Y un procedimiento de designación riesgoso, pero constitucional. Ése es, tal vez, el resumen de lo que acaba de hacer el nuevo mandatario.
Desde que Bartolomé Mitre nombró a los cinco primeros jueces de la Corte
argentina, en 1862, ningún presidente democrático que se recuerde volvió a usar
ese método para designar jueces del máximo tribunal. Tampoco lo hizo Raúl
Alfonsín cuando regresó la democracia.
El procedimiento puede ser riesgoso, extraño, políticamente criticable por la
oposición, pero es válido. Al respecto, hay que hacer dos observaciones
insoslayables: el sistema está expresamente previsto en el artículo 99, inciso
19, de la Constitución nacional, que permite al presidente cubrir vacantes
cuando el Senado está en receso. Y esta circunstancia está presente porque el
Congreso entró en receso hasta el 1 de marzo.
La segunda observación: las designaciones que hacía la ex presidenta Cristina
Kirchner de conjueces no sólo no estaban en la Constitución, sino que
expresamente la violaban.
Vayamos a las motivaciones políticas de Macri: con el camino elegido, el nuevo presidente está diciéndole al peronismo que se siente a negociar, porque él está dispuesto a tomar decisiones fuertes.
En estos días, Macri, sin Congreso en sesiones, comenzará a dictar numerosos decretos de necesidad y urgencia, sobre todo en materia económica y de seguridad: algunos serán criticados, impugnados y llegarán a la Corte. Es mejor que la Corte esté completa con estos candidatos, antes de que aparezcan algunos conjueces por la ventana.
Por otra parte, Macri, con el anuncio de las retenciones, con las medidas económicas y con estos nombramientos, está dejando en claro que él no será un presidente débil: está dispuesto a buscar consensos, pero ejercerá el poder con fuerza.
Y, al mismo tiempo, le dice al peronismo que los nombres de Rosenkrantz y Rosatti integrarán un paquete más grande de negociación: para el 1° de marzo, cuando vuelva a reunirse el Congreso nacional, Macri ya habrá dictado numerosos DNU y el peronismo deberá sentarse a negociar en bloque y atentamente.
Macri no parece dispuesto a esperar que el peronismo defina su interna entre justicialistas y cristinistas: los está apurando. Ahora son los senadores del PJ los que tienen dos opciones: esperar que llegue el 30 de noviembre sin aprobar los pliegos, en cuyo caso se caerán los nombramientos de Rosenkrantz y Rosatti, o sentarse a dialogar y aprobar ambos pliegos o bajar alguno.
En cuanto a los nombres, Rosenkrantz no tiene actuación política. Y qué podría decir el kirchnerismo de Rosatti, que fue ministro de Justicia de Néstor Kirchner y que en un reciente congreso en Tucumán defendió las leyes de democratización de la Justicia que impulsó Cristina Kirchner y que los tribunales declararon inválidas o inaplicables.
Dos datos finales. Lorenzetti es amigo de ambos candidatos, y Macri, como señal de la buena relación que quiere mantener con la Corte, el fin de semana le había anticipado los nombres. El otro dato: el santafecino Rosatti, en la Convención reformadora de 1994, fue compañero en la bancada peronista de constituyentes del cordobés Juan Carlos Maqueda, hoy ministro de la Corte.
Las designaciones de Macri fueron bien recibidas en la Corte. Todo un gesto de convivencia.