Uno de los refugios que el ganadero mejor conoce para sortear las devaluaciones es la retención de hacienda. Sabe moverse entre las vacas, conoce los riesgos, estima los tiempos que lleva actualizar los precios al ritmo de la devaluación y le gusta producir carne, aseguró Belisario Castillo a Revista Chacra.
A diferencia de otros comodities, el vacuno tiene la tasa de interés implícita que implica el aumento diario de peso, máxime cuando transcurre la primavera y los excedentes de producción de pasto incrementan los engordes. Si no hubiese costos de alimentación este índice rondaría el 10% mensual, tanto en un ternero como en un novillo encerrado. Descontando los costos directos la tasa termina orillando un número que roza el 40% de esa tasa de engorde, o sea que alcanzaría el 48% anual antes de restar los costos fijos.
El productor sabe que con las vacas en el campo la tormenta puede durar más o menos tiempo pero cuando escampe el capital de explotación le va a permitir al menos sobrevivir, hacer un buen negocio o incluso capitalizarse en pesos en el corto plazo.
Esto explica en gran medida que la hacienda de cría, la de invernada pero también la destinada a faena continúen acrecentando sus cotizaciones cuando la exportación prácticamente no existe y el consumo no vive los mejores tiempos en cuanto a la demanda.
A diferencia de los agricultores, la generalidad de los productores no piensa en dólares. Si uno les pregunta cuánto vale una vaca en dólares van a tener que sacar el cálculo después de la obligada contra pregunta: “¿qué dólar?”.
Seguramente tienen claro cuánto vale el maíz y cuantos kilos necesitan para producir un kilo de carne, cuantos novillos o terneros hay que vender por mes para hacer frente a los sueldos y jornales, cuantos kilos de “índice sugerido” pueden afrontar en el arrendamiento de un campo y otro sinnúmero de relaciones entre precios y costos.
No piensan en dólares porque no son propensos a atesorarlos, prefieren las vacas, o hacer un alambre, comprar unos comederos, alquilar el campo del vecino y guardar algunas hembras de más.
Por eso cuando vienen épocas de vacas flacas tienen que salir a venderlas a lo que valgan y alquilar los campos, desamparados de la ayuda crediticia que el Estado jamás les brindo en las proporciones y condiciones que necesita. Hoy la gente me pregunta quien compra terneros entre 28 y 30 pesos mientras está vendiendo gordo en 21 o 24 pesos, o un vientre en 10.000 pesos o más. Pienso que parte de la explicación está aquí.
También veo que el feedlotero que está vendiendo un novillito en 23 pesos lo pago 22 hace 4 o 5 meses y le gano también el 50% del incremento en kilos, o sea que le quedaron más de 1.000 pesos por animal que ajustados a inflación representan igualmente un buen margen en poco tiempo. ¿Qué va a hacer con el producto de esa venta si no es continuar un negocio que conoce y le dio réditos en el último ciclo? Pienso que aunque pudiese comprar dólares tampoco la haría.
Incluso el que tiene un campo mixto, frente al poco atrayente panorama agrícola y con posibilidad de tomar deuda en pesos decide sembrar menos superficie e incorporar algunos vientres como posible refugio de “lo que vendrá”.
Este complejo de comportamientos nos entrega una realidad con un ternero que aumentó más del 20% en pesos desde abril de este año, un novillo 16% más caro y los vientres preñados ajustados también en un 16% en seis meses. Por el lado de los reproductores de cabañas, ya casi finalizada la temporada fuerte de venta de toros, los promedios en precios nominales superan entre un 20 y un 30% la campaña 2014.
Estos aumentos parecerían compensar la tasa de inflación, aunque el incremento de costos fijos da por tierra esta presunción. Las obligaciones laborales, fiscales, la energía en todas sus formas, las comunicaciones, y el costo de vida del productor desnudan una realidad que recuerda los últimos años de la convertibilidad, en los cuales no había inflación pero el gasto de estructura barría toda posibilidad de renta hasta en los modelos más eficientes.
Industria Frigorífica
Por el lado de la industria frigorífica la situación es más compleja. La brutal caída del precio del cuero sumada a la falta de competitividad en las exportaciones de menudencias provocan un bajísimo ingreso por ventas de subproductos conocido como recupero, lo que en algunos casos alcanza siquiera para solventar el costo de servicio de faena.
De esta manera el negocio se reduce sólo a la compra y venta de carne como único margen para defenderse de la realidad. Hay situaciones de plantas que tienen recupero cero para sus usuarios u otras que los mantienen con algunos centavos a cambio de quedarse con masa crítica de faena, así trabajan a perdida con las consecuencias por demás conocidas que eso puede provocar en nuestro mercado.
La falta de ingresos por exportación y el aumento del 35% del costo laboral durante el último año suman a ese combinado para poner al sector en una situación de crisis que no tiene una salida decorosa en lo inmediato.
Está claro que gran parte de los empresarios frigoríficos mantienen el negocio a los tumbos mientras esperan un cambio importante de reglas de juego durante el 2016, ya sea vía devaluación, licuación de deudas, blanqueos y moratorias, créditos blandos o libre ingresos de divisas en el caso de los que tienen habilitaciones para exportar.
En este punto son grandes las especulaciones sobre quien ostentará el poder político en el próximo período. A nadie del sector escapa la realidad que los que estuvieron cerca del modelo expandieron su negocio bajo un paraguas de impunidad en cuanto a sus obligaciones fiscales y de otra índole, creándose durante los últimos 10 años verdaderos conglomerados de industrias regenteadas por no más de 3 o 4 grupos amigos del gobierno nacional, provincial (es el caso de la Provincia de Buenos Aires) o municipal.
Estos compiten deslealmente contra un sector frigorífico que trabaja en el ámbito de la ley y cumple con sus obligaciones fiscales y sanitarias apostando a una modernización de la cadena de ganados y carnes que nunca llegó.
Corto Plazo
La actualidad expone un mercado firme para las haciendas de invernada con gran demanda hacia fin de año y algo similar para la hacienda terminada, aunque el repunte más importante del gordo debería producirse recién en el verano.
Si nos detenemos en la oferta de feedlot proyectada a 2016, vemos que los ingresos a los corrales están muy por debajo de las ventas. Eso nos hace suponer una baja disponibilidad de mercadería lista para faena en el primer trimestre del año próximo, con su probable aumento de precio dependiendo del humor del consumidor para esos días.
La evidente retención de hembras durante el segundo semestre del 2015, expresada en el bajo porcentaje de esta categoría en la faena total, también augura una restricción de oferta para el año próximo. Esas terneras o vaquillonas se quedan en los campos para fabricar terneros que recién estarán disponibles en el mercado de invernada en 2017 y 2018.
La zafra de terneros 2016 podría ser algo superior a la de este año, pero el valor de esa categoría dependerá principalmente del comportamiento del precio del maíz con o sin retenciones, y las expectativas del criador en relación a los precios de la hacienda gorda.
En 2015 las fichas están jugadas, nadie va a hacer grandes movimientos en cuanto a compras o ventas si no aparece un factor externo climático o de otra índole que afecte fuertemente las expectativas. Esa especulación empezará a dejar de serlo cuando estén definidos los resultados electorales y los ganadores de esta contienda empiecen a mostrar las cartas.
Por momentos los ganaderos nos sentimos como meros espectadores de una realidad que se nos escapa permanentemente. Confío que en el futuro próximo podamos ser protagonistas de una Argentina que apunte a la racionalidad, la ética y la modernidad para el bienestar de las generaciones futuras.
Por Belisario Castillo