Y esta reflexión extemporánea es para decir: ojalá, por el bien de todos, que sean ciertas y sinceras las repetidas declaraciones del presidente electo, Mauricio Macri, sobre el respeto irrestricto a la libertad de expresión. Porque dentro de un tiempo, más precisamente, cuando empiece a cometer errores, a tomar decisiones políticas controvertidas o se den a conocer situaciones comparables a la denuncia contra Fernando Niembro, el foco de la información indeseable se va a posar sobre su figura. Y estará bien. Y será lo que corresponda. Porque para no ser criticado o denunciado o cuestionado, Macri debería encabezar un gobierno perfecto, infalible, sin un solo caso de corrupción y con un índice de aprobación del 100%, lo que parece improbable, por lo menos en la Argentina.
Y una vez que baje la espuma y termine la luna de miel, Macri deberá pensar
qué decisión deberá tomar, por ejemplo, sobre sus bienes y sus próximas
declaraciones juradas. Deberá decidir, entre otras cosas, si continuar con sus
negocios y sociedades o si va a transferir toda su fortuna en vida a sus hijos y
herederos naturales. En mi opinión, no se puede ser presidente y además
continuar siendo dueño de una consultora, un hotel, una inmobiliaria o una
empresa forestal. Deberá analizar, con mucho cuidado, cómo va a continuar su
defensa en la causa de las escuchas ilegales, que todavía sigue abierta y en la
que figura como procesado. Deberá reflexionar, con detenimiento, cómo evitar
que, tarde o temprano, por ejemplo, su amigo y socio, el empresario de la
construcción Nicolás Caputo, sea comparado, injustamente o no, con Cristóbal
López o Lázaro Báez. Es posible que esto no suceda pronto. Que la información
más caliente, por ahora, pase por el rumbo de la economía y la explosiva
herencia que le está dejando el gobierno que se va. Que otra buena parte del
caudal de información sean las noticias de gestión, producidas por algunas de
las tres administraciones que ganó Cambiemos: Nación, provincia y ciudad.
Sin embargo, más tarde o más temprano habrá tensión entre el gobierno y los medios y los periodistas críticos. Más tarde o más temprano empezará a ser más valorada y escuchada la palabra de los dirigentes de la oposición que auditen la gestión y comparen las promesas con la realidad. Más tarde o más temprano alguien detectará una irregularidad en un rincón de algún organismo público, un periodista lo publicará y algunos funcionarios que trabajan con Macri sentirán la tentación de hacer lo mismo que hicieron Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Ellos, en realidad, no se privaron de nada. El ex presidente empezó como
Macri: declamó el respeto irrestricto por la libertad de expresión y recibió al
periodismo. Al poco tiempo dejó de recibir a la mayoría. Más tarde Kirchner
amplió y diversificó su repertorio de decisiones para evitar que las críticas y
las denuncias afectaran su imagen. Intentó negociar durante años las tapas del
diario Clarín. Amenazó a dueños de medios cuyos trabajadores no escribían
artículos de su agrado. Pidió cabezas de colegas a propietarios de canales y
radio. Ayudó a construir una causa contra Papel Prensa, Ernestina Herrera de
Noble, Héctor Magnetto y otros por delitos de lesa humanidad que jamás se
pudieron probar. Inventó un sistema paralelo de medios paraoficiales. Inventó
multimedios sin lectores, ni oyentes ni audiencia y los financió con dinero del
Estado. Alentó una siniestra lucha entre amigos y enemigos que instaló la
denominada grieta y que todavía sigue haciendo estragos entre quienes se
quedaron enganchados con la película del odio y se creen dotados de una falsa
superioridad moral.
Kirchner fue "protegido" por la mayoría de los medios y periodistas durante la primera mitad de su mandato, se sorprendió con las primeras críticas y reaccionó de manera desmesurada al empezar a leer insultos anónimos de los comentaristas en la Web. El innumerable ejército de ciber-K pagos, luego seguidos por militantes no interesados, fue una idea original de Néstor. Un ojo por ojo, diente por diente, en el mundo virtual. Su compañera de la política y de la vida profundizó la locura y el ataque a los medios y periodistas que no eran incondicionales.
"Nunca le voy a hacer a ninguno de ustedes lo que les hicieron Kirchner y la Presidenta", me dijo más de una vez Macri. Su futuro jefe de Gabinete, Marcos Peña, suele ir un poco más allá. Cita el decreto de necesidad y urgencia que el gobierno de la ciudad presentó cuando parecía que corría peligro la propiedad del multimedios Clarín. Explica que para Cambiemos el vínculo con los emisores de noticias no va a ser traumático en la medida en que no exista "mala voluntad", la pretensión evidente de "desinformar" o intentos flagrantes de extorsión. Peña no minimiza la influencia de los periodistas, pero pone el ejemplo de las últimas elecciones que ganó Cristina, en octubre de 2011. "Los grandes medios hicieron su trabajo y la gente votó masivamente a favor del Gobierno", destacó.
El futuro jefe de Gabinete agrega que ni Macri ni el equipo de Cambiemos tienen la obsesión con el periodismo que tenían los presidentes del FPV. Sostiene que el gobierno electo sabe diferenciar muy bien entre los "operadores" y los profesionales críticos que no se venden por una pauta ni por una primicia. Por ahora todo parece perfecto porque acaban de ganar la elección y cuentan con la adhesión masiva de la sociedad. Cientos de personas se están ofreciendo todos los días para integrar los equipos de la administración nacional o los gobiernos de la ciudad y de la provincia. Se escucha por las calles de la ciudad: "A Macri le tiene que ir bien. Hay que poner el hombro". Ojalá que a Macri le vaya bien. Pero los periodistas no estamos para ponerle el hombro. Ni al presidente electo ni a ningún dirigente político. Ése no es nuestro trabajo. Nuestro oficio consiste en informar lo inconveniente. Mostrar lo que los funcionarios pretenden ocultar. No importa que vengan del FPV, de Cambiemos o del Frente Renovador. Nosotros no buscamos votos. Ni caer simpáticos a las audiencias. Este texto, por ejemplo, es antipático y también inoportuno. Quizá, los que suponen que debemos bailar al compás del humor social no deberían leerlo. Tal vez deberían guardarlo y desempolvarlo en el momento en que lo crean oportuno. Cuando Macri deje de ser idolatrado para pasar a transformarse en un presidente más.