La relación se ha invertido. Hasta hace algunos años, quien se
postulaba a un puesto de trabajo era investigado escrupulosamente.
Antecedentes y referencias laborales, ambientales, vecinales, tests
psicotécnicos, informes policiales, inclusión en el Veraz, y exámenes
clínicos preocupacionales que hasta podían incluir si se habían
desarrollado correctamente las muelas de juicio.
Hoy los postulantes, antes de iniciar o continuar el proceso de
selección, investigan a fondo la empresa por dentro, mediante recursos
disponibles en Internet como lo es el sugestivo título de Glassdoor en
Estados Unidos, Rate my placement en Inglaterra y RealRef en Argentina.
Se encontrará en esos sitios lo que opinan libremente los empleados de
la empresa en cuestión, con rangos de votación negativa o positiva en
varios temas, como desarrollo profesional, remuneración, equilibrio
entre vida personal y laboral, estilo de management, entre otros. Pero
no son sólo estadísticas, sino que se agregan comentarios que
fundamentan las calificaciones con casos personales, ejemplos o
situaciones experimentadas.
El director general de Sodexo BI, una empresa que goza de una muy buena
reputación, François Gaffinel, opina que, para tener una visión real de
las mejores empresas para trabajar, "hay que investigar la organización
en todo lo que dice. Ahora es muy sencillo contactar con empleados de
cualquier compañía a través de redes sociales y los foros, y
preguntarles. La información corporativa más la opinión de varios
profesionales ayuda a una lectura más adecuada".
La frase se incluye en un artículo con el título: "¿De verdad existe la
mejor empresa para trabajar?" Lo que es bueno para uno puede no serlo
para otro.
Algunos rankings aplican metodologías rigurosas y probadas, pero el
universo de individualidades siempre será inabarcable. Son indicadores
confiables a la hora de elegir un lugar para trabajar, aunque no llega
al punto de conocer con claridad la realidad interna.
Otra cuestión es considerar que se puede estar trabajando en la mejor
empresa del mundo, pero que su cotidianidad sea un infierno. ¿De qué
modo? Porque las facilidades y los beneficios generales que se ofrecen
no compensan tener un jefe cuyo liderazgo es despótico.
Valga aquí relatar una anécdota. En una empresa que brindaba una gran
atención a sus empleados, muy por encima del promedio, habitaba un
gerente que era excelente desde el punto de vista técnico, casi
imprescindible. Supervisaba a un joven contador que sufría lo que hoy
se llama "mobbing".
En una conversación privada con un jefe de Recursos Humanos se puso a
llorar. "Estoy muy contento con la empresa -dijo-, pero no puedo
trabajar así." El problema llegó a los más altos niveles. Era una
disyuntiva. Había que prescindir del gerente en cuestión, quien ya
había tenido problemas similares anteriormente, o sostener la situación
hasta que el supervisado se vaya o se enferme. La decisión final fue
desvincular al gerente. ¿Qué se perdió? Un profesional de primer nivel.
¿Qué se ganó? El mensaje contundente de que en esa organización no se
toleraba ese estilo de liderazgo denigrante. Pero por sobre todo esto,
la instalación de un valor dentro de la empresa que fue apreciado por
el resto del personal. Es uno de los mejores caminos para llegar a ser
una de las mejores empresas para trabajar y atraer aquellos talentos
tan codiciados.