Lo que ocurra en los próximos 60 o 90 días terminará definiendo no sólo buena parte de sus vidas. También configurará el rumbo hacia donde se dirigirá el país en los próximos años. Digamos, para ser más precisos, que se pondrá en juego, por un lado, el "modelo económico y social" por el que apuesta Cambiemos. Y además se empezará a determinar hacia dónde se disparará el mani pulite "a la bartola" que, lejos de dar señales de agotamiento, amenaza con seguir avanzando a un ritmo de vértigo.
Se sabrá, en definitiva, si después del proceso de "sinceramiento" de le
economía, bajará la inflación y se iniciará el círculo virtuoso del crecimiento,
o si el malhumor social ganará la carrera contra el tiempo y pondrá a Macri en
una situación parecida a la atravesó el gobierno de Fernando de la Rúa. Le
atribuyen a la ex presidenta haber vaticinado: "Si Macri arregla con los fondos
buitre se garantizará ocho años de gobierno". Quizá sea una lectura simplista y
apresurada. El pronóstico del propio Macri no incluye, por ahora, su propia
reelección. Sin embargo, el Presidente sí parece impregnado de un optimismo a
prueba de balas. Dice, por ejemplo, cuando le preguntan por el futuro inmediato:
"La inflación bajará a menos de dos puntos mensuales en septiembre. Las
inversiones están llegando todos los días, el blanqueo será tan exitoso como la
salida del cepo y el acuerdo con los holdouts. La Argentina se transformó en la
niña bonita del planeta. Si el país recibiera solo el 1% del capital del mundo
dispuesto a invertir, el futuro que nos espera no tendrá antecedentes en la
historia reciente".
Su apuro por pasar del modo "populista con bomba de tiempo" incluido al modelo "ordenador" que le permita poner la proa "hacia el desarrollo" le impidió detenerse en el alto impacto social que produjo y sigue produciendo el "sinceramiento". Desde la imposibilidad práctica de los clubes de barrio de pagar un aumento de agua, luz y gas hasta el parate en las empresas de no más de cinco empleados y de sectores sensibles de la economía como el de la construcción y la industria automotriz. Para él, la discusión sobre la ley denominada antidespidos es un caso testigo donde se juegan cosas "más profundas" que una "derrota política" en el Congreso. El jefe del Estado cree que, en este tema, se pone de manifiesto "el modo clásico de la manipulación de la realidad" que según él practica parte del peronismo, mezclado con la discusión sobre el rumbo económico que, para él, es innegociable. "No es verdad que se están produciendo despidos masivos. No es cierto que con el proyecto los empresarios vayan a salir corriendo a tomar gente. Lo que quieren hacer es poner en tela de juicio mi autoridad política. Si la ley sale, la voy a terminar vetando", explicó. A Macri no le sorprendió que los soldados más "fieles" del Frente para la Victoria y parte del Frente Renovador se pudieran llegar a juntar para intentar torcerle el brazo. "En el fondo, lo que pretenden es que al Gobierno le vaya mal, porque sienten que es la única forma de que a ellos les puede ir un poco mejor", se le escuchó decir. De cualquier modo, Massa tiene más tiempo que Cristina o que Daniel Scioli para construir su propio futuro.
La ex presidenta debería estar afligida por la posibilidad de terminar condenada y eventualmente privada de su libertad en un plazo no demasiado lejano. Hay dos lecturas diferentes sobre la cuestión. Ambas atraviesan a distintos sectores del gobierno y de la oposición. La primera es una hipótesis clásica, basada en la historia reciente del sistema judicial. Según esta corriente, lo que estamos viviendo ahora es sólo una movida pour la galerie. Y se desinflará en el momento exacto en que "el sistema" empiece a enfrentar la posibilidad cierta de meter a Cristina presa. Ellos explican, como sostiene Elisa Carrió, que las pruebas estaban "desde hace tiempo" y que las decisiones de magistrados como Sebastián Casanello y Julián Ercolini se debían haber tomado mucho antes. Desconfían. Otros en cambio creen que se trata de una dinámica sin retorno. O, para usar una figura, de un cohete lanzado hacia la Luna que nadie podrá detener hasta que llegue a destino.
Entre el esquema de análisis de unos y otros se repiten las mismas diferencias que había entre quienes sostenían que Scioli había ganado antes de competir y quienes, con las encuestas cualitativas en la mano, afirmaban que Macri tenía una posibilidad de llegar a la presidencia. Los socios del club de los escépticos repiten: si antes transaron con los operadores judiciales de Néstor y Cristina, ¿por qué de ahora en más se van a comportar diferente? La respuesta más corta es sencilla: porque ahora cambiaron las condiciones estructurales. La respuesta más larga contiene datos que están a la vista, y otros menos evidentes. Para empezar por lo más obvio: Ricardo Jaime está preso, y el mismo Julio De Vido, hasta hace poco un "intocable", podría ser procesado en las próximas horas por la misma causa, la de la compra de vagones en mal Estado, por lo que tarde o temprano podría correr la misma suerte del ex secretario de Transporte. Para seguir, Lázaro Báez, testaferro y socio de Néstor Kirchner, también vive dentro de una cárcel, y ya no sonríe más. Los escépticos dicen que esto sucedió sólo por el impacto que tuvo en la opinión pública el video de Daniel Pérez Gadín y Martín Báez contando plata. Los analistas menos tradicionales y más informados explican que fue el fiscal Guillermo Marijuan el que facilitó las condiciones para que Leo Fariña hablara; que más allá de las chicanas, Casanello está trabajando a "derecho" y con celeridad, que la Sala II de la Cámara Federal presiona en el buen sentido para impulsar la investigación y que el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti, se constituyó en garantía para que nada se detenga. Los incrédulos afirman que hasta que la larga mano de la Justicia llegue a la propia Cristina y se empiece a tramitar el juicio oral pasarán por lo menos nueve años. Pero quienes están al tanto de los expedientes Hotesur, Los Sauces y la ruta del dinero K creen que los tres terminarán formando parte de una megacausa que será elevada a juicio oral, a más tardar, el año que viene.
Un último dato: entre los más optimistas se encuentra el propio Macri, quien le hizo saber a Carrió, la semana pasada, que no hará nada para obstaculizar este proceso. Lo mismo les mandó decir a los que pretendieron extorsionarlo, en nombre de Lázaro, Cristóbal López y De Vido. "No voy a levantar el teléfono para impedir que nadie vaya preso", los paró en seco. Les aclaró que ni siquiera la amenaza de complicarles la vida a su padre, Franco; a su primo Angelo Calcaterra, o a su amigo Nicolás Caputo van a hacerlo cambiar de opinión.