Con la designación de Susana Malcorra como ministro de Relaciones Exteriores, nuestro país ha reingresado a la esfera internacional.
El cambio de política exterior es de 180 grados, sin dudas. Ahora, el gobierno está en la búsqueda de consensos con aquellos países que “cortan el bacalao”.
Es obvio que, con la nueva estrategia a nivel internacional, se intentará beneficiar la agricultura argentina a través de un debilitamiento de la malla protectora que asiste a la producción agrícola de los países, justamente más fuertes en el globo.
Las negociaciones bilaterales y multilaterales entran al primer plano.
No es casual que se encuentren, en el horizonte más cercano, las visitas de los presidentes de Francia, en primer término y, después, de EE.UU.
El socialista Francois Hollande está a cargo del gobierno de un país con profundas raíces proteccionistas en materia agrícola que, sin dudas, marca la política exterior, a su vez, de la U. E. La historia del proteccionismo agrícola galo es muy larga y, sin titubeos, puede afirmarse que mucho es el daño que ha ejercido sobre la economía argentina a lo largo de las últimas décadas.
No debería extrañarnos que, a partir de este año, se consigan paulatinas mejoras en los términos de intercambio, con moderados -pero visibles- logros a favor de los precios internacionales de las exportaciones agrícolas argentinas.
Todo puede ser con la modificación de aire que respira el país.
En definitiva, todas las potencias conocen la importancia estratégica de nuestro país como productor mundial de alimentos.
Así también, la llegada de Obama inaugura una nueva etapa en la relación, no sólo con el país que representa, sino también con el capitalismo mismo.
Se puede confrontar o se puede negociar. Está claro que el gobierno ha elegido el segundo camino. No se trata de “arreglar” con el capitalismo. Se trata de tomar lo mejor de éste y desechar lo peor. Pero, con cintura.
Marzo, entonces, se presenta como un mes bisagra en las relaciones internacionales.
Y seguramente, la cadena agroindustrial, con el eslabón agrícola y pecuario a la cabeza, se harán acreedores de una política nacional e internacional más amigable con sus emprendimientos y sus empresas.