Al dividir la realidad en River-Boca se parte del supuesto de que ambos equipos tienen parte de la verdad; es factible, pero también puede pasar que uno le gane al otro, o viceversa. Entonces el hecho es en sí mismo: no importa quién lo cuente.
Ahora que el kirchnerismo se descompone mostrando sus miserias en público, empieza a quedar más claro lo que estaba dentro del Relato: nada. El relato era una sucesión voluntarista de hechos alterados, una pelea patética del Néstor Nauta contra el capitalismo (en la que el Néstor Nauta peleaba a pura coima acompañado por Lázaro, Ferreyra y López). Era, también, el desarrollo industrial en Tierra del Fuego, Capital Nacional del Telgopor, el sitio donde la industria crecía a base de armar partes que llegaban desde China con sus correspondientes manuales.
El Relato eran, también, nuevas universidades sin secundarios ni primarios desde los que llegar, el aumento de la deserción y la multiplicación de los militantes rentados: una minoría mantenida por la mayoría sólo porque ellos pensaban que tenían razón. Hoy, mientras el kirchnerismo residual se transforma en un vodevil con un poco de Shakespeare y mucho de Darío Víttori, el nuevo gobierno no se decide a hacer público lo que en otros países se llamaría “el estado de la Nación”.
Hay quienes dicen, en el macrismo, que esa actitud obedece a una estrategia de imagen para no hablar del pasado. Me encantan las fotos de Kennedy en Cape Cod, Juliana es muy bonita y derrocha elegancia, y Antonia es divina, pero la Argentina tiene derecho a saber cuál es su estado.
Macri tiene que dar los números; los números de todo, los rojos y los azules (si es que hay azules). La única manera de que los hechos recobren su sentido es objetivizarlos, decir dónde estamos, aunque sea varios escalones más abajo de lo imaginable.
El país convivió durante doce años con una avalancha de mentiras y será doloroso –y en muchos casos injusto– salir de ellas. Pero sólo conociéndolas podremos comprender los problemas en su totalidad. En esta discusión hacen falta números porque, de otro modo, es la discusión con un fantasma que sigue repitiendo su mentira. Aquella mentira de la que se convenció hace años. Y es en esa misma niebla de impunidad donde reaparece, por ejemplo, Guillermo Moreno –ahora sin armas– recién llegado de un Congreso de Filosofía, repitiendo que nada funcionó mejor que su INDEC.
En esa niebla de la falta de hechos el Papa le envía una medalla a Milagro Sala, desconociendo que está detenida por un poder independiente, y la gente sigue preguntando en la calle: “¿Irá alguien preso?”. En el caso de Francisco, aunque desde el Concilio Vaticano I de 1870 el Papa fue declarado infalible, existe la excepción cuando habla a tono personal, de modo que podría haberse equivocado en este caso.
Quienes sostienen que Macri debe hablar de la “pesada herencia” confían en que lo hará el 1° de marzo ante el Congreso, aunque esta opinión es minoritaria y está condicionada: a lo sumo –dicen– hablará un poco de lo que dejaron pero mucho del futuro. Quisiera citar algunos números de algunos hechos:
-Mientras el kirchnerismo juró y perjuró que estábamos desendeudados, la deuda pública al 30 de septiembre de 2015, sin incluir los buitres, es de 239.959 millones de dólares de los cuales el 61% es con organismos públicos (ANSeS y Banco Central, por ejemplo), el 27% con el sector privado y el 12% con organismos multilaterales y bilaterales de crédito.
-Mientras el kirchnerismo habla de la mejora en las condiciones del empleo, el Ministerio de Trabajo llama “personas en políticas de empleo” a 1.523.220 que reciben subsidios, a las que se suman 3.600.000 chicos que reciben la Asignación Universal (se calcula que en dos millones de familias); un millón y medio de pensiones no contributivas de tres mil pesos por mes (al asumir Néstor eran 300.000); 97.078 del programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, y 60.850 de Becas e incentivos.
-En un interesante trabajo del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales titulado “El mercado del trabajo antes y después del kirchnerismo”, se afirma que “hubo creación de empleo, pero la recomposición del mercado de trabajo se basó en el crecimiento del empleo precario”. Y ofrece esta comparación: “Entre las décadas del 50 y 60 la ocupación en la industria era un 20% de los trabajadores y en el empleo estatal 11,4%; en los 80 y 90 en la industria se ocupaba el 14,7% del mercado laboral y en el empleo público el 14,22%. Entre 2003 y 2009 los industriales aportaron sólo el 10,5% de personas y el Estado trepó al 16%”.
-A partir de 2010 el empleo en negro se estancó en el 33%, con números sectoriales increíbles: en la agricultura y ganadería el 61% de empleados en negro; en construcción el 69%; en hoteles y restaurantes entre 29 y 41%.
Respecto del aluvión de empleados estatales que pasaron a planta permanente en los meses previos a las elecciones se desata hoy una polémica en el Gobierno sobre si aumentar o no las cifras de despidos. En mi opinión, cualquier despido colectivo es, por definición, injusto: es imposible prever que corresponda en todos los casos. La aplicación de esas políticas genera, a la vez, depresión del salario promedio en el mercado privado (ante el miedo es mas fácil contratar) e inestabilidad en éste: en diciembre de 2015 se planteó desde la empresa privada el despido de 8.600 trabajadores y en enero llegó a 10.000.
Al 31 de enero de 2016, tomando dependencias de todo el país, fueron despedidos 24.462 trabajadores. Lograr una carrera racional y eficiente en la administración pública trasciende a este gobierno y llevará años suponiendo que nos interese hacerlo.
Lo que hay hoy es un estado que favorece el nepotismo, el clientelismo, que paga en negro (evadiéndose a sí mismo) y que no controla en la mayoría de los casos la calificación profesional de los que ingresan. Basta leer el Boletín Oficial, cada día, para notificarse de los decretos por excepción que justifican nombramientos. La excepción es la regla. Hay también, en estos despidos recientes, una omisión: la de responsabilizar a los que tomaron a esos empleados. Esto es, a los funcionarios de segunda o tercera categoría que pusieron la firma donde no debían y autorizaron los gastos. ¿Puede un funcionario crear un área porque sí y tomar a cincuenta o cien personas? Si se hizo, y lo estamos viendo, ¿eso debe quedar impune? ¿Pedir eficiencia en el Estado es levantar una bandera conservadora? ¿No querrán en Suecia o en Noruega, o en Ecuador, o en Bolivia, un Estado eficiente? ¿Es mejor gastar ineficientemente el dinero del público? Quien no está preparado para su función, ¿no estafa a los que le pagan el salario?
Mientras el kirchnerismo inventaba cucardas internacionales felicitando a la Argentina por el mejor tratamiento de la infancia, CONIN sostiene que tres de cada diez niños viven bajo el nivel de indigencia y por lo tanto ni siquiera reciben las calorías necesarias para realizar “movimientos moderados”.
Según la encuesta Materno Infantil de Pueblos Originarios EMPO del Plan Nacer, realizada en 2010, el 81,3% de las madres de menores de seis años afirmó que sus hijos ingieren sólo una comida diaria. En Chaco, el 62% de los niños es pobre. En Salta lo es el 56%. La información sobre niñez es atroz: la mitad de los chicos abandona el secundario, según las pruebas TERCE un cuarto de los alumnos de tercer grado no alcanza resultados mínimos en matemática y lectura. Según un estudio del referido Centro de Investigación en Ciencias Sociales firmado por Julia Egan, en 2015 aumentaron las tomas de tierras y entre 2001 y 2010 la década ganada dejó una caída de dos puntos en el porcentaje de gente sin vivienda y un aumento de inquilinos del 11 al 16%.
Si Macri se decide a dar el detalle de todos los números podrá saberse sobre quién recaerá el ajuste; quiénes están peor y quiénes necesitan ayuda urgente. Y, también, quiénes pueden ayudar al resto a salir de la mentira en la que vivieron.