La agricultura argentina no disfruta de su mejor momento. En el aspecto agronómico, las deudas del sistema se hacen notar exigiendo estrategias cada vez más precisas y encareciendo los planteos. A esto se suman las bajas del mercado internacional para achicar los márgenes. En este contexto, Clarín Rural reunió a referentes de las cuatro principales cadenas por cultivo, para analizar a fondo el presente, pero también el futuro.
A pesar de que la cosecha récord de soja y maíz en los Estados Unidos hizo bajar el precio de los granos en los últimos meses, Rodolfo Rossi, titular de Acsoja, sigue siendo optimista. “A nivel internacional, todas las proyecciones de consumo de soja para este año se mantienen con las tasas de crecimiento de los últimos años, del orden del 5% al 7%, traccionadas principalmente por el sudeste asiático”, destaca Rossi.
A nivel local, a pesar de que transcurre una precampaña marcada por los precios bajos, la soja es el cultivo que se mantiene con las mejores ventajas comparativas. Pero eso, hay luces y sombras en el contexto actual. “Los estudios más optimistas, teniendo en cuenta los precios de mercado actuales, señalan que solo es rentable sembrar soja a 200-250 kilómetros alrededor del puerto de Rosario. Con este contexto, la soja sería inviable en la mayor parte de la superficie argentina, pero sabemos que el productor hará todos los esfuerzos por sembrarla y estimamos que se mantendrá el área con respecto al año pasado, aunque quizás con menos tecnología”, afirma Rossi.
El maíz, por su parte, se encuentra en una situación un tanto más compleja. La conjunción de los factores económicos internacionales y locales, según indicó el director ejecutivo de Maizar, Martín Fraguío, hacen que el productor se replantee si quiere hacer el cultivo, porque los costos son mayores que los de la soja.
“El productor está con muchas expectativas de hacer maíz, aunque está retenido por el riesgo de la inversión que implica sembrar un cultivo con costos en alza. Además, nadie quiere hacer un maíz de mala calidad, sino uno de alta calidad pero acotando al mínimo los costos e intentando asegurarse el máximo rendimiento y la máxima calidad”, dice Fraguío. Y para ilustrar su argumento agrega que desde hace cuatro años los primeros híbridos que se venden son los de más alto potencial de rendimiento. “Los desarrollos en la semilla de maíz le dieron al cultivo la versatilidad para sembrarse de primera, tardío o de segunda, lo que es muy favorable para el producto, ya que puede aspirar a rendimientos cercanos al potencial. La discusión ahora es cuál es la densidad ideal para cada uno de los ambientes. Se intenta variabilizar todo: plantas por metro, fertilizantes, control de malezas”, detalla el directivo de Maizar respecto de los ajustes agronómicos que estan en marcha e el cultivo.
El caso del trigo es particular, ya que, a contramano de la soja y el maíz, hay factores potencialmente alcistas a nivel global, como la mala cosecha de Francia, uno de los jugadores fuertes. Según explica Matías Ferreccio, presidente de Argentrigo, el mundo produce 700 millones de toneladas de trigo y los problemas comerciales de Francia harán cambiar el flujo de ese cereal.
“Eso es bueno, pero nosotros no lo aprovechamos porque estamos totalmente desacoplados”, explica. Y agrega: “Además, en el mercado brasilero está entrando el trigo americano, y la competencia allí va a ser muy difícil”.
Mirando la ecuación productiva de la campaña actual, según los cálculos de Ferreccio, ante una inversión en campo alquilado de unos 550 dólares para hacer trigo, se necesitan unos 4.500 kilos por hectárea para obtener rentabilidad. La vara está alta y en eso mucho tiene que ver el desacople del mercado externo que menciona el directivo de la cadena.
“El precio del trigo es menor porque la exportación está retirada del negocio. Los ROEs son definitivamente muy negativos, y los derechos de exportación son ridículos, porque hoy se perciben por este concepto apenas 250 millones de dólares”, dice Ferreccio.
En este escenario, el área triguera actual está en los mínimos históricos, rondando las 4 millones de hectáreas, a lo que se suma una pérdida esperada de alrededor del 10% por los excesos hídricos del sudeste bonaerense, el principal bastión triguero.
Mientras tanto, la capacidad local de molienda de trigo está siendo utilizada en solo un 60%.
Los excesos hídricos en la provincia de Buenos Aires también afectan las perspectivas del girasol, cultivo que ocupa generalmente unas 800.000 hectáreas en la zona. Además, la siembra del NEA -otra zona fuerte para la oleaginosa-, que aun no está cerrada, está por debajo de lo esperado. La tercera zona en potencial y superficie es el oeste de Buenos Aires y La Pampa, que probablemente hará un aporte importante.
Carlos Feoli, vicepresidente de Asagir, explica que la producción argentina de girasol en las últimas dos campañas fue de algo más de dos millones de toneladas y que la Argentina consume 600.000, pero que se va en camino a una disminución del saldo exportable. “Hay infraestructura de molienda para unos 4,5 millones de toneladas, pero falta materia prima”, afirma. Luego explica que el mercado mundial de girasol ronda los 40 millones de toneladas, y que hace no más de diez años el mercado era de entre 28 y 30 millones de toneladas. “Es decir que hubo un crecimiento un poco desmedido, lo que se reflejó en el precio. El aceite de girasol estaba a 1.200 dólares la tonelada hace un año y ahora está muy por debajo de 1.000”, dice.
Mirando con faros largos, Rossi cita tres grandes desafíos para la cadena de soja argentina en los próximos años, que sirven también para el resto de los cultivos. El primero es a nivel agronómico. “Con el manejo de las malezas resistentes se está volviendo a una agricultura diferente, no tan sencilla, en la que hace falta más conocimiento de los asesores y productores”, dice. Otro de los temas decisivos, según el directivo, es encontrar un esquema apropiado para el reconocimiento de los desarrollos científicos. Por último, Rossi menciona el valor agregado. “Estamos en una fuerte campaña para la creación de valor interno, ya que muchos de los productos se exportan sin valor en origen”, explica.
Al respecto, Fraguío afirma que la fuerza atractiva del consumo de maíz no es el mercado mundial sino que sigue siendo el valor agregado: “La transformación del grano en carne, leche o biocombustibles”.
Está claro: en momentos de crisis nada es sencillo, pero siempre hay una
salida.
Propiedad y más allá
Rodolfo Rossi, titular de Acsoja, habla de la importancia del reconocimiento de la propiedad intelectual para la llegada de nuevas tecnología en el cultivo estrella del país. “La soja promete una cantidad de eventos importantes y muchos de ellos tienen que ver con las problemáticas de malezas y de insectos resistentes. Son tecnologías que deben resguardarse”, dice Rossi. Por su parte, Martín Fraguío, director ejecutivo de Maizar, comenta que el maíz es el cultivo que tuvo el mayor aumento de rendimiento por hectárea en todos los países del mundo en los últimos quince años, y eso deviene de una enorme inversión en tecnología, tanto de semillas como de protección del cultivo. “El cambio fue total”, señala.
En esta materia también Carlos Feoli, vicepresidente de Asagir, brinda su opinión. “Hay un grupo de empresas que hizo una apuesta muy importante por la exportación de genética. El mundo mira lo que sucede acá e incluso hay cuatro empresas locales que están exportando genética a Ucrania. Sin embargo, la inversión en desarrollo está condicionada por el área que se siembre. Igual, podemos decir que la evolución fue muy grande en los últimos años”.