Por eso limita aquella libertad de las más diversas maneras.
El caótico estado de la economía venezolana, absolutamente devastada por los enormes errores de gestión y de estrategia del régimen chavista, impulsa a Maduro a multiplicar los cerrojos y las trabas de toda índole en procura de ahogar las críticas y silenciar las disidencias. En Venezuela, no existe la libertad de expresión.
Acaba de tocarle el turno a Radio Sensacional, de la ciudad de Barinas. Desde allí se emitía el programa crítico Dialogando con los vecinos, conducido por el propio alcalde de la localidad, José Luis Machín. La radio emitía noticieros y programas en los que, además, daba cabida a las denuncias de sus oyentes. Por eso el gobierno de Venezuela decidió "no renovarle" la concesión, de modo de sacar del aire a una emisora que le incomodaba.
La sociedad civil de Barinas protestó airadamente frente a la sede de la radio. Pero la concentración fue apenas algo así como un entierro, ya que la emisora no continuará con sus transmisiones.
Maduro sólo admite los aplausos, que están siempre disponibles por el dinero del Estado para generar la sensación de que su gobierno no comete errores, ni se equivoca. Todo lo contrario a una realidad cada vez más dura, que evidencia una tan lamentable como inocultable decadencia del país que dispone de las mayores reservas petroleras, que están ya hipotecadas por el elevado endeudamiento externo.
Frente a este tipo de arteras y autoritarias agresiones a la libertad, no hay espacio para el silencio. Es deber de todos denunciarlas para que, dejando de lado la falsa imagen de demócratas con la que algunos procuran vestirse, se desnude en cambio la mano autoritaria de quienes, como Maduro, no vacilan un solo instante en coartar a sus ciudadanos sus libertades esenciales.