Desde que se quedó sin posibilidades de luchar por su reelección, Cristina Kirchner dio más de una vez muestras de que preferiría como su sucesor presidencial a un representante de la nueva generación de dirigentes kirchneristas y afín a La Cámpora, como Axel Kicillof, antes que a alguien como Daniel Scioli. Pero como siempre se trató de un sueño imposible, la Presidenta pareció encontrar un consuelo: presionar desde ahora para que, si el destino del actual gobernador bonaerense es la Casa Rosada, el manejo del Ministerio de Economía continúe en manos de Kicillof.

La alternativa de que el titular del Palacio de Hacienda se convierta en compañero de fórmula de Scioli no debería ser desechada. Sin embargo, presenta dos dificultades. La primera radica en que se interpretaría como un apoyo implícito de la Presidenta a la candidatura de Scioli en desmedro de la de Florencio Randazzo, de cara a las PASO de agosto. La segunda es que podría limitar la capacidad del Frente para la Victoria para seducir a un electorado independiente que acepta cierta continuidad, pero aspira a un cambio de estilo como el que garantizaría Scioli y no Kicillof.

Nunca un ministro recibió tan significativos elogios de parte de Cristina Kirchner como Kicillof. Fue durante el acto de anteayer en Retiro, en el que la primera mandataria hizo anuncios en materia ferroviaria, con Randazzo a su lado. Calificó al ministro de Economía como su "mano derecha" y su "mejor asesor".

La predilección de la Presidenta por Kicillof había quedado de manifiesto tiempo atrás, el 1° de marzo de 2014, en la inauguración del período de sesiones ordinarias del Congreso, cuando lo tildó de "chiquitito, pero rendidor", al elogiar su tarea en las negociaciones con Repsol por la expropiación de sus acciones en YPF.

Al tiempo que la Presidenta se deshacía en elogios a su ministro de Economía, le dirigía un tiro por elevación a Scioli por su participación en el primer programa de Marcelo Tinelli: "Necesito a los hombres y mujeres de mi espacio y de la oposición discutiendo ideas, no pavadas ni pantomimas", dijo.

La lucha interna del oficialismo va más allá de la pugna entre dos hombres -Scioli y Randazzo- por la candidatura presidencial. Más que dudas, hay verdaderos temores en el cristinismo de que Scioli no sea garantía suficiente para la continuidad del proyecto. En tal sentido, llamó la atención la esforzada defensa que de las humoradas de Randazzo sobre el gobernador se hizo en el programa 6,7,8.

Lo cierto es que Scioli puede crecer cuando lo hostigan, especialmente desde el propio oficialismo. Y mucho más, cuando se interpreta que es atacado por una discapacidad física de la cual ha dado muestras de sobreponerse ejemplarmente. Aunque efectivamente no hubiera estado en Randazzo la intención de atacarlo en ese aspecto, como cuando se refirió al riesgo de "un proyecto que se quedaba manco", el ministro del Interior y de Transporte pareció escoger una metáfora desafortunada.

Probablemente otros dirigentes, como Aníbal Fernández o Julián Domínguez, no hubiesen cometido ese error, ni siquiera involuntariamente. Más allá de que ambos compiten por la gobernación y no contra Scioli, saben que el oficialismo debe correrse hacia el centro y que las posiciones extremas los alejan de un importante segmento de votantes al que se debe captar.

El kirchnerismo vive hoy una triste realidad, aun cuando pueda llegar a la victoria electoral: muchos de sus dirigentes se sienten rehenes de alguien que podría liderar aquel "proyecto manco" del que habló Randazzo.