Hace apenas un año Vaca Muerta parecía inaugurar una nueva quimera del oro, esta vez del oro negro. Con los precios de entonces, podía generar algo así como siete PBI anuales adicionales. Hoy la situación está más cerca de aquel sketch del gran Juan Carlos Calabró, en el que uno de sus personajes contaba la historia de un carnicero, que haciendo reparaciones en el sótano de su negocio encontró un yacimiento de petróleo. "Y lo tapó, porque la carnicería le dejaba más margen", remataba.

Hoy se reanudarán las reuniones con empresarios del sector petrolero y representantes de Chubut para tratar de encontrar soluciones al daño que causa la fortísima caída del precio internacional. Los que venden en el mercado doméstico reciben un subsidio, pero los que exportan lo hacen al precio internacional, que no cubre los costos locales.

La Argentina produce básicamente dos tipos de petróleo. El Medanito, liviano, que en la destilación produce más naftas. Y el Escalante, más pesado, que genera por ejemplo, más fueloil. Los empresarios dicen que las destilerías argentinas están orientadas a procesar el Medanito, mientras el Escalante, que es el que sale del golfo San Jorge, se envía al exterior casi en su totalidad. Dos reformas en destilerías, una de PAE y otra de YPF, ampliarán la capacidad para procesarlo aquí, cuando entren en funcionamiento. Falta tiempo.

Mientras tanto, las compañías desactivan equipos de perforación para tratar de bajar las pérdidas. Con cada uno se pierden de manera transitoria o permanente unos cien puestos de trabajo.

En el sector hay quienes dicen que el dilema que enfrenta la Argentina es si va a seguir produciendo petróleo o va a ser directamente un importador. Tal el desaguisado que dejó el kirchnerismo que usó la época más favorable en precios para fundir al sector, al que nunca dejó llegar el precio internacional pues llegó a arrancarle la mitad con impuestos a las exportaciones, que llegaron hasta 50%. "¡Nos quitaron a la fuerza no menos de 12.000 millones de dólares!", se indigna un alto ejecutivo de una compañía.

El problema más grande es en la Patagonia, donde los sindicatos son los más temibles. En 2012 PAE sufrió un paro salvaje, con serios daños a las instalaciones de Cerro Dragón, por parte de Los Dragones, del gremio de la construcción pero que quieren ser considerados petroleros, porque construyen para las perforadoras.

El temor ahora es que ocurran cosas parecidas a aquellas protestas de inusitada violencia que dañaron pozos que tardaron un año en volver a producir como antes de los ataques. "Está en peligro la paz social", dicen empresarios del sector. En Comodoro Rivadavia, el secretario general de Petroleros Privados, Jorge Ávila, amenazó hace pocos días: "Vamos a acatar la conciliación, pero que sepan que esperamos respuestas, si no, no sólo tendrán una Patagonia rebelde, sino un país en llamas". La conciliación vence esta semana.

"Hay ventajas, desventajas y oportunidades en cualquiera de los dos caminos, pero la cuestión es si se quiere tener una industria petrolera propia y desarrollarla, o importar todo", razona un ejecutivo.

La herencia K no puede ser más ridícula. Los mismos gasoductos a Chile y Uruguay que se construyeron en los 90 para exportar ahora se usarán para importar de esos países gas licuado traído por barcos y regasificado en plantas en los países vecinos. La decisión de hacer esas carísimas instalaciones se tomó cuando en la Argentina el kirchnerismo no brindaba seguridad jurídica.