A lo largo de la historia evolutiva de las especies, una gran cantidad de cambios naturales, muchos de ellos ambientales, promovieron la extinción y el surgimiento de nuevas especies.

Desde el inicio de la Revolución Industrial, nuestras actividades productivas incrementaron año tras año la emisión de gases de efecto invernadero, responsables de acelerar el proceso de calentamiento de nuestro planeta a un ritmo mucho más rápido que el generado por los procesos naturales.

Frente a esta realidad, muchas especies de flora y fauna no logran adaptarse a las nuevas condiciones ambientales y se encaminan a una gradual extinción. Al respecto, el informe "Impacto del cambio climático en las especies" del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), difundido en la Argentina por Vida Silvestre, alerta que una de cada seis especies está en peligro de extinción debido al cambio climático. Es el caso de nuestro emblemático venado de las pampas, que habita en la bahía Samborombón, una de las zonas argentinas más vulnerables al cambio climático, afectada por el aumento del nivel del mar y las dispares sequías e inundaciones.

El informe agrega que, desde 1970 hasta hoy, se redujeron a la mitad 10.000 poblaciones de vertebrados y que está amenazado el 35% de las aves, el 52% de los anfibios y el 71% de los corales.

La cruda realidad se nos impone a los seres humanos: nuestro patrimonio natural enfrenta amenazas, entre ellas, la perdida de hábitats producto de la conversión para áreas de cultivo o urbanización, la caza furtiva y el manejo poco eficiente de las áreas protegidas, en las cuales muchas especies deberían encontrar resguardo.

Resulta primordial que los gobiernos, junto con los múltiples actores que hacen uso del territorio, articulen esfuerzos para mejorar la relación del ser humano con su entorno mediante iniciativas concretas como la promoción de la eficiencia energética, la ganadería sustentable, la restauración de los bosques y la educación ambiental.

Como responsables del cambio climático, tenemos la posibilidad y sobre todo la responsabilidad de responder rápidamente para asegurar la subsistencia de nuestra rica biodiversidad, que es también nuestra propia subsistencia.

Por Manuel Jaramillo - El autor es director de conservación y desarrollo sustentable de Vida Silvestre