Llegando a Isidro Casanova por la populosa ruta 3 hay una barrera de tren que no abre hacia arriba sino para el costado. Hay que perder el miedo y cruzarla para llegar al primer local de “Mac-Rey”, la cadena de comida rápida que acaba de lanzar Alberto Samid para competir con las internacionales. El matarife, funcionario de Daniel Scioli en el Mercado Central, es experto en esquivar preguntas incómodas.
-¿Por qué le puso Mac-Rey? Parece haber robado la mitad del nombre a McDonald’s y la otra a Burger King (el “rey” de la hamburguesa) ...
-Nada que ver. ¿Sabés que quiere decir nuestro Mac? “Malvinas Argentinas Carajo” o “Mauro andá a cagar”, la que prefieras.
Aquella trompada que le propinó al conductor de TV lo hizo más famoso de lo que era antes, en los denostados noventa, cuando fue denunciado por una millonaria evasión. Quizás por eso siga tirando golpes a diestra y siniestra. No llegó a habilitar ni el segundo de los 50 locales que planea abrir y ya desafía a su competencia de muy mal modo: “Son chorros. ¿Cómo puede ser que cobren 80 o 90 pesos cada combo? Son igual a los supermercados: facturan con 200% de ganancias”, dice Samid.
La tarjeta personas de Samid, en la que también recuerda a Viale.
En el Mac-Rey de Casanova, pegado a una de las siete filiales del Mercado Central que logró abrir el empresario desde que es funcionario, comer una hamburguesa con fritas y gaseosa o cerveza (en lata o tirada) vale 35 pesos. Según Samid, sus costos no llegan a 20 pesos, pagando incluso “las cargas sociales”. Por eso, como yapa, reparte una bandejita con jamón y queso. Para los más chicos hay una “cajita del Rey”, que en vez de un juguete regala un album para completar con 10 figuritas de las diferentes razas bovinas. El premio para el que lo logre: una bicicleta.
“Yo no trabajo para el gobierno sino para la gente. Y ayudé mucho a bajar la inflación este diciembre”, argumenta Samid, en un autoelogio de su gestión. Su opinión es que la apertura de puntos de venta de productos baratos pone en evidencia los altísimos márgenes de otros eslabones de la cadena comercial. “Para mi, tuvimos mucho que ver en que los precios no subieran más. Por eso el camino es desarrollar la venta del productor al consumidor, eliminando la intermediación parasitaria”, afirma.
La gente que come en el lugar dice sentirse a gusto con la comida: es rica y de buena calidad. El matarife explica que sus hamburguesas pesan 110 gramos contra 52 gramos de la competencia. “Es como si te comieras un bife de lomo”, dice orgulloso. El local copia mal la estética de sus rivales, aunque tiene peores baños y una originalidad: unas sabrosas hamburguesas de cerdo. Pollo, en cambio, no hay.
-Esto no es como el asado, no suena muy argentino ...
-La comida rápida está incorporada acá. Pero 50% de la población no la puede pagar y hay madres que ven a sus hijos llorar cada vez que pasan por un local. Por eso abrimos: ahora hay una cadena nacional- replica Samid entre saludos y abrazos de la gente simple del Conurbano.
Es la misma gente que sigue celebrando su trompada a Mauro Viale. La misma que -a diferencia de este cronista- no se inmuta cuando recibe por su compra un ticket que dice “no válido como factura”.