Cristina Kirchner tal vez necesite un poco de la ayuda divina que el kirchnerismo pareció tener en los primeros años de gestión. Sin acuerdo con los holdouts no hay flujo de dólares financieros o de inversiones directas que puedan paliar la actual escasez de divisas. Los tiempos están cambiando para los países emergentes. Nada que no se haya podido prever.
Lo dijo en 2012 en una entrevista con LA NACION Guillermo Calvo, director del Programa de Administración de Política Económica de la Universidad de Columbia. Lo afirmó también en 2013 el economista jefe del BID, el español José Juan Ruiz, al presentar su reporte macroeconómico: ya no se podían esperar precios tan altos de los bienes exportables de la región.
Está ocurriendo, y el Gobierno le echa la culpa de todo "al mundo" para justificarse.
La Argentina aumentó su dependencia de energía importada en la gestión kirchnerista, que desoyó todas las advertencias. La tesis de que el déficit energético es producto del crecimiento industrial se desplomó: hay recesión prolongada y hasta despidos en las fábricas, pero el rojo energético allí sigue, succionando los dólares.
En la última edición del Council of Americas en Buenos Aires, el ministro Axel Kicillof aprovechó para descalificar a los que, según él, habían dicho ante la crisis desatada en 2008 en los Estados Unidos que no habría consecuencias para la Argentina.
Una brutal descalificación (seguramente involuntaria) para Cristina Kirchner, quien en septiembre de 2008 se ofendió en Nueva York cuando le preguntaron si la Argentina, por la crisis desatada por el colapso de Lehman Brothers, no necesitaba un "plan B". Respondió: "No hay ningún plan B, porque el plan A está en marcha y da muy buenos resultados; el superávit fiscal primario es una bandera innegociable de este gobierno y lo va a seguir siendo", para redondear en relación con los Estados Unidos: "El plan B lo necesitan ustedes".
Fue, también, en el Council of Americas, pero en su sede central.
Pocos años después no hay más superávit fiscal, el déficit energético es apabullante y deja a la economía sin dólares aun en recesión y con un invierno relativamente benigno en cuanto a temperaturas.
La abundancia de agua en el río Uruguay permitió al menos importar más de 58 GWh en la primera semana de agosto. En el mismo mes del año pasado no se había importado nada desde ese país. Pero no alcanza.
Suerte variable
La abundancia de agua que al alimentar las represas ayudó a moderar, aunque no lo suficiente, la necesidad de gas importado complica al campo. Justo cuando los precios internacionales de los granos caen, hay excesos hídricos que limitarán la producción de trigo, carne, leche y soja aun más que lo que las pésimas políticas para el sector lo han hecho.
La suerte es variable. El kirchnerismo disfrutó en sus inicios de una "supersoja", producto de la escasez por dos sequías consecutivas en los Estados Unidos. Ahora, el clima complica las cosas aquí.
Como Guillermo Calvo analizó hace ya dos años y medio: "La señal es que van a meter mano en lo que sea, y en el momento en que les vaya mal, yo creo que va a ser serio, porque si cometen errores cuando les va bien, cuando les vaya mal no sé qué es lo que va a pasar", advirtió entonces.
La monumental inundación de 1984 en la provincia de Buenos Aires llevó al entonces muy joven productor Gustavo Grobocopatel a encontrar la forma de producir sin campo propio ni máquinas propias.
La innovación fue producto de su audacia, sin duda, y según él, también de la de su padre, que le dio la oportunidad. También, de que es un especialista en el manejo de suelos. Esencial para saber qué hacer con las sales que quedan tras las inundaciones y pueden hacer fracasar la cosecha.
Grobocopatel inauguró hace poco la fantástica muestra fotográfica Ver la Tierra, en la Cámara de Diputados. "Esto es un acto político", dijo: "El campo en la Cámara de Diputados. Una gran muestra del aporte de la modernización, la innovación, las nuevas tecnologías a la riqueza del país", era la consigna.
La Presidenta, como lo previó Calvo, hizo "cualquier cosa". Volvió a la ley de abastecimiento de los tiempos de José López Rega, a quien apodaban "el Brujo". Ahora todo el poder es para el secretario de Comercio, Augusto Costa, quien podría manejar campos, fábricas y comercios a su antojo. Es un hombre de 39 años que no registra hasta los 36 un antecedente laboral importante.
Cristina Kirchner reflotó la ley del Brujo, visitó al Sumo Pontífice y parece esperar que todo lo solucione un aprendiz de brujo.