Con las elecciones a favor del Brexit, los operadores entendieron que si el dólar se convertía cada vez más en un activo de refugio, éste se apreciaría y seguramente presionaría a China a devaluar. Un dólar más fuerte complicaría el pago de los servicios, para algunos países, de la deuda denominada en esta moneda. Se trataba de un cóctel desfavorable a los precios granarios.
En consecuencia, los precios internacionales sufrieron una visible baja, sobre todo los del maíz.
Pero, el bajón duró poco.
El viaje al pesimismo tuvo su freno por la incertidumbre derivada del mercado climático, en el hemisferio norte, y por el reporte del USDA.
Así hubo una clara mejora en Chicago y, consecuentemente, en Rosario, fundamentada en la soja.
Debe recordarse que julio es el mes más complejo de la campaña de EE.UU.
Allí, quedan determinados los rendimientos del maíz. En este mes, el cereal poliniza. Simultáneamente, la reciente emergencia de la soja depende, también del clima. Y según sea la humedad que se acumule en los suelos, la productividad posterior aumentará o no.
La realidad es que, hoy por hoy, la tierra en el cinturón maicero/sojero de ese país tiene un nivel de humedad comprometido. Y si bien, los pronósticos hablan de nuevas lluvias, se está muy lejos de una mínima certidumbre.
Para EE.UU. resulta imprescindible lograr una cosecha de soja de gran magnitud para cubrir los requerimientos internos que, partir de octubre, entran en un período crítico, momento en que las existencias sudamericanas decaen.
Existe la sospecha de que si se llegara a un volumen en un nivel parecido al de la campaña previa, la oferta mundial quedaría comprometida. ¿Podría la demanda quedar sin suficiente mercadería? Es posible. El cuadro está ligado directamente al clima en EE.UU.
La demanda internacional, pese a todo, continúa con firmeza. Proviene fundamentalmente de China, que por ahora, no acusa mayor impacto de los fenómenos descriptos más arriba. Algo más del 60% de las importaciones globales se explica por las compras de China.
En este contexto, al menos para la soja, los precios podrían tender a la suba en caso de que las lluvias se demoren o no sean suficientemente abundantes en EE.UU.