Mauricio Macri incorporó en las últimas semanas a Sergio Massa como contacto en su Blackberry, un teléfono algo pasado de moda pero que los políticos –empezando por Obama– se niegan a abandonar, convencidos de que la comunicación es más ágil pero, sobre todo, menos desentrañable para los espías. La confesión de Macri frente a uno de sus principales colaboradores de los chats a deshoras con Massa refleja una escena de los nuevos tiempos: la relación entre los principales rivales del kirchnerismo ha mejorado mucho más de lo que se cree. Ambos trabajan para que el muro que hoy los separa por la pelea electoral contra Daniel Scioli pueda derrumbarse la noche del 25 de octubre, cuando las urnas se abran y revelen si efectivamente hay balotaje. De eso han hablado al menos en tres oportunidades. Y sobre ese y otros temas han chateado decenas de veces, a espaldas de sus operadores. El chat es la herramienta predilecta de Massa, un adicto al teléfono, capaz de escribir con la velocidad de un adolescente. A Macri también le agrada: va en sintonía con su estilo de comunicación breve. O eso pensaba hasta que intercambió el PIN con Massa.
“No sabía que Sergio era tan sólido en algunos temas. Me sorprendió”. La revelación se la hizo el jefe de Gobierno a un dirigente muy cercano durante una reunión en la que analizaron la foto de ellos dos junto a Margarita Stolbizer y José Cano. Esa foto –y el pedido conjunto al Gobierno de un nuevo sistema electoral– fue posible a partir de varias conversaciones telefónicas entre Macri y Massa. Cano, la víctima principal de las denuncias de fraude en Tucumán, intuyó rápido que el acercamiento entre ellos no era de las últimas horas y apuró a los massistas: “Si van a arreglar con Mauricio, no me caguen, yo también quiero participar”.
Uno de los armadores de Cambiemos, que sostiene que es indispensable un acuerdo con Massa para el balotaje, le hizo saber al conductor del FR los elogios de su colega del PRO. Pero la respuesta de Massa fue dura: “Me faltó el respeto mucho tiempo. A mí me ningunearon, me hicieron operaciones y me quisieron comprar dirigentes”. Luego, aflojó un poco: “Le reconozco que no se la cree y algunas cosas de la gestión. Por ejemplo, que después de ocho años la Ciudad no es inunda, como sí se inunda la provincia”. Massa y Macri no tienen todas sus diferencias resueltas. Al contrario: más de una vez parece que el diálogo volverá a naufragar.Pero al menos ya no discuten quién es el enemigo.
Se necesitan para la eventual batalla de noviembre. En eso están todos de acuerdo –incluido Jaime Durán Barba– aunque Masssa ha puesto como condición que Macri diga públicamente que él también estaría dispuesto a apoyarlo si por alguna razón –que hoy ninguna encuestas prevé– la disputa termina siendo Scioli-Massa. Está claro que el tigrense peleará hasta el final para ser él. Si algo le reconocen amigos y rivales es que no se rinde nunca.
El inicio de la recomposición del vínculo, que había quedado muy dañado tras el cierre de listas de 2013, data de una semana antes de las PASO. Macri y Massa se vieron venir en un pasillo de un canal de TV. “Te pido por favor que seas caballero y lo saludes”, le rogó el vocero de Massa a su jefe.
“La soberbia que vos decías que yo tenía en 2013 es la misma que vos tuviste ahora”, le reprochó Massa. “Hablemos sin agredirnos”, le respondió Macri. La charla, de a poco, fue pasando del malestar a temas más trascendentes: la energía, el petróleo, la economía y el narcotráfico. Cada tanto los interrumpía el paso de camarógrafos y técnicos. Hasta que en un momento las luces del estudio se apagaron y ambos quedaron charlando solos, a oscuras.
“Te voy a pedir algo –le dijo Macri, cuando ya llevaban casi una hora y media de charla–. Si por alguna razón las encuestas se equivocan y en las PASO vos terminás mejor de lo que yo creo te pido que seamos cuidadosos a la hora de hablar con los medios. El enemigo está afuera”. A Massa le pareció un gesto inteligente.
Tras las primarias, en el macrismo comenzaron a mirar con cariño a la esposa de Massa. “Malena odia a Scioli. ¿A quién van a apoyar si nosotros somos la opción?”. Alguien habría tenido la tentación de sugerirle que intercediera ante José Manuel de la Sota, que también conserva viejos rencores con el alcalde porteño.
“¿Cómo va a hacer el niño bien cincuentón para entender que mucha gente tiene hambre?”. se preguntó De la Sota, el miércoles, en una cena en la casa de la familia Massa. El diputado celebró el sarcasmo. “Los votos del Gallego son míos”, confía.
¿Cuál será la actitud del PRO si Macri llega con chances a noviembre? “Hay que llamarlo a Massa y preguntarle qué quiere”, sostiene un dirigente de peso del espacio. La misma fuente se entusiasma: "¿Mirá si termina siendo nuestro ministro de Seguridad?”.
Si alguien le llevara ese mensaje a Tigre, la cosa terminaría mal. Massa ya se lo dijo a su entorno: “Yo quiero llegar al balotaje y si por alguna razón no llego, voy a intentar condicionar el rumbo del país. Yo no busco laburo”.