Sucedió el año pasado, entre las PASO y la primera vuelta de las elecciones que, en la segunda, terminó ganando el líder de Cambiemos. El contexto no pudo haber sido peor. Los periodistas de la señal de cable que el empresario adquirió a Daniel Hadad por pedido de la ex presidenta habían estado atacando con fiereza al entonces jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Lo habían acusado de cercenar la libertad de expresión. Y sólo porque el entonces titular de la Agencia Gubernamental de Control, Juan José Gómez Centurión, había ordenado la clausura del garaje del canal que da a la calle Fitz Roy.
Los periodistas que se habían pintado la cara para la guerra a pedido de sus
jefes soslayaron un pequeño detalle: nunca las autoridades de Indalo Media
habían solicitado ni obtenido la habilitación de la playa de estacionamiento. Es
decir: estaban al margen o por encima de la ley. Así justificó su decisión Gómez
Centurión, ex combatiente de Malvinas, cuando sus superiores le preguntaron por
qué lo había clausurado. Incluso algunos se atrevieron a plantear su renuncia.
Pero Macri les explicó: "Antes de asumir le dije que no quería excepciones ni
favores para los amigos ni persecución a los enemigos. Ahora no lo voy a
castigar por hacer lo que le pedí".
La escalada de C5N contra Macri parecía no tener fin. Hasta que el socio en los papeles de Cristóbal, Fabián de Sousa, pidió al entonces secretario de Medios de la Ciudad, Miguel de Godoy, un encuentro a solas entre su jefe y el candidato a presidente. Macri no tenía ni el más mínimo interés en verle la cara. Se había negado a reunirse con él decenas de veces. No deseaba que nadie pensara que él alentaba los negocios del juego ni que bendecía la explotación de miles de tragamonedas en el hipódromo de Palermo. Pero al final, con el objetivo de que el ataque mediático no siguiera escalando, lo recibió. Fue una mañana de fines de septiembre. Hizo ir a Cristóbal hasta la casa de su padre, Franco Macri, ubicada en Barrio Parque. En el mismo espacio que durante toda la campaña usó como oficina alternativa, en especial para no recibir a las visitas incómodas o forzadas en su propio departamento de la Avenida del Libertador. López, un experto en seducir presidentes, gobernadores e intendentes, explicó que su verdadero amigo era Néstor y que con Cristina lo unía un vínculo de conveniencia mutua. Ya me lo había dicho en 2008, en una entrevista exclusiva para el El Dueño, libro que López detesta porque dice que aumentó su visibilidad y las sospechas sobre sus actividades económicas. López pensó que confesar que su relación incondicional era con Kirchner y no con la entonces presidenta le abriría la puerta para iniciar un nuevo toma y daca.
"Puedo ser muy equilibrado, pero no me pida que la ataque a Cristina porque
estaría rompiendo todos los códigos", le espetó Cristóbal a su anfitrión. El ex
presidente de Boca se quedó callado unos segundos. Después le aclaró que él no
funcionaba así. Le dijo, palabras más, palabras menos, que no necesitaba ningún
tratamiento mediático especial. Y que sólo esperaba que sus empresas
periodísticas funcionaran con responsabilidad y no como un instrumento de
extorsión. Estaban en la segunda parte del diálogo, porque la primera López la
había consumido en explicarle que Kirchner lo había ayudado mucho, pero que él
ya era un empresario importante antes de conocerlo. Que le dolía la sospecha de
que se lo considerara un "palo blanco" o testaferro del matrimonio presidencial
y que estaba empezando a sentir que ese prejuicio se le estaba volviendo en
contra.
Ya había pasado la primera media hora de conversación cuando Cristóbal pretendió avanzar sobre asuntos concretos y específicos. Entonces Macri lo paró en seco. "Le voy a decir lo que les digo a todos los empresarios. Conmigo no van a tener ningún problema si actúan dentro del marco de la ley. Y eso incluye a los hombres de negocios que hayan apoyado el proyecto de Cristina o la candidatura de Daniel. Pero tampoco van a tener ninguna ventaja ni privilegio. Y cuando digo nadie, esto incluye también a los empresarios que se consideran cercanos a nuestro proyecto." Cinco minutos después, López transmitió sus conclusiones a De Sousa: "Fue una reunión de miércoles". Y Macri hizo lo mismo con sus colaboradores: "Fue un encuentro muy pobre".
Ayer, a las 9 de la mañana, el Presidente repasaba en su despacho de la quinta de Olivos el informe reservado que le hicieron llegar sobre la presunta apropiación de 8000 millones de pesos por parte de la empresa de López Oil y que debían haber ingresado a las arcas del Estado. "No hay manera de justificar lo que hicieron. Porque no se financiaron dejando de pagar impuestos provenientes de su propia rentabilidad, como podría hacer cualquier pyme con problemas de caja, financieros o de inversión. Se quedaron con un impuesto primario del Estado. Con el impuesto al combustible que debía ingresar al fisco cada 15 días. Y tampoco usaron el dinero para sostener la propia empresa en una situación delicada, sino para comprar otras, como si al grupo le sobrara cash."
Macri leyó con detenimiento los planes de pago, los intereses y los plazos que le concedió la AFIP del gobierno anterior. Algunos economistas calculan que, en promedio, los 8000 millones de pesos que dejaron de pagar durante los últimos cuatro años equivalen a 1200 millones de dólares. Es decir: un monto similar a la inversión que prometió Chevron en su acuerdo con YPF. O el equivalente a 533 jardines de infantes en todo el país, con los muebles y todos los docentes con salarios por un año. El Presidente, a los que le hicieron la comparación, los corrigió. Y les explicó: "Es mucho más que 8000 millones de pesos. Porque las tasas de interés negativas y los enormes plazos ya le licuaron el núcleo duro de la deuda". Macri le pidió a Abad que procedan a embargar los activos para que el Estado pueda recuperar parte de la deuda. Pero los expertos de la AFIP le dijeron que antes tienen que hacer algo más urgente: evitar que López divida el grupo entre empresas "sanas" y "enfermas", porque ése sería el primer paso para mandar a la quiebra a las de la segunda categoría con el objeto de que la deuda la pague "Magoya". El Presidente los despidió con un mensaje nada ambiguo: "Me da vergüenza la imagen que damos como país. Hagan lo necesario para que el mundo no se siga riendo de nosotros".