A los 37 años de edad, luego de trabajar 13 años en el campo familiar localizado en el partido bonaerense de Saladillo, Rodolfo Nougués recibió un llamado de su padre: quería vender los dos campos que integraban la empresa agropecuaria que manejaba.
Rodolfo tenía dos alternativas: o cobraba la indemnización y salía a buscar trabajo (esto ocurrió en el 2001, una época mala) o reinvertarse, dejando de ser un trabajador profesional (es agrónomo) para transformarse en un empresario.
El padre de Rodolfo tuvo suerte. Su hijo eligió la segunda opción y desde ahí no paró ni un segundo de trabajar con la ganadería hasta convertirse en lo que es hoy: produce en 5.300 hectáreas, de las cuales dedica 4.000 hectáreas a esta actividad (con más de 4.000 animales) y 1.300 le da a la agricultura.
“Nunca me había cuestionado cuáles eran los intereses de mis padres. Pero a partir de ese momento comprendí que un aspecto clave es entender la necesidad de los propietarios de la tierra”, comentó Nougués, quien además es integrante del CREA Arroyo de las Flores.
Con la indemnización recibida, alquiló uno de los dos campos de la familia. El padre liquidó la mayor parte del rodeo de cría e invernada, con excepción de 500 vacas, que le entregó a Rodolfo con el compromiso de saldar la deuda en el término de un año.
Vivió austeramente con los honorarios de asesor. Y se propuso reinvertir todo lo generado por el nuevo emprendimiento.
Comenzó a armar un esquema forrajero intensivo con el objetivo de aprovechar cada metro del área ganadera disponible para poder entorar la mayor cantidad posible de vaquillonas de 15 meses de edad.
Así, armó un esquema de ciclo completo con corrales de iniciación para terneros y de terminación para novillos o vaquillonas de rechazo.
A partir de 2004, los precios de la hacienda y de los granos comenzaron a repuntar. Logró alquilar el sector ganadero del otro campo familiar, que inicialmente había arrendado una tía suya, y también el área agrícola presente en esa explotación.
Se sumó que comenzó a alquilar otros campos de la zona para hacer agricultura. “En el ciclo 2008/09 sembré unas 1.600 hectáreas, pero con la sequía perdí el 30% del capital total. Lo que me salvó fue haber invertido en ganadería”, recordó.
Una de las particularidades de Nougués para lograr este crecimiento fue poner en producción campos que ya no se alquilan para agricultura.
El hombre relató que los campos familiares arrendados se explotan en el marco de contratos con un plazo de 10 años, en los cuales, si bien el inquilino se compromete a realizar todas las mejoras necesarias, se reserva el derecho de cobrar las cuotas no amortizadas de las inversiones concretadas en caso de que el contrato, una vez finalizado, no sea renovado. Para calcular el valor de las amortizaciones, las inversiones se consideran en kilos de carne.
“El año pasado me ofrecieron campos a 50 kg/ha de carne que en 2013 se habían alquilado a 7 qq/ha de soja. Pero, al no tener infraestructura ganadera, es difícil ponerlos en producción”, explicó.
Ese modelo de negocios, que surgió a partir de una necesidad familiar, es ahora una herramienta útil para poner en producción establecimientos que ya no son viables para la producción agrícola, pero que no pueden regresar a la ganadería fácilmente por falta de infraestructura.
“Estoy por hacer un contrato de arrendamiento a cinco años en el que vamos a incorporar la cláusula de las amortizaciones para garantizar la realización de las inversiones necesarias”, indicó.
Por su parte, el sector agrícola del campo familiar se arrienda a 120 kg/ha de carne, mientras que otro sector dedicado a la agricultura de un campo de la zona se trabaja a porcentaje (25% del físico para el propietario).
“El acuerdo a porcentaje está diseñado en función de los intereses del propietario del campo. Al que es ganadero me comprometo a abastecerlo de los granos que necesita para su corral de terminación, de manera tal que en las rotaciones agrícolas se priorizan el maíz y la cebada”, señaló.
Y agregó que, para abastecerse de maíz en esta campaña, lo cambió por soja con una empresa agropecuaria de Saladillo. Cada una tonelada de soja entregada, Nougués recibió dos toneladas de maíz,
“Me ahorré los costos de comercialización de la oleaginosa y me abastecí del cereal para alimentar el engorde a corral que hay en uno de los establecimientos”, detalló Nougués mientras recorría uno de los campos que trabaja junto a Clarín Rural.
Además, comentó que los alquileres de campos ganaderos extrafamiliares se hacen con un plazo mínimo de cinco años.
En lo ganadero, vale la pena destacar que en uno de los campos del sistema produce actualmente casi 380 kilos de carne por hectárea/año, un número interesante.
Tiene una carga del orden de 2,20 EV sobre un área de 740 hectáreas. Este, según el productor, es el modelo a seguir por el resto de las explotaciones. La producción promedio del sistema se encuentra actualmente en 255 kg/ha.
La otra pata fundamental para poder llegar a lo que es hoy fue el manejo ajustado del rodeo y de las pasturas. En primer lugar, informó que la vaquillona a fines de septiembre registra un área pélvica de 140 centímetros y si tiene un buen desarrollo genital va a servicio. Las restantes pueden ser entoradas en el siguiente invierno, o bien venderse gordas.
En esta línea, los terneros destetados, luego de pasar unos 30 días por un corral de acostumbramiento, pasan a pasturas con una suplementación del 1% del peso vivo.
“La prioridad es hacer, en lo posible, un uso intensivo del pasto, que puede ser complementado con maíces de pastoreo en caso de ser necesario. Estamos pasando el área de verdeos a pasturas para disminuir el costo de las raciones”, explicó.
En los mejores ambientes, las praderas están integradas con cebadilla y trébol rojo o blanco, complementadas con algún verdeo de invierno (avena, cebada o raigrás); luego de dos años, se liberan para destinar el sector a la agricultura. En los bajos dulces se siembran festucas con Lotus tenuis, mientras que en los bajos alcalinos se implanta agropiro.
En esta campaña la falta de agua le está jugando una mala pasada, ya que la pradera sembrada con festuca aún no ha crecido, porque las lluvias escasearon desde febrero, cuando se sembró, hasta la semana pasada, cuando llovieron cerca de 100 mm.
Por último, subrayó que lo habitual es que los novillos se terminen en los corrales con un peso de unos 360 kilos. “Pero el sistema tiene que adaptarse constantemente a la creciente variabilidad climática”, indicó.
El suyo es un claro ejemplo de que, apostando a largo plazo y con un manejo ajustado, se pueden alcanzar buenos resultados.