La apuesta de Mauricio Macri por acercarse a la Alianza del Pacífico representará para la Argentina un giro en el esquema actual de la Cancillería y para el Gobierno se trata de un plan destinado a la política doméstica y a dar señales inequívocas hacia el exterior.
Macri busca posicionarse como líder indiscutido del Mercosur en el momento en
que dos socios de ese bloque, como Brasil y Venezuela, están sumamente
debilitados internamente. Así, el presidente argentino irrumpe con una alianza
que desde épocas de los Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez siempre rechazó el
Mercosur por entender que los gobiernos de México, Perú, Chile y Colombia
estaban "muy cerca de la derecha" y muy cerca de Estados Unidos. En la Cumbre de
las Américas los países del eje bolivariano entrevieron que Washington buscaba
instalar su proyecto político en América latina con el ALCA y optaron por romper
lanzas con la administración de George W. Bush. Así se amplió la grieta con los
países de la Alianza del Pacífico.
Ya pasaron 11 años desde aquel cortocicuito y los vientos cambiaron: la Argentina está en manos de un gobierno de centroderecha y Macri busca ahora estrechar lazos con la Alianza del Pacífico para potenciar el comercio y agilizar la vía de los negocios con Asia por medio del corredor bioceánico.
El acercamiento a la Alianza del Pacífico será la cristalización de la ruptura con el eje bolivariano y una muestra a la política doméstica de que aquél apunta a reforzar la inversión extranjera y aumentar el flujo comercial con el gran socio estratégico de Asia que es China. Todo con un mismo objetivo: levantar de una vez la alicaída economía y acariciar el dorado sueño del "segundo semestre con mejoras". Nada está librado al azar. Es la puesta en marcha del plan de "desideologización" de la política exterior, como la bautizó la canciller Susana Malcorra desde el primer día.