Nuestro país saciaba las necesidades del mercado interno lo suficiente como para exportar un gran excedente de cereales al resto del mundo y logró ubicarse entre los principales proveedores de estos productos a nivel internacional.
Sin embargo, hoy lejos estamos de esa situación privilegiada que se encuentra a unos nada distantes 100 años de historia. Con casi el tiempo de vida de una única persona de por medio, el panorama actual no es para nada prometedor en cuanto a la producción de cereales y esto acarrea no solo problemas económicos y de abastecimiento interno sino también ambientales.
El precio futuro (Enero ’16) del trigo ronda los 149 U$D (entre 75 a 100 U$D menos respecto a los precios en EEUU a Julio ‘15) afectado por los Derechos y las Restricciones de Exportación (Retenciones y ROE). Sumado a esto, el atraso cambiario, el cepo y la inflación del país agravan las circunstancias y los costos del productor.
El rinde de indiferencia para cubrir costos totales de trigo en campos
alquilados es de 71 qq/ha (según el Ámbito Financiero) y, en campos propios,
está entre 45 y 50 qq/ha. Considerando que el promedio nacional de rinde en la
última campaña fue de 28 qq/ha, es evidente que para una gran parte de los
productores elegir este cultivo roza lo ilógico, administrativamente hablando.
Cierto es que en la zona neta triguera los rindes pueden alcanzar los 80 qq/ha
pero si tomamos como ejemplo el 2014, además de resembrar y perder has por agua
en exceso, lo poco que lograron cosechar no lo pudieron vender o mal vendieron
para cubrir parte de las deudas, con el agravante de que en esa zona la soja de
segunda no es una opción viable.
En conclusión, la única razón por la cual un productor podría optar por esta
gramínea durante el 2015 sería para mantener las rotaciones, siempre y cuando
pueda considerar una siembra de soja de segunda con cuyo margen poder cubrir las
pérdidas. No olvidemos, por otro lado, que se estima que en los campos todavía
queda aproximadamente el 50% de lo producido en la última campaña; lo cual
indudablemente afectará el precio del trigo por una cuestión de disponibilidad
en el mercado.
Hay que reparar también en que los dichos de algunos candidatos presidenciales acerca de la quita de los ROE y retenciones al trigo a partir de diciembre han puesto en alerta a muchos productores. Estaría la posibilidad de arriesgarse a la siembra este año con el objetivo de vender durante el 2016 con otras condiciones macroeconómicas y comerciales. Sin embargo, hasta octubre mucha agua pasará bajo el puente y nada está dicho aún con respecto a los resultados electorales. Conociendo a los políticos y ciudadanos argentinos, tomar decisiones a largo plazo sigue siendo una ruleta rusa.
Quienes priorizan las Buenas Prácticas Agrícolas tendrán tres caminos para
seguir: ¿Optarán por nuevas tecnologías como los Puentes Verdes que tanto viene
difundiendo AAPRESID en el último tiempo? ¿Sembrarán cebada cervecera
especulando con buenos contratos y dejando de lado las malas experiencias
pasadas? ¿O sembrarán trigo sea como sea?
Hoy por hoy qué hacer con el grano una vez cosechado en Diciembre ’15 permanece como un misterio debido al alto rendimiento por hectárea que precisaría el productor para salir hecho. Podría llegar a ser incluso un inconveniente para quienes se arriesguen a sembrarlo durante este otoño y a la hora de comercializarlo no quieran malvenderlo. Mantenerlo en el campo o en un acopio no solo es riesgoso sino que también es costoso.
Los costos de implantación y cuidado de los cultivos de cobertura son prácticamente los mismos que para el trigo o hasta se pueden reducir un poco las aplicaciones de agroquímicos durante su crecimiento. Permiten aportar una gran cantidad de materia seca a los suelos y las especies utilizadas, como la vicia, cebada o centeno, generan una buena porosidad edáfica mediante sus raíces. Al quemarse, una vez listo para sembrar el cultivo de verano (de primera o temprano si se quiere), no se tienen costos de cosecha, ni flete ni almacenaje de granos, entre otros. Pero aun así, yace la pregunta de cuántos productores están realmente en condiciones de realizar este tipo de inversiones. Los grandes probablemente sí pero los medianos y pequeños productores, los más afectados en la actualidad, dudosamente puedan hacerlo.
Podría haber una tercera opción, la cual ya los productores han intentado aprovechar en un pasado y cuyos resultados, en su momento, no fueron muy satisfactorios. A raíz de la planta que hizo maltería Quilmes en Santa Fe es posible, mas no seguro, que salga con buenos contratos durante esta campaña para la siembra de cebada cervecera. Si el precio llegara a encontrarse entre 160 y 175 U$D como se está estimando, por lo pronto se encuentra mejor posicionado que el futuro del trigo. Se trata de una simple especulación y Quilmes todavía no ha definido su política comercial para esta campaña. Además, no se puede dejar de lado el engorro que implica su comercialización ya que depende mucho de la composición del grano y su calibre. O se usa para cerveza o para comida de animales, no hay otra salida, pero al no saber cómo subsistir el productor a lo mejor se vuelca a esto esperando un diferencial por contrato.
Otra cuestión de suma importancia es la dificultad que ya se está previendo con la siembra del maíz. Los costos están por las nubes y, con los precios esperados a futuro para ese cultivo, actualmente es completamente imposible elegirlo como alternativa de verano. Sobre todo, a sabiendas de que es sumamente susceptible a las inclemencias climáticas por lo que sembrar esta gramínea implica un mayor riesgo que con otros cultivos. Incluso si se lanzaran a hacerlo, al igual que pasaría con el resto de las opciones, el paquete tecnológico se reducirá drásticamente dejando de lado prácticas más eficientes y amigables con el medio ambiente. La experiencia dice que por más que simplificar los manejos muchas veces resulte más económico y sencillo, el costo posterior es alto dado que los perjuicios generados como la resistencia genética en malezas, erosión, etc. terminan saliendo muy caros. Pero para poder aplicar los procesos más convenientes se necesita rentabilidad, dado que su costo en el corto plazo es mucho mayor que con la otra alternativa.
Entonces, sin rentabilidad en el trigo y en el maíz junto con grandes
complicaciones económicas propias de este país y el sector, ¿cómo van a respetar
las rotaciones y manejos establecidos que permiten desarrollar un sistema
productivo sustentable?
Todo indicaría que esta opción durante el 2015 será poco viable y el productor
simplemente se limitará a esperar, a “sobrevivir”, aguardando que luego de las
elecciones se produzca un cambio político-económico que les permita retornar a
los tiempos en los que trabajar el campo era riesgoso simplemente por una
cuestión climática o, a lo sumo, dependía de los precios internacionales. Poder
poseer previsibilidad mediante políticas estables y sostenidas en el tiempo que
le permitan pautar inversiones a largo plazo. Poder decidir dónde, con quién y
cuándo comercializar su producto sin que el gobierno le esté “respirando en la
nuca” para obligarlo a vender o comprar cuando a él le convenga. Volver a ser
empresas que transiten un mercado libre, sin piedras estatales en el camino.
A la vista queda en lo que están logrando convertir al ex “granero del mundo”, a una Argentina que supo ser pionera en lo que a producción de cereales respecta. En definitiva, no hacen más que arrastrarnos hacia el desabastecimiento y hacia una producción desactualizada, sin desarrollo ni aplicación de tecnologías que nos guíen hacia la sustentabilidad en todos sus aspectos.
En fin, éste es un camino seguro a la decadencia y pérdida de bienestar de todos los argentinos.
Por Florencia Abram