En la década del 70 y los primeros años de los 80 fue uno de los cultivos preferidos de los productores argentinos. En aquella época se llegaban a utilizar para esta gramínea más de 3 millones de hectáreas con una producción cercana a las 13,2 millones de toneladas. A partir de los años 90, el sorgo se fue dejando de lado, bajando el área hasta las 500.000 hectáreas sembradas en el año 2006 con una producción de 2,4 millones de toneladas. Básicamente la decisión de disminuir la siembra de sorgo fue porque los productores veían como iban “desapareciendo” los compradores, haciéndose difícil la comercialización, en especial del sorgo granífero.
Existían dos grandes compradores de consumo que eran Bols y Hiram Walker. Ambas empresas tenían sus plantas de elaboración de alcohol para bebidas en Bella Vista –Buenos Aires-. Por aquellos días el consumo de estos dos compradores era muy importante, moviendo al mercado cada vez que salían a hacer sus compras.
Con el pasar del tiempo, fueron comprando cada vez menos dejando de ser importantes partícipes en este mercado. Además, en esos momentos aparecía la vedette de los cultivos: la soja, que ya por esos tiempos comenzaba a vislumbrarse como la estrella que hoy es.
A partir del 2007, los chacareros comenzaron a reencontrarse con el sorgo como un cultivo generador de múltiples beneficios. Como para detallar algunos de ellos, podemos indicar que amplía la capacidad exploratoria radicular, brinda mayor aporte de rastrojos, eficiencia en la utilización del agua, tiene mayor tolerancia al estrés térmico e hídrico, es un buen cultivo antecesor, genera captura de carbono, tiene bastante seguridad de cosecha, aporta fertilidad al suelo y hoy en día tiene un costo menor a los otros cultivos.
Viendo este enumerado de beneficios nadie podría negarse a sembrar esta semilla. A pesar de que fue en aumento la siembra y cosecha llegando el año pasado a una producción de 3,5 millones de toneladas, todavía estamos muy lejos de los 13 millones de la década del 70.
Cuando vemos qué está ocurriendo este año con su siembra, nos encontramos que el área a sembrarse no aumentaría, repitiéndose la cantidad de hectáreas del año pasado (1 millón de hectáreas).
Los productores argentinos que son verdaderos empresarios conocen perfectamente los beneficios que tiene sembrar sorgo. Pero en la última década, la mayoría pondera las posibilidades de obtención de ganancias en el manejo de sus campos, muchas veces dejando de lado la correcta rotación de cultivos, teniendo al sorgo como un importante participante de dicho giro.
El mercado de sorgo es pequeño, poco informado, con vicios obtenidos en los últimos años, con escasa transparencia. Todo esto hace que los chacareros inviertan en cultivos rentables y con mercados visibles, como son el trigo, el maíz y la soja. Haciendo la salvedad que tanto en el trigo y el maíz sus valores son cada vez más “manejados” por los compradores, pero al menos informados por los medios relacionados al sector. Es sencillo escuchar, mirar o leer los informes de mercados agrícolas donde tan sólo se habla de los tres cultivos mencionados y de vez en cuando se le agrega el girasol. De los precios del sorgo se informa poco y nada. Y esto no beneficia a la posibilidad de decisión de sembrarlo de los productores argentinos.
Las empresas de semillas están haciendo un esfuerzo tratando de dar a conocer los beneficios de sembrar sorgo dando charlas en el interior del país e invirtiendo en publicidad –a pesar de que los chacareros esta información la conocen.
Quizás tendrían que poner la mirada más en los problemas de la comercialización y escasez de compradores y no en convencer a los hombres de campo sobre los beneficios de sembrar sorgo.