Algunos se preguntan si estamos locos o si somos demasiado optimistas. Creo que la respuesta es mucho más compleja, ya que combina la lucha por conservar nuestro trabajo como forma de vida, cuidar el suelo y por no contar, en la mayoría de los casos, con otra alternativa de producción.

Por la aplicación de cupos a la exportación y al consumo, al comienzo de la siembra 2015/16 quedaba un remanente equivalente al 35% de la cosecha de la campaña anterior, lo que deprimía aún más los precios internos pagados al productor. La política aplicada por el Gobierno benefició a los exportadores y a los molinos, y no al productor ni al consumidor. Dado que a pesar de que las ventas de harinas al mercado interno se mantuvieron en los mismos niveles relativos, las exportaciones aumentaron en un 50%, sin obtener ningún efecto sobre el precio de la harina y el pan. Por su parte, los exportadores solo compraron la mercadería asignada por los cupos y en el momento de la cosecha.

Como siempre hemos sostenido, el trigo destinado a pan nunca faltó. ¿Cómo se explica que un sector que llegó a producir más de 16 millones de toneladas, abasteciendo a un industria conseis millones, que destinó y sigue destinando al mercado interno 4.5 millones de toneladas, exportándose el remanente, haya estado y continúe intervenido cuando los resultados de esta acción muestran a las claras que no funcionaron?. Por eso me pregunto: ¿El gobierno nacional realmente así cree que cuida la mesa de los argentinos y la producción?

No entiendo cómo persisten en esta postura cuando con liberación de los mercados, eliminación de los cupos, ROE y de las retenciones se beneficiaría al productor quien podría recibir un mejor precio, estimular la producción teniendo un insignificante impacto en el precio del pan ($ 0.27 por kilo). Hoy el productor además de lo que se le deduce por retenciones, se le quitan hasta $0,4 por kilo de trigo producto de la intervención de los mercados.

Si no hay un cambio de política en este sentido, la decisión de los productores hará que caiga un 20% el área que se destina a este cultivo sin sembrar. Lo que es peor aún en donde la producción de trigo se vuelve una economía regional y la única opción, la decisión de sembrar o no es la de seguir en el sistema productivo o desaparecer.

Por otro lado no se entiende cómo el Gobierno no nos permite exportar y sacar del mercado no solo los cuatro millones de toneladas remanente de la campaña pasada, sino en particular 1.5 millones de toneladas de trigo de baja proteína de esa campaña que no se puede usar para pan, en beneficio de miles de productores del sudoeste de la provincia de Buenos Aires que podría significarles su continuidad como productor.

La producción triguera significa investigación, tecnología, generación de empleo, de divisas y por sobre todo de desarrollo y arraigo en el interior y más en aquellas zonas donde el trigo es la única opción.

Los productores necesitamos un verdadero cambio en la política triguera, y como primer paso la liberación de las toneladas remanentes de la última campaña. Puede ser que para este gobierno seamos poco significativos en números, pero para el productor triguero es cuestión de continuidad o desaparición.

El autor es presidente de Coninagro