Ese momento será el domingo a partir de las 21, cuando empiece el primer debate presidencial de segunda vuelta de toda la historia argentina. Su equipo lo sabe y se lo dijo. Scioli lo entiende y se tomó el asunto en serio. "Será el domingo o no será nunca", le explicó una de las tres personas que manejan la campaña. El líder de Cambiemos le ha sacado demasiada ventaja desde la noche del 25 de octubre. Entre 5 y 10 puntos, según la medidora en cuestión. Esto no quiere decir que el gobernador no pueda acercarse. Pero Scioli cometió un error mayúsculo horas después de conocerse el resultado de la primera vuelta: convalidó la campaña del miedo en la Web con la expectativa de recuperar los votos de quienes están atados a los planes sociales o cualquier otro beneficio otorgado por el Estado. No calculó que su contenido se multiplicaría por cientos de miles a través de la televisión abierta. Cuando su equipo de campaña intentó despegarse de la maniobra, ya era tarde. Trascartón apareció la Presidenta, comparó a Macri con Fernando de la Rúa y lo volvió a alejar a Scioli del voto independiente que precisa para ganar.

La oposición temía que los videos de la campaña oficial del Frente para la Victoria insistieran en el miedo. Esperaban un nuevo golpe bajo, pero más profesional. Más parecido a los spots que diseñó João Santana para Dilma Rousseff y que la ayudaron a ganar a la presidenta de Brasil en segunda vuelta. Pero Eduardo Savaglio eligió presentar un Scioli "más Scioli" que nunca: hablando más de él que de sus propuestas; criticando de manera indirecta al kirchnerismo puro al decir que la gente "no quiere más peleas". Las piezas están bien. Pero no alcanzan para empatar o ganar. Y menos para disimular el cambio de humor que expresa la nueva mayoría liderada por Macri. Por eso a Scioli, que sigue consumiendo encuestas cada 5 minutos, se lo nota tan "desangelado". Por eso algunos de los "amigos" del gobernador, en vez de revisar los errores propios, prefieren salir a la caza de periodistas no sumisos, como si el problema de Scioli fueran las preguntas de una entrevista y no el papel de Cristina Fernández, la imposición de Carlos Zannini en la fórmula o el apoyo de la Presidenta a la candidatura de Aníbal Fernández en la provincia de Buenos Aires.

Hay un amigo de Scioli que habla y se mueve como si tuviera más poder que el candidato. Hace unos días llamó al conductor Marcelo Tinelli, con su habitual tono descomedido, para pedirle algo en nombre de "Daniel". Tinelli, que en privado jamás levanta la voz, primero le advirtió: "No me gusta cómo me estás hablando". Después le cortó. La contracara de ese amigo es el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni. Es correcto, medido y acepta el intercambio de ideas. Pero Scioli termina expresando una mezcla de los dos: del prepotente y del tolerante. Y se le nota en la cara. Por eso parece que el domingo debe "matar" o "terminar de morir". Y prepara las preguntas clave para dejar a Macri sin respuesta. Porque los periodistas harán de moderadores. Pero las preguntas y los desafíos se los debe plantear un candidato al otro.

Sergio Massa, el dirigente que primero rompió el sueño de la re-reelección de Cristina y después le puso a Scioli un techo imposible de perforar, cree que sería "el mejor coach" para cualquiera de los dos. Tiene preguntas picantes para ambos. E incluso consideró pedir a los organizadores de Argentina Debate que le dejaran "redactar" una para cada uno. Todavía ese llamado no fue realizado. Massa afirma que si él fuera Scioli, le haría a Macri, por ejemplo, el siguiente planteo: "Si yo asumo como presidente garantizo que el dólar no va a costar más de 10 pesos. ¿Cómo vas a hacer para levantar el cepo de un día para el otro y no provocar una megadevaluación y un shock inflacionario que pulverice el poder adquisitivo de los salarios?". O lo desafiaría: "Yo voy a mantener los subsidios al agua, a la luz el gas y al transporte público durante un año. Después los iré quitando de manera gradual. ¿A cuánto se van a ir la luz, el gas, el boleto de colectivo y las demás tarifas con tu idea de eliminar los subsidios de un día para el otro?". Y también: "Conmigo está garantizada la paz social. Porque soy peronista y conozco a los sindicatos. ¿Qué pensás hacer cuando la inflación se desate, las paritarias no alcancen y los gremios saquen la gente a la calle?".

Massa también tiene preguntas para que Macri le haga a Scioli. Tienen un tono más irónico, pero no menos efectivo. Una sería: "Teniendo en cuenta que te impusieron a Zannini como compañero de fórmula y la presencia continua en la campaña de la Presidenta, ¿dónde vas a establecer la sede de gobierno? ¿En la Casa Rosada o en El Calafate?". O: "Si estás de acuerdo con normalizar el Indec, pagar el 82% a los jubilados que cobran la mínima, reducir el impuesto a las ganancias y bajar las retenciones al campo, ¿por qué no aprovechaste la campaña para decirle a la Presidenta que lo haga de inmediato?". Y también: "El juez Claudio Bonadio dijo que mientras tramitaba la causa Hotesur vos lo estabas buscando. ¿Es verdad que pretendiste conversar con él para lograr la impunidad de Cristina?".

Scioli sabe que el domingo puede ser su gran noche, pero tiene otro problema: para hacer preguntas capaces de incomodar a Macri debería emplear un tono altisonante, que contradice la imagen que pretende dar. En cambio, Macri no debería hacer ningún esfuerzo para escapar al combate "cuerpo a cuerpo" porque es lo que le sale con naturalidad. No se puede descartar que Scioli encuentre el tono justo y active una batería de interrogantes que dejen mal parado al jefe de gobierno de la ciudad. O, lo que es peor, que deje en evidencia su supuesta incapacidad para enfrentar el descontento social. Y tampoco se puede descartar que Macri lo empiece a contraatacar y le cuelgue alguno de los cartelitos que a Scioli lo sacan de quicio. Uno, según los resultados de los focus groups con los que trabaja Cambiemos, está haciendo efecto en la imagen del candidato del Frente para la Victoria y también en su intención de voto. Se activa cuando Macri dice algo así como: "Yo era amigo de Daniel. Y creía que lo conocía. Pero ahora se sacó la máscara. Se kirchnerizó. Se puso al frente de la campaña del miedo. Compró todas las malas prácticas de Cristina y de La Cámpora. Es una lástima. Yo creo que no se debe hacer cualquier cosa con tal de ganar una elección". Su chicana es verosímil. Sólo hay que observar lo que está pasando en Merlo o Concepción, en Tucumán, para confirmar que el "pejotismo" parece dispuesto a cualquier cosa con tal de no perder esta elección.