La contundente declaración del presidente del Consorcio de Exportadores de Carnes Argentinas –ABC- Mario Ravettino expresando que: “ la informalidad existente en sus distintas manifestaciones -impositiva, sanitaria, comercial, previsional y ambiental- constituye la verdadera barrera para la llegada de nuevas inversiones en la producción y en la industria, impidiendo que la cadena de valor exprese todo su potencial económico y perjudica la creación de empleos, mayores recursos para el estado y mejores productos para la población”, es suficiente advertencia para cambiar en la actual gestión del gobierno de Cambiemos las políticas de carnes vigentes desde hace 60 años.
Agregó que: “Si bien no existen datos oficiales sobre la evasión impositiva y previsional, hay un consenso entre los operadores que la suma de tales prácticas distorsivas en la cadena de valor es de aproximadamente $6/Kg res en gancho, es decir unos US$0,40/Kg. Dado que la producción proyectada para el próximo ejercicio seria de 2.700.000 tn peso res, la evasión rondaría en US$ 1.080.000.000.” *
Puedo confirmar que el diagnostico realizado por el presidente de ABC es el de la mayoría de los actores de cadena pecuaria y dirigencia política, aunque posiblemente no con tanta precisión. Como ocurre con muchos otros temas en el país, son muy pocos lo que están en condiciones de denunciarlo públicamente, porque prefieren privilegiar sus negocios particulares aunque estén perjudicando a toda la cadena, para crecer en forma sostenida en el aumento de las exportaciones en cantidad y calidad a todos los mercados del mundo.
Los políticos y sus políticas privilegiaron siempre tener leche, pan y carne barata para salarios bajos, que promovió una cultura en la sociedad incentivando la producción de carnes para el consumo interno principalmente. Las políticas cambiarias, fiscales y de intervención del último gobierno estaban en esa misma línea, incentivando la demanda para no enfriar la economía, liquidó 12 millones de cabezas en 8 años y promovió la actual inflación que se resiste a bajar. La fiesta de un consumo ficticio que no estamos en condiciones de mantener, acompañada por costos de servicios totalmente alejados de la realidad económica en las grandes ciudades se terminó. Ahora hay que pagar la fiesta y están llegando las facturas con aumentos a los 40 millones de habitantes.
La gran mayoría de los argentinos tienen que asumir que al coctel de medidas económicas demagógicas, la segura respuesta era la caída de producción y el aumento del precio de la carne al mostrador, por falta de oferta suficiente para abastecerla. Esto ocurrió con muchos otros alimentos, motivo por el cual se explica la persistencia de la demanda de carne vacuna -que a pesar de la suba de precios-termina siendo la mejor opción y más barata para la mayoría de la mesa de los argentinos. Hay que asumir definitivamente que gran disparidad de valor del mismo corte de carnes en el mismo barrio, está directamente relacionado al compromiso con el fisco de los diferentes distribuidores o comerciantes.
Los ciclos biológicos no lo cambian los hombres. Si queremos tener una política de estado de carnes moderna, la carne seguirá subiendo por dos o tres años por lo menos- si hacemos bien los deberes- hasta poder aumentar el stock y la producción para estabilizar la oferta a la demanda de una política exportadora de los mejores cortes y abastecer simultáneamente el consumo interno. La estrategia es retener hembras para tener más madres, aumentar el porcentaje de destete de 60 a 80% y aumentar el peso de faena de los animales para poder aumentar la producción total de carnes. En el actual escenario cualquier intervención del gobierno para frenar la suba del precio agravará el problema y volveremos a las conocidas políticas de intervención en el mercado doméstico.
Por lo tanto, el actual debate sobre el precio de la carne, debería ser un llamado a la reflexión a todos los actores, para cambiar definitivamente las políticas de producción de carnes y los hábitos de consumo, si no queremos volver a repetir este grave escenario para los consumidores. Se impone generar un nuevo marco institucional, que dé previsibilidad a quienes tienen que invertir a largo plazo, para aumentar la producción y la exportación a todos los mercados del mundo y de esa forma poder atender mejor el consumo interno con proteínas de animal
El principal marco institucional por ley que necesitamos es establecer un único estándar sanitario para todas las plantas de faena, implementar un sistema de comercialización por cortes y una trazabilidad que responde a un único estándar internacional para todos los animales. Hay que prohibir al estado intervenir en el negocio empresario arbitrariamente. La llave principal para dicha política de carnes, es terminar con la competencia desleal, bancarizando todas las operaciones para lo cual es fundamental eliminar el impuesto al cheque y de esa forma mejorar toda la competitividad de la cadena pecuaria.
Una política de carnes moderna necesita estar incluida en un plan nacional de crecimiento y desarrollo, con una visión estratégica para todas las regiones y ciudadanos del país. Debe estar incluida desde su inicio en la planificación del Plan Belgrano. Es fundamental en el NEA y NOA transformar los granos en carnes y subproductos como etanol y biodiesel entre otros. Es obligación del estado atender a los pequeños productores y agricultura familiar por la acción geopolítica que cumple, pero sin castigar a los emprendedores para poder desarrollar una gestión eficiente de producción y exportación. Es fundamental para implementar estas políticas atender las necesidades alimentarias de los habitantes, que están debajo de la línea de pobreza con un subsidio directo.
Los dirigentes de la cadena cárnica no han podido o no han querido consensuar una propuesta formal, para terminar con las políticas que nos alejaron de los mercados mundiales desde hace 60 años. El IPCVA - Instituto de Promoción de Carne Vacuna Argentina - en su campaña publicitaria, reclama políticas a largo plazo pero no tiene en su campaña de promoción, una propuesta formal para dichas políticas. Es de esperar que en el seminario del día 21 de abril próximo sobre las políticas para el 2030, surjan las ideas para poder concretar las políticas de carnes que necesita el país.
Señores dirigentes en general hay dos alternativas: Seguimos con la informalidad denuncia o promovemos las políticas para poder cambiar. Hay que promover el marco institucional para terminar la informalidad existente en sus distintas manifestaciones -impositiva, sanitaria, comercial, previsional y ambiental- que constituye la verdadera barrera para la llegada de nuevas inversiones. Hay que trabajar en metas anuales para que la Argentina se consolide en forma permanente como abastecedor previsible en todos los mercados de altos precios de la carne como son Méjico, EEUU, Canadá, Japón, Corea y la UE. Sin descuidar otros mercados como Rusia, China y algún otro.
Finalmente, para concretar estos cambios, se va a necesitar en forma urgente una campaña publicitaria -pública-privada- entre el gobierno y las entidades de productores, que se anticipe al faltante de carne vacuna en el mercado, para ayudar a cambiar los hábitos de consumo por carnes alternativas como la de cerdo, aviar, ovino y otras. No debemos seguir siendo exportadores de saldos que no consumimos. Un consumo de 40 kg de carne vacuna es suficiente, complementada con 45 Kg de pollo, 20 kg de cerdo y ovinos, para poder seguir con los estándares más altos de consumo proteína animal por habitante por año del mundo. Por eso es alentador que el consumo interno bajara a 55 kg en marzo.
Este país para tener una política moderna de carnes puede producir 4 millones de TT de carnes y exportar 1.3 millones de TT del mejor corte que cotizan alto en los mercados del mundo. Con esta producción en pocos años tendríamos para consumo interno 2.7 millones de TT que dividido por 40 millones de habitantes representa 67 Kg por persona por año. Es decir estaría consumiendo más carnes vacuna que hoy y el asado sería un corte muy barato porque a esos niveles de producción superaría la demanda.
El desafío es saber si estamos dispuestos a cambiar, transparentar el negocio para una libre competencia que incentive las inversiones y ser mucho más eficiente en la producción de carne vacuna, para atender la exportación y el consumo interno como hizo Uruguay hace unos años y se convirtió en un exportador más importante de carne vacuna que la Argentina.
Fuente: Años de Campo