Prácticamente en lo que va del año, el Banco Central ha participado en el mercado de futuros del dólar. En rigor, ha venido ofreciendo contratos a futuro a valores inferiores de los niveles que podrían aceptar quienes desean comprar la moneda de EE.UU.
¿Por qué?
¿Cuál sería la razón de tan estúpido negocio? La respuesta es simple: la intención del Banco es deprimir, en la medida de lo posible, las expectativas de una devaluación de magnitud.
Así, viene promoviendo la venta de las posiciones de los tenedores para elevar la oferta presente de dólares. Pero la realidad es que, desde hace unos meses, no ha logrado ello o, al menos, no lo ha hecho en la medida de lo esperado.
¿Por qué no está pasando lo que esperan las autoridades? Es que a esta altura de la cuestión, nadie cree en una devaluación mesurada. La gente apuesta a una depreciación muy considerable pues percibe que el dólar se halla claramente atrasado, en un cuadro de severa escasez de divisas en el Banco Central.
Como la balanza comercial no puede mostrar mejoras, al menos hasta la entrada de la cosecha gruesa, la apuesta de la gente cada vez es más firme.
Con grandes lámparas encendidas se pretende hacer creer que es de día, cuando en rigor hacer rato que se terminó el atardecer.
La verdad es que tal estrategia termina siendo una suerte de subsidio a los que compran pues en los mercados del exterior, donde el Banco no puede intervenir, la tasa de devaluación estimada es cuatro veces más elevada.
La situación es compleja pues, en algún momento, deberá poner las cosas en negro sobre blanco.
Uno diría que la fecha más probable se halla en diciembre. Para ese entonces, la fiesta habrá terminado y quien deba cerrar las puertas del salón no será la actual jefa del Ejecutivo.
Allí veremos cómo se afectan los valores de los granos.