No es extraño que un candidato que quiere alcanzar el poder o un primer mandatario que imagina influir en su sucesión impulsen un ministro exitoso. Los ejemplos recientes abundan. Néstor Kirchner toleró, a veces de mala gana, en 2003, a Roberto Lavagna y hasta que lo ayudó a salir airoso de la elección de 2005.
Pero Kicillof llegó para sostener la ilusión de que se mantenían los mejores resultados económicos del kirchnerismo en el poder. Es decir, es un jugador que entró para "enfriar el partido" y "tener la pelota". Y sobre todo, disimular que la herencia que se dejará en diciembre será muy mala.
Pero el ministro se siente una estrella y como también es candidato a diputado quiere hacer goles. El camporismo, la militancia K, ha sido mucho menos prudente. Los candidatos "jóvenes para la liberación" y el objetivo de sostener la continuidad complican a propios como Daniel Scioli, entre cuyas filas ya hay dolores de cabeza. No parece que vaya a ocurrir como en 1989 con el candidato Angeloz, que el gobernador de Buenos Aires pida la renuncia del titular del Palacio de Hacienda si sigue aumentando el peso del lastre.
Errores brutales
Las metidas de pata de Kicillof fueron inconcebibles para alguien que ocupa su cargo y presume de sus pergaminos académicos. Y las disculpas, infantiles. Decir que tiene la lista de quienes pagan el impuesto a las ganancias y ofrecerla en público a un particular es la admisión de que está dispuesto a delinquir. Decir que fue una broma es grave. El ministro hace chanzas con la posibilidad de usar su cargo para atentar contra la privacidad.
El impuesto a los inmuebles desocupados es "una taradez" dijo luego de proponerlo y negar que dijo lo que está registrado en video. La "cadena (oficial y paraoficial) de la buena onda", con micrófonos y entrevistadores complacientes, que dejan que el ministro se explaye interminablemente, han terminado jugando en contra.
Kicillof parece no recordar que el mínimo no imponible del impuesto a los bienes personales no se ha actualizado desde 2007 y por efecto de la inflación las revaluaciones para los cálculos de tasas municipales tanto en la Capital como en la provincia de Buenos Aires muchos han pasado a pagarlo porque con una relativamente modesta propiedad exceden los 305.000 pesos.
Ese impuesto alcanza a todas las propiedades de personas, incluidos los inmuebles, estén ocupados o desocupados. Y es una injusticia enorme la falta de actualización de las escalas, junto con la de Ganancias, que llega a gravar a trabajadores y profesionales como si fueran ricos. Pero lejos de querer reparar tamaña confiscación, al ministro y candidato se le da por "hacer chistes".
Al Kicillof lo hicieron candidato, pero en el doble rol ha perdido la capacidad de siquiera intentar disimular las presiones cambiarias, la emisión y el déficit fiscal descontrolado. Su propia devaluación llegó muy rápido.