La malvinización del conflicto judicial es más que evidente, y los dichos de Cristina Fernández, en el último acto público, luego de subirse a una moto Yamaha, incluyeron, por primera vez, el término soberanía y, después de mucho tiempo, la apelación a la memoria del ex presidente Néstor Kirchner. La mezcla de alusiones fue espesa e incluyó unos cuántos golpes bajos: el Tango 01, la Fragata Libertad, los fondos de la Anses y el cuero y los años de su compañero fallecido.
La frutilla del postre fue la discusión sobre la palabra default. Van a tener que inventar un nombre nuevo. En default se entra cuando no se paga y la Argentina pagó afirmó. En efecto, la jefa de Estado y su denominada mesa chica han descubierto, hace tiempo, que es mejor, para el gobierno, que la agenda la domine la negociación con el fondo Elliot que los escándalos de corrupción de Amado Boudou o las noticias sobre suspensiones y despidos.
De manera sorpresiva, las encuestas registran un fuerte apoyo a la intransigente manera de negociar que presenta el ministro de Economía acompañado por epítetos irreproducibles contra los llamados fondos buitres y sus socios locales. Se trata de las mismas encuestas cuyos resultados son leídos por los presidenciables Sergio Massa, Daniel Scioli y Mauricio Macri y que los atan de pies y manos para decir de verdad lo que piensan.
O para decirlo de una manera que no los haga quedar como los enemigos de la patria o del pueblo argentino. Los programas de propaganda oficial parecen más activos que nunca. Están volviendo a partir al país en dos: los que están contra los buitres y los que están a favor, como si fuera todo tan sencillo. Para colmo, los economistas más conocidos tampoco se ponen de acuerdo sobre las verdaderas consecuencias de caer en cesación de pagos a partir del miércoles que viene.
En el Frente Renovador de Massa, ha caído como un balde de agua fría el análisis del ex ministro de Economía Roberto Lavagna, quien dijo preferir el tifón que representaría este default al tsunami que provocaría el hecho de que se dispare la cláusula RUFO. Scioli sigue con atención las tratativas y desde la semana pasada parece haber recuperado el entusiasmo: sus hombres dicen que cada vez que sube la imagen positiva de la jefa de Estado, crece la intención de voto a presidente del gobernador.
Y los asesores económicos del jefe de gobierno de la Ciudad se mantienen a la expectativa y recomiendan esperar hasta el miércoles. Envalentonados por el crecimiento de Macri en las encuestas, sostienen que, cuando llegue el Día D, quedará probada la ineficiencia y la improvisación de los negociadores argentinos. Será una evidencia más, una de las tantas, de que el peronismo no puede gobernar más este país, porque lo terminará chocando, a pesar de haber contado con la soja, el viento de cola, y las mejores ventajas comparativas que haya tenido una administración nacional desde 1983 hasta ahora, dijo alguien que piensa exactamente igual al ex presidente de Boca.
La Presidenta, el secretario Legal y Técnico Carlos Zannini y Axel Kicillof esperan que el juez Thomas Griesa reponga el stay antes de caer en default, o que los representante de los fondos buitre le pidan al magistrado que deje en claro, que, en el caso de obligarlos a pagar, sería el producto de una sentencia judicial, para evitar la cataratas de juicios del 93 por ciento de los acreedores. Ellos consideran que si esto no sucede, quienes quedarán ante la Argentina y el mundo como los responsables de llevar al país al default técnico serán el magistrado o el fondo Elliot. Además analizan que, pase lo que pase, la Presidenta se podrá presentar como una negociadora aguerrida y potente.
Una verdadera estadista, por encima de cualquiera de los candidatos que hoy pelean por sucederla me dijo un ministro de este gabinete. La tensión que genera la negociación ha corrido de la agenda las consecuencias prácticas de la recesión, la inflación y la suba del dólar blue. Una vez que baje la espuma de la batalla épica volverán a aparecer los problemas de todos los días, y, presumiblemente, más agravados. Entonces regresarán la bronca, el descontento, los escándalos de Boudou y los detalles más oscuros de una negociación sin final feliz.