Se sabe, la presencia de malezas en un cultivo reduce la rentabilidad del sistema agrícola. “En los últimos 10 años ha sido significativo en el país el incremento en el número y distribución de especies tolerantes y resistentes a herbicidas. Los nuevos y mayores costos en los que se debe incurrir para producir en este contexto impactan en el Margen Bruto de la empresa agropecuaria, siendo este incremento en ciertos casos mayor a los 100 dólares por hectárea y de más del 100% respecto a situaciones sin presencia de estas malezas”, relató Martín Marzetti, Gerente del Programa Malezas Resistentes en AAPRESID.
Por eso, para contrarrestar el impacto, el especialista insiste en que no todas las soluciones implican el uso de más herbicidas, sino “un manejo integrado de diferentes prácticas, que requiere mucho conocimiento de los productores que deberán adaptar estrategias a nivel de lote”.
Hace pocos meses, ADAMA publicó un estudio sobre el impacto económico, macro y micro, de malezas resistentes en el agro argentino. Los autores fueron Hernán Palau, Sebastián Senesi, Luis Mogni e Iván Ordóñez, del Programa en Agronegocios y Alimentos de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.
De allí surgió que con un 90-100% de infestación en un lote se estaría perdiendo un 35% del rendimiento potencial del cultivo de soja. En el estudio, los profesionales indican que la media de pérdida de rendimiento con una infestación del 50% alcanzaría los 494 kilos por hectárea, pero el impacto es mayor en regiones de mejores rendimientos promedio y de una forma no lineal afecta con más fuerza el margen de las regiones de frontera agrícola, como el NEA, norte de Córdoba, NOA y sur de Córdoba. Esto se fundamenta en el dato de cuánto representa dicha pérdida como porcentaje del valor de alquiler del campo (en US$/ha), siendo superior al 80% en el NEA y cercano al 50% en el resto de las regiones extra-pampeanas.
Los autores del estudio sostienen que el control nacional de las malezas resistentes implica un costo adicional de 1.300 millones de dólares y que al realizar el tratamiento de malezas resistentes, el beneficio para el productor sigue siendo positivo con grados de infestación del 80%, 60%, 40% y 30%. Sin embargo, los productores no consiguen ver los beneficios con pérdidas de rendimiento inferiores al 8%, en tanto que obtienen recién un beneficio de controlar las malezas resistentes cuando el grado de infestación es del 20% o más. Sin embargo, aclaran que es una decisión que no puede posponerse más de un año, dada la rapidez con que las malezas se expanden a otros campos y otras regiones del país.
Qué pasa en el campo
La Red de Conocimiento de Malezas (REM) de AAPRESID analizó seis zonas agroecológicas diferentes: Noreste (NEA), Noroeste (NOA), Norte de Córdoba (NCba), Sur de Córdoba (SCba), Zona Núcleo (Núcleo) y Sudeste de Buenos Aires (SEBA). Para cada una calcularon los costos de producción de soja y maíz, Sin Malezas Difíciles (SMD) y Con Malezas Difíciles (CMD), donde consideraron las más mencionadas por los técnicos en los talleres de la REM.
Desde la REM consultaron a asesores referentes de cada zona sobre las estrategias efectivas de control químico utilizadas a campo. Al cuantificar los costos de los tratamientos, la presencia de las malezas implicó un aumento de los herbicidas utilizados y en algunos casos de las dosis aplicadas. El gráfico ilustra los valores de costos de herbicidas (Herb) y margen bruto (MB), para los 2 cultivos, las 6 zonas y las 2 situaciones de malezas.
Las conclusiones de la REM
El impacto que provocan las malezas en el aumento de costos en herbicidas varió entre 18 y 121 dólares, alcanzando los máximos en las zonas del NEA, NOA, Norte y Sur de Córdoba, donde las malezas difíciles tornan más negativos los márgenes, que ya vienen complicados por los bajos precios de los granos.
Hay situaciones en las que es inviable económicamente realizar un cultivo. Los márgenes brutos calculados en el relevamiento no incluyeron el costo de alquiler, con lo cual, en determinadas zonas y situaciones de malezas ya no queda margen alguno para poder pagarlo. Si pretenden conservar el valor de su propiedad, los dueños de los campos deberán ser partícipes de la solución. Por su parte, las zonas Núcleo y Sudeste de Buenos Aires son las que menor impacto manifiestan hasta el momento.
Marzetti insiste en que el manejo “reactivo” (una vez que aparece el problema), hace peligrar el negocio agrícola cuando la problemática se incrementa marcadamente. En sentido contrario, el manejo “proactivo” (antes de tener el problema) tiene costos iniciales más elevados, pero sensiblemente menores en el mediano y largo plazo. Esto involucra la limpieza de las máquinas al ingresar al lote, el control de los primeros manchones, los monitoreos permanentes y de calidad, la inclusión de cultivos de cobertura, la rotación de cultivos y de mecanismos de acción herbicidas, las dosis adecuadas y la calidad de las aplicaciones, entre otros .
Números globales
A nivel país, el estudio impulsado por ADAMA sostiene que la pérdida máxima alcanza las 17 millones de toneladas (ante un 90% de infestación), que representan una pérdida de divisas para el país de 8.800 millones de dólares. Esta pérdida máxima representaría una reducción en la recaudación sólo en retenciones de 2.500 millones de dólares, el 20% de la recaudación por retenciones del conjunto de las cadenas de agronegocios en 2013. En tanto, asumiendo un nivel de infestación promedio del 50% la pérdida sería de 10 millones de toneladas, cerca de 5 mil millones de dólares, con una caída por retenciones del orden de los 1.400 millones de dólares.