Esas localidades expresan una apuesta. Y delatan la debilidad de cada uno. Sobre todo la de Scioli, que llega al final de la carrera con todos los augurios en su contra. Los encuestadores coinciden en que el próximo presidente será Macri. Ni en el entorno de Scioli se discute el resultado. Los más optimistas sólo esperan un milagro. La discusión ya no se centra en la identidad del triunfador, sino en la dimensión de su victoria. ¿Por cuánto ganará el candidato de Cambiemos? Ésa es la incógnita principal de la política. Las respuestas son variadas. Van desde los 7 hasta los 15 puntos. El juego trasciende la aritmética. Macri necesita un éxito contundente para llevar adelante las reformas que permitan relanzar la economía.
Scioli aterrizará en el corazón del conurbano bonaerense: La Matanza. Para él
sería fatal perder en su provincia. El 25 de octubre obtuvo 37,28% de los votos,
contra 32,80% de Macri y 22,43% de Sergio Massa. Ahora los simpatizantes de
Massa se los repartirá con Macri. Y debe, además, compensar el derrumbe
oficialista en Lanús, Quilmes, Morón, Tres de Febrero, La Plata y Pilar. Allí
sucede lo que se creía imposible: el peronismo tiene dificultades para
fiscalizar. Por eso Scioli apuesta a La Matanza, donde el PJ quedó en pie, igual
que en Lomas de Zamora, Almirante Brown, Florencio Varela o Avellaneda. Los
intendentes de esas ciudades necesitan exhibir una buena performance para que
María Eugenia Vidal advierta con quién debe negociar.
Macri clausurará su saga en Jujuy, la provincia que consagró al radical Gerardo Morales, su nuevo amigo. Instalará su escenario en la imponente escalinata del Monumento al Indio, en Humahuaca, donde se concentrarán varios miles de personas. La liturgia pretende desmentir el terror que siembra Scioli. Habrá un ritual indígena. Sobre el palco estarán los peronistas aliados a Morales, que se alinean con Massa. Y un haz de luz destacará a los dirigentes de la CGT local, que pidieron participar. Lástima que no van Cristina Kirchner ni los chicos de La Cámpora. Se pierden una fiesta nacional y popular.
En Cambiemos nadie duda sobre el desenlace de la competencia. El debate mantuvo las tendencias electorales en la misma dirección. Sí se discute la magnitud del resultado. Los estrategas de Macri confían en que sacará más del 50% de los votos. Así subiría al podio de Raúl Alfonsín (51,75%) y la señora de Kirchner (54,11%), únicos candidatos contemporáneos que superaron esa marca. Los macristas, insidiosos, quieren que sobrepase a la Presidenta. Aunque los votos que sacó ella en 2011 eran propios, no derivaban de un ballottage. Pero las chicanas carecen de rigor.
La diferencia
Más allá de esos juegos pitagóricos, si el domingo gana Macri, será relevante la ventaja que saque sobre Scioli. El primer efecto se verificará en la transición. El pasaje de un gobierno a otro es un proceso delicado. Sobre todo cuando el poder cambia de signo. Hay experiencias ejemplares. Una de ellas fue la de Fernando Henrique Cardoso, cuando en 2002 entregó la administración de Brasil a Lula da Silva. Cardoso organizó una agenda de reuniones entre él y cada uno de sus ministros con sus sucesores. Además estableció una base de datos electrónica a la que los funcionarios entrantes y salientes accedían con la misma clave, para conocer la situación de cada área.
La transición de Cristina Kirchner también es ejemplar, pero por sus vicios.
Ella está saturando el Boletín Oficial con nombramientos. Nombra embajadores que
presentarán cartas credenciales con la firma de un ex presidente. Pretende
cubrir vacantes en la Corte y en innumerables tribunales cuando su período está
por agotarse. Y convocó sesiones extraordinarias con una agenda desconocida. La
última será el miércoles 9 de diciembre. La noche antes de irse.
El método parece un homenaje a Néstor Kirchner. El ex presidente firmó el 4 de diciembre de 2007 el decreto de renegociación del contrato de Aeropuertos Argentina 2000, que la entonces primera dama se había negado a votar como senadora. Al día siguiente, cuando le faltaban cinco para retirarse, extendió a su amigo Cristóbal López el negocio del casino de Palermo de 2017, en que vencía, a 2032. Kirchner temía que su sucesor no quisiera aprobar esas medidas. Y eso que su sucesor era su esposa.
Scioli y, sobre todo, Macri no deben esperar más consideración que la que los Kirchner tuvieron entre ellos. La pregunta es si el peronismo, sobre todo el de la Cámara de Senadores, aprobará las iniciativas que le envía la Presidenta. Este enigma es más interesante si triunfa Macri. ¿Los legisladores del PJ seguirán actuando como autómatas? ¿O registrarán el nuevo contexto abriendo una negociación con el gobierno que está por asumir? El tamaño del posible triunfo de Macri tendrá una influencia determinante porque indicará hasta qué punto se ha abierto una nueva era. Muchos senadores y, sobre todo, muchos gobernadores con influencia en el Senado resolverán qué conducta adoptar a partir de ese resultado.
Además, algunos mandatarios del PJ se preparan para encabezar desde el lunes la fila de quienes aspiran a ser vistos como los opositores racionales de la nueva administración. Uno de ellos es el salteño Juan Manuel Urtubey, quien anteayer envió un mensaje a Macri: "Tenés que ayudarnos a dar vuelta la página kirchnerista dentro del PJ".
Quiere decir que el día siguiente del ballottage, si los augures no se equivocan, podrían aparecer los síntomas tempranos de un movimiento que está en marcha: el de la renovación peronista. Gabriela Michetti, Diego Santilli, Ernesto Sanz y Gerardo Morales, principales espadas de Cambiemos en el Senado, estarán vigilando si se produce ese fenómeno.
Scioli se cansó de machacar en el tramo final de la campaña con que él es distinto de Cristina Kirchner. Sin embargo, en la provincia de Buenos Aires su transición presenta deformaciones similares. Envió al Senado un listado de 117 candidatos a jueces, entre los que figura Adriana Montoto, hermana de uno de sus empresarios favoritos, Mario Montoto, y Jorge Sappia Dussaut, socio del estudio que defiende a Antonio Stiuso. También pretende dejar consolidada antes de irse la nueva Cámara de Casación Penal, última instancia para la sanción penal de las corruptelas de su propia administración.
Sin embargo, el aspecto más curioso del traspaso del poder en Buenos Aires es que Scioli, a través de su ministro de Seguridad, Alejandro Granados, intenta dejar constituida la nueva cúpula de la Policía Bonaerense. Ayer mismo Granados intentaba reemplazar a siete comisarios generales, en tensión con el jefe Hugo Matzkin, quien aspira a permanecer en el cargo. Granados pretende gravitar sobre el futuro gobierno de María Eugenia Vidal a través de su amigo y sucesor Cristian Ritondo. El argumento de Granados y Matzkin para perpetuarse es risueño, pero repite el de todos los jefes policiales ante un traspaso del mando: "Sin nosotros no van a poder realizar el Operativo Sol".
Macri se encerrará mañana con su círculo más cercano para analizar la composición de tres gabinetes: el de Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad, el de Vidal en la provincia y el que él mismo llevaría a la Nación si se cumplieran los vaticinios. Pero la organización del personal es secundaria. La verdadera cuestión de la política es cuál será el monto de poder que conseguirá Macri si derrota a Scioli.
De esa variable depende la legitimidad de que disponga para realizar su programa de reformas. Sobre todo las más delicadas: una devaluación de la moneda cuyos efectos inflacionarios van a obligar a un pacto salarial. Varios sindicalistas se preparan para esa operación. Hugo Moyano es el primero: antes de dar algo a cambio, exige el Ministerio de Transporte.
La incógnita es significativa en otra escala. Las elecciones del domingo tienen una derivación internacional. En ellas se procesan dos problemas, sobre todo si el desenlace es el previsto. Por un lado, el nivel de acuerdo o de conflicto con que sale del poder un grupo que soñó una hegemonía. Por otro, el modo en que una sociedad que vivió en gran medida subsidiada por una ola de bonanza aumenta la competitividad de su economía. Frente a la debilidad de Dilma Rousseff, a las elecciones venezolanas de diciembre, al referéndum boliviano de febrero o al ajuste de Ecuador, la mutación que ocurre en la Argentina puede ser un espejo que adelanta. Ésta es la razón por la cual el anticipo de que pedirá la suspensión de Venezuela del Mercosur fue algo más que un gesto diplomático de Macri. También es el motivo de que desde Brasil y Ecuador envíen asesores para Scioli. No es sólo para ayudar al marketing. Visto desde Washington, Madrid o Brasilia. el ballottage del domingo es una disputa de alcance regional.