Cristina Kirchner hablará hoy en las Naciones Unidas. El interés de su audiencia está centrado en un solo tema: la muerte de Alberto Nisman, el único episodio de la peripecia doméstica argentina que resulta atractivo para la opinión pública global.

El discurso será el primero que ella pronuncie allí después de la desafortunada desaparición del fiscal. Y el último que dirija a la Asamblea General. Siempre que no se cumpla el vaticinio de Estela de Carlotto y la historia la lleve otra vez a esa tribuna. O su velado deseo de que la elijan secretaria general.

La Presidenta siempre fijó en Nueva York su posición frente al atentado contra la AMIA. Empezó condenando a Irán; en 2010 llegó a acusarlo de proteger al terrorismo; en 2011 y 2012 anunció conversaciones con Mahmoud Ahmadinejad; en 2013 comunicó un acuerdo, y el año pasado se quejó de que no se lo hubieran cumplido. Este zigzagueo también genera expectativas.

De todos modos, aunque eluda referirse al final de Nisman, la memoria de ese trágico episodio la acompañará durante el viaje. Pasado mañana, en Newseum, el centro de exposiciones que el Freedom Forum tiene en Washington, se estrenará Los abandonados, un documental sobre el crimen de la AMIA, el entendimiento con Ahmadinejad, la denuncia de Nisman sobre ese acuerdo, el misterioso deceso del fiscal y la accidentada investigación para determinar si fue un suicidio o un asesinato. El director y productor del film es Matthew Taylor.

Hasta hoy sólo ha dado a conocer este adelanto:

De la mano de Taylor, Nisman vuelve al centro de una escena de la que jamás se retiró, en plena campaña electoral. Porque a partir del jueves Los abandonados estará disponible en Internet para el público argentino. La película ordena, a través de testimonios de políticos, fiscales y periodistas, las explicaciones que dominan el discurso opositor. Es, en rigor, un homenaje a Nisman.

Comienza consignando la manipulación inicial del expediente, hasta que aparece Néstor Kirchner, que viene a rescatar la causa AMIA. Un par de videos recuerdan algo que, para estigmatizar con más comodidad a Nisman, la Presidenta intentó borrar de la memoria: el fiscal tuvo amplios poderes para tratar el caso por orden de su esposo.

La narración reproduce, por lo tanto, el argumento inicial de la denuncia que Nisman hizo contra Cristina Kirchner: la política exterior de la Presidenta, ejecutada por Héctor Timerman, traicionó la de su marido. El periodista Daniel Santoro recuerda que Kirchner exoneró a Luis DElía por sostener que los iraníes eran inocentes. Pero la voz más recurrente es la del embajador Roberto García Moritán, que fue vicecanciller de Rafael Bielsa y Jorge Taiana, y es uno de los críticos más ácidos de Timerman.

Para Taylor el giro no se entiende sin la intervención de Hugo Chávez. A pesar de que la Presidenta alegó haber pactado con Irán para evitar que la Argentina fuera instrumentada en el ajedrez internacional, Taylor sostiene que Cristina Kirchner fue una pieza en el tablero de Chávez. Para hacerlo enfoca su cámara sobre Jorge Asís y Miguel Ángel Toma. El ex secretario de Inteligencia refiere la confesión de un militar que asistió a Chávez ante los tribunales de Estados Unidos: que existieron conversaciones de su jefe con iraníes para lograr un arreglo con la Argentina; que el dinero que trasladó Guido Antonini Wilson en su célebre valija era parte del financiamiento de Ahmadinejad al proselitismo de la Presidenta, y que, a cambio, Teherán pretendía asistencia para su plan nuclear.

Contraste

El documental contrasta la imagen de la senadora Kirchner acompañando a las víctimas de la AMIA con la de la presidenta Kirchner enviando al Congreso su pacto con Irán. Vuelve García Moritán para decir que, ante una consulta iraní, Interpol aseguró que las alertas rojas contra los acusados podían ser levantadas por un pedido judicial, pero también por un acuerdo de partes. Una alternativa que el Gobierno siempre negó.

La periodista Romina Manguel describe, mientras se ve a Nisman deambular por su despacho, la decepción del fiscal ante al acuerdo. Después Taylor ingresa, con el audio de una conversación entre DElía y "Yussuf" Khalil, en la denuncia de enero pasado. Patricia Bullrich asegura que Cristina Kirchner sabía que Nisman la estaba investigando y que por eso fulminó al espía Antonio Stiuso. ¿Sería también por eso que quiso reunirse con Nisman el 26 de diciembre pasado, dos días después de jubilar a Stiuso? No pudo hacerlo porque se fracturó el tobillo. El mediador de la reunión fue Aníbal Fernández. ¿Los teléfonos de Nisman conservan rastros de estas gestiones? Enigmas.

El film pasa al deceso de Nisman y a la investigación de la fiscal Viviana Fein. Asís, Sandra Arroyo Salgado y Elisa Carrió sostienen que fue un asesinato. Carrió insiste en que la Presidenta, Aníbal Fernández y el general César Milani "ensuciaron el crimen porque fueron parte de él".

En el último tramo, la película registra la conmoción que produjo la muerte, a contraluz del manto de impunidad que se fue tendiendo con los días. El fiscal Germán Moldes detalla cómo el juez Daniel Rafecas desechó la denuncia de Nisman. Y su colega Ricardo Sáenz, como Asís, aventura que ese expediente será reabierto.

Los abandonados tiene pocos matices. Hugo Alconada Mon, por ejemplo, aclara que la investigación de Nisman sobre la AMIA, orientada por Stiuso, tiene vicios capaces de desmoronarla. Bullrich precisa que las imputaciones del fiscal contra Cristina Kirchner daban más para abrir un juicio político que para sostener una condena penal. Y Moldes advierte que no está claro si su colega murió por su propia mano o por la de un homicida. La voz del Gobierno está ausente del film.

Es muy posible que el documental haya sido concebido para la campaña. No sólo para la argentina. También para la de Estados Unidos. Taylor filmó sobre innumerables temas, que van desde Vaclav Havel hasta Marcel Duchamp. Pero su principal tarea ha sido colaborar con el Partido Republicano. En 2004 acompañó a la fórmula Bush-Cheney. Su aviso más exitoso enumeraba los cambios de opinión del entonces candidato demócrata, John Kerry, mientras lo mostraba yendo y viniendo sobre su tabla de surf.

No debería sorprender que, 11 años después, Taylor vuelva a apuntar su cámara sobre Kerry, el negociador por parte de Barack Obama del pacto 5+1 con el gobierno iraní. La impugnación de ese acuerdo es uno de los ejes de campaña de los candidatos y grupos conservadores, como Citizen United, al que el director de Los abandonados está asociado. Su película denuncia que el Estado con el que pactó Obama apañó el ataque contra la AMIA y, tal vez, la muerte de Nisman.

Taylor convocó como asesor a Douglas Farah, un investigador decisivo para ilustrar a los círculos de poder norteamericanos sobre las relaciones del kirchnerismo con la corrupción y el narcotráfico.

La adscripción política de Taylor y la colaboración de Farah pueden activar un argumento predilecto de Cristina Kirchner. Su firme convicción de que la derecha republicana, a la que pertenece Taylor, y el Estado de Israel están asociados a los malditos fondos buitre le alcanzaría para refutar Los abandonados. Ya adoptó ese razonamiento cuando reprodujo en Facebook un artículo de Jorge Elbaum. Este sociólogo y experto informático sostuvo que Nisman, igual que algunos intelectuales críticos del pacto con Irán, como Santiago Kovadloff, Daniel Sabsay y Marcos Aguinis, eran títeres de Paul Singer, el titular del fondo Elliot. Esta teoría de sesgo antisemita, para la cual el debate es alimentado por judíos que buscan plata, impulsó al nacionalista Gabriel Labaké a hacer una denuncia judicial. El juez Ercolini y el fiscal Stornelli acaban de archivarla porque Elbaum y Labaké no pudieron probar lo que decían. La Presidenta debería encontrar otra explicación. Sobre todo ahora que está por comprar aviones IAI Kfir a Israel, país al que el 1º de marzo pasado casi atribuye el atentado de 1992 contra su propia embajada. Otra vuelta de carnero.

El film de Taylor, como la denuncia de Nisman, es persuasivo por un factor elemental: la señora de Kirchner jamás pudo justificar su pacto con Ahmadinejad. Y no pudo hacerlo porque, es muy probable, desconocía la razón por la que lo firmaba: para ganar las elecciones, Ahmadinejad necesitaba demostrar que su país saldría del aislamiento porque ya no era considerado un refugio terrorista. El tratado se entiende por las necesidades de Ahmadinejad, no de la Presidenta, que fue una pieza del ajedrez doméstico iraní. Ahmadinejad, igual, fue derrotado. Y ella, que suele llegar tarde a todos lados, esta vez llegó antes de tiempo. En Irán se instaló un gobierno reformista que no necesitó negociar con la Argentina para pactar con Estados Unidos y las demás potencias.

Tampoco cabe, como reclamó Timerman, que Washington incluya a la Argentina en sus tratativas. Obama negocia políticas futuras, no crímenes pasados. Además, una comprensión muy tosca de las relaciones exteriores impidió a la señora de Kirchner advertir lo que demuestra el film de Taylor: la intersección en la cual ella comparte rivales con Obama. Pero es muy difícil percibir esa intersección si sólo se piensa en blanco y negro. Cristina Kirchner podría tomar clases con Jorge Bergoglio, que acaba de dar una brillante lección de ductilidad diplomática. Es mejor que lo haga pronto, antes de que él también le baje la persiana.

Barrilete sin cola, la trayectoria externa de la Presidenta ha logrado, sin quererlo, aquello que decía proponerse: que el crimen de la AMIA no sea utilizado como insumo de una estrategia de poder. Y es así porque, en el juego internacional de estos días, casi nadie se interesa por el caso. Por la vía del absurdo, la causa AMIA parecería servir hoy para una sola cosa: hacer justicia.