En esta nota, se diferencian los subsidios económicos de los sociales, cuya relevancia es infinitamente menor, en el gasto público. El desaliento, por atraso tarifario, a las actividades de energía y transporte, sumado a estatizaciones mal evaluadas, se llevan la mayor responsabilidad. Allí es donde, tarde o temprano, habrá que “meter la tijera”.
¿Qué son los subsidios económicos?
Los subsidios económicos son aquellos que se otorgan, desde el Tesoro Nacional, de manera directa, para financiar determinadas actividades económicas o productivas cuyo resultado económico de mercado sería negativo, en las condiciones vigentes. Por ende, no se llevarían a cabo de no existir un sistema compensatorio.
Surge así la primera diferenciación con lo que normalmente se consideran transferencias a personas, familias o sistemas productivos familiares o de pequeña escala, que responden a la finalidad de la llamada inclusión social o a la creación de puestos de trabajo, sostenidos con ayuda pública (ya sea porque la actividad en sí o la localización de la misma, lo demandan para su sustentabilidad). Ejemplos de estos subsidios no económicos son la Asignación Por Hijo o los salarios que se pagan a cooperativas -por el caso de fábricas recuperadas- o los que se les dan a los consumidores, al compensar una tasa de interés inferior a la del mercado, para que puedan sostener un cierto nivel de Demanda Agregada o de actividad económica. Normalmente, estos últimos en Argentina están a cargo de la ANSES o Desarrollo Social.
Lo que nos interesa en esta nota es destacar que si no hubiera subsidios económicos, no habría déficit fiscal, por lo menos considerando la Ejecución presupuestaria del Tesoro Nacional, para el primer cuatrimestre de 2015, con la fuente de la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP). Así, podemos hacer la siguiente cuantificación:
· El resultado financiero de la Administración Nacional, fue -en el primer cuatrimestre- negativo por M$ 56.391, mientras que las transferencias de carácter económico alcanzaron los M$ 68.637. Si la comparación se efectuara deduciendo del gasto total, los pagos por intereses de la deuda, los resultados serían más contundentes aún.
· En el primer cuatrimestre, las transferencias corrientes alcanzaron el 18% del Gasto corriente total, mientras que las de capital ocuparon el 21,4% del Gasto de capital. Ambas cifras son más que contundentes y responden a -la persistencia de tarifas subsidiarias, principalmente en los sectores energéticos y de transporte más -algunas efectuadas para empresas públicas y -en una menor relevancia, para asistir a sectores productivos.
· Obviamente, las transferencias de carácter económico se efectúan principalmente a empresas públicas y a fondos fiduciarios y en menor medida al sector privado. Estas transferencias han ido creciendo prácticamente desde el fin de la Convertibilidad, en razón del congelamiento o del atraso de las principales tarifas públicas en el sector energético y en el de transporte. A ellos se agregan estatizaciones como las de Aerolíneas Argentinas o AySA.
Unos pocos números
Las transferencias económicas corrientes son el 87% del total, mientras que las de capital representan el 13%.
Entre las corrientes, la participación de los sectores es la siguiente: 70,7% energético; 25,1% transporte y 3,1% otras empresas públicas como AySA, Radio y Televisión Argentina, TELAM y finalmente un 1,1% a sectores productivos, principalmente el llamado “Sector Rural y Forestal”.
CAMMESA y ENARSA se llevan el 61,5% de las transferencias corrientes, principalmente por la importación de combustibles que el país efectúa, para suplir su déficit en materia de gas y electricidad.
Entre las transferencias de capital, se dan las siguientes participaciones: 56,5% al sector energético; 19,6% al transporte; 24,5% a Otras empresas públicas y 1,3% a sectores productivos como el forestal o el industrial.
Hay ejemplos notables, aparte de los ya mencionados, de transferencias económicas. Por ejemplo, Aerolíneas recibió, en cuatro meses, M$1.652; con lo cual lleva ejecutado el 58% del presupuesto anual corriente y registra un incremento, respecto al primer cuatrimestre de 2014, del 140%, cuando las Transferencias corrientes totales crecieron 38% en igual lapso.
Por su parte, Yacimientos Carboníferos de Río Turbio recibió, para inversión, M$ 447 con un crecimiento interanual del 352%, cuando el total de Transferencias de capital creció 39% en el mismo lapso.
Sería ocioso abundar en otros ejemplos, pero el Belgrano Cargas o Nucleoeléctrica S.A son otras joyas de proyectos de inversión seguramente inviables o pésimamente evaluados que, por decisión política, ocupan importantes segmentos del gasto de capital. La estatización no es un “paga-Dios”, sino un “paga-Tesoro”.
Finalmente, podemos decir que llama poderosamente la atención el crecimiento interanual de las transferencias corrientes al sector energético: 33%. Lo expresamos como tal, teniendo en cuenta la reducción interanual del precio internacional del barril de petróleo, superior al 40% en el lapso estudiado de ejecución presupuestaria.
En síntesis, cuando se habla de cortar subsidios, debe tenerse en cuenta que éstos son los relevantes, es decir, que los de carácter económico tienen una formidable primacía, a la hora de medir el déficit público. Es aquí donde la tijera, con la necesaria cautela, debería producir los recortes más importantes, sobre todo teniendo en cuenta los elevados porcentajes de ejecución ya alcanzados (en 2015) y el notable crecimiento que han experimentado, desde que se iniciaran las políticas de atraso tarifario que desalentaron, principalmente, la producción local de combustibles y energía.