A la hora de evaluar enfermedades, ¿qué priorizar? ¿Incidencia o severidad? Conseguir cultivos de calidad es la mejor estrategia. El trigo y la cebada ya pusieron primera en el sur de la Provincia de Buenos Aires, la principal zona cerealera del país. Con el propósito de generar un espacio de actualización técnica, Syngenta llevó a cabo una jornada sobre cereales de invierno, en la que disertantes de distintas zonas abordaron todos los temas referidos a la nueva campaña, incluyendo clima, plagas, malezas y enfermedades.
La jornada comenzó con la presentación del doctor Daniel Miralles, de FAUBA, que analizó las enfermedades foliares y su efecto sobre rendimiento y calidad. “Los cultivos tienen un rinde potencial limitado por las enfermedades, pero no debemos mirar la enfermedad de manera aislada, sino ver cómo está el cultivo y cómo avanza la enfermedad. El inóculo puede estar en el suelo, en otras plantas, en rastrojo o en semilla, por eso es muy importante que las semillas estén efectivamente curadas”, sostuvo.
Además sostuvo que “las enfermedades afectan número y peso de granos”. Según Miralles, la pérdida de granos afecta directamente al rinde, ya que sólo se puede compensar hasta un 20 por ciento por aumento del peso.
“Aparecen en distintos momentos, por lo que hay que monitorear a lo largo de todo el ciclo. En general reducen el área foliar limitando la fotosíntesis, pero también puede haber daño de epidermis, estomas y tejidos, que alteran la fisiología. Por ejemplo, una mancha foliar reduce el área foliar, pero la roya, además de reducir el área, altera el sistema fotosintético. Además, la roya cambia la presión de vapor de agua en la hoja, que es como someterla a un ambiente cálido y seco. Otro tipo de enfermedades, como la fusariosis, generan daño directamente en espigas, perdiendo primero flores y luego granos”, detalló.
En otro pasaje, Miralles se refirió a una pregunta frecuente entre los productores: “¿A qué debemos poner más atención, a la incidencia o a la severidad?”. Al respecto, opinó: “La incidencia –que es el porcentaje de hojas dañadas– es más fácil de medir que la severidad, que alude al nivel de daño en esas hojas. Lo recomendable es medir ambas cosas, ya que su relación no es lineal respecto del rinde. Además, para determinar umbrales de daño económico debemos incluir costo, eficiencia del control, precio del cereal y coeficiente de daño –que es la variable más difícil de medir–, y cada lote puede tener distinto comportamiento”.
Al respecto, dio algunos ejemplos: “Para mancha amarilla, por caso, si el cultivo crece rápido puede darse un efecto dilución, es decir, el tejido sano avanza más rápido que la enfermedad. Esto hace que los modelos sean complejos, pero deben simplificarse para poder aplicarse. Otro punto importante es ver cuál es el estrato de hojas afectado. La hoja bandera concentra hasta el 70 por ciento de la radiación absorbida, por lo que resulta mucho más importante que se vea sana. En cambio, si el cultivo tiene mayor área foliar y la enfermedad está en estratos inferiores, hay mayor margen para la toma de decisión. A su vez, el canopeo es ralo o abierto, las hojas basales intervienen más y deben protegerse para no seguir perdiendo área foliar”.
Al comparar trigo y cebada, Miralles consideró que “la cebada puede entregar antes el lote, puesto que florece primero, dentro de la hoja bandera, y tiene más tolerancia a fusarium al estar protegida”. Luego agregó: “Su período crítico se produce en distintos momentos, pero siempre en Z39, donde debo tener al cultivo limpio. Si pierdo una espiga en cebada el efecto es grave, ya que el cultivo no puede compensar esa pérdida. El trigo tiene un poco más de capacidad de compensación”.
En términos de calidad, los especialistas presentes coincidieron en que en los cereales predominan las proteínas insolubles, gliadinas y gluteninas, que son las que definen la calidad panadera, y cerca del 80 por ciento del grano es endosperma, principalmente almidón. Según explicaron, las gliadinas y gluteninas en la masa del pan determinan la extensibilidad y la tenacidad. Con fusarium se afectan estos parámetros, disminuyendo la calidad y dando lugar a una toxina que afecta a los animales que la consumen, entre ellos el hombre. Además, las enfermedades afectan el peso hectolítrico y el calibre de los granos, incidiendo más tarde en el precio. En cuanto a la proteína, indicaron que no siempre desciende, puesto que al bajar el número de granos la proteína que puede destinarse a cada uno tiende a compensarse.
Gramíneas que compiten
A su turno el ingeniero agrónomo Julio Scursoni disertó sobre el manejo de avena fatua y Lolium multiflorum en cereales de invierno. Según el especialista, “aun con altísima eficacia del herbicida, la población de malezas puede seguir creciendo si no se tiene en cuenta la producción de semillas y su dispersión durante la cosecha”. Por lo tanto, indicó, “debe considerarse la dinámica poblacional de las malezas y el uso sustentable de los recursos”. El objetivo es reducir el banco de semillas, puntualizó.
Acerca de la generación de resistencia comentó: “Los herbicidas actúan en la planta porque inhiben una reacción vital para su crecimiento al acoplarse a un sustrato (normalmente una enzima) llamada sitio de acción. Por esto, no deberían aplicarse repetidamente herbicidas que afecten el mismo modo de acción, ya que se tiende a eliminar los biotipos susceptibles seleccionando los resistentes. Hay casos de resistencia múltiple, es decir, un individuo con resistencia a dos o más modos de acción. Los cultivos biotecnológicos pueden aportar resistencia a herbicidas preexistentes, pero no resuelven la resistencia en malezas”.
Al referirse a avena fatua y rye grass aseguró que se trata de las principales especies en el sudeste y sudoeste de Buenos Aires. “En los últimos años aumentó la constancia en los lotes relevados y son las malezas que más prevalecen al momento de cosecha. Además resultan importantes a causa del daño que generan sobre el cultivo, que oscila entre el 10 y el 20 por ciento con 100 plantas por metro cuadrado. Esto podría ser mucho mayor si el trigo no presentara un buen desarrollo, o si esas malezas emergieran temprano, junto con el cultivo. Muchas veces los productores desconocen los efectos de prácticas agronómicas para el control de estas malezas, como aumento de densidad de siembra, el momento de aplicación, rotación de mecanismos de acción, uso de dosis adecuadas, limpieza de maquinarias y rotación de cultivos. El desafío es aumentar estas prácticas”, explicó Scursoni.
Herramientas para lograr alta calidad
Luego, el ingeniero agrónomo Francisco Ciucci, del Servicio Técnico Syngenta, presentó el portfolio de cereales para la actual campaña y enfatizó: “La protección de cereales arranca en la semilla”.
En la actualidad se encuentra fusarium en todas las muestras de trigo y cebada, con valores de entre 90 y 100 por ciento, y también elevados valores de bipolaris. Entre los tratamientos recomendados para una protección completa se señalaron Plenus Cereales, Vibrance Integral, Dividend y Dividend Xtra. Se reportaron aumentos de 640 kilogramos de rinde gracias al curado de semillas, por aumento de plantas y espigas por metro cuadrado. En tanto, para el control de malezas durante el ciclo de los cereales de invierno se recomendaron Banvel, Axial, Peak Pack y Cerillo.
En cuanto a enfermedades, se planteó que las condiciones climáticas favorecieron su avance durante la campaña pasada, a partir de temperaturas elevadas en junio, julio y agosto, y excesos hídricos en todos los estadios del cultivo. Debería esperarse, por lo tanto, presencia de patógenos en rastrojo y suelo para la presente campaña. La mayor parte de las aplicaciones se realizó a causa de la alta incidencia de roya y mancha amarilla acompañada, en varios casos, de Septoria o septoriosis.
Además se observaron muchos lotes con elevada presencia de fusarium y roya del tallo. No obstante, la roya del tallo, tuvo menos incidencia en el rendimiento, donde las aplicaciones fúngicas se realizaron de forma preventiva o con escasa sintomatología. Según explicaron, los mejores resultados se obtienen al aplicar los fungicidas en forma temprana, con menor presión de la enfermedad, ya que en la etapa asintomática el impacto del fungicida para contrarrestar la enfermedad resulta mayor. En estos casos, los productos recomendados fueron Reflect Xtra y Amistar Xtra Gold.
El cierre de la jornada estuvo a cargo del climatólogo Eduardo Sierra, quien analizó las perspectivas climáticas para esta campaña. Según explicó, hay diversos indicadores y señales en el Pacífico ecuatorial que hacen esperar un año Niño para la campaña 2015-2016. No obstante, si bien hay un amplio consenso al respecto, en Estados Unidos predicen un Niño fuerte, mientras que en Australia pronostican uno moderado.
“El año Niño no es el mejor escenario para los cultivos de invierno, ya que suele mostrar aumento de temperatura en llenado, excesos de agua en primavera, plagas y enfermedades por encima de lo normal. Ello aumenta los costos y la logística y tiene más influencia si no hay buenos precios del cultivo”, señaló.
Sobre el final, Sierra explicó que en los últimos siete años se observaron ambientes de extremos, lluvias muy fuertes seguidas de semanas o meses secos, con mucha amplitud térmica. Y añadió: “Para esta campaña se espera un año Niño con mucha variabilidad espacial y temporal de precipitaciones y temperatura según la zona, por lo que va a haber que estar sobre los lotes, monitoreando y preparados para las contingencias”.