La inminencia de la temporada alta de ingreso de divisas por parte de exportadores pone al titular del Banco Central (BCRA), Juan Carlos Fábrega, ante la disyuntiva de aprovechar la mayor oferta para sumar reservas o compartir con el sector privado esa disponibilidad de divisas con el objeto de suavizar el parate económico. Sin embargo, tras perder u$s 13.000 millones de reservas el año pasado y u$s 3.500 millones en lo que va de este año, la posibilidad de que la autoridad monetaria resigne un sólo dólar durante la época de vacas gordas parece remota.
Cada día, la mesa de operaciones del BCRA consulta a exportadores por la cantidad exacta de divisas que planean liquidar durante la rueda para, luego, calcular cuánto dinero va a necesitar para sí misma y cuánto va a repartir, dólar por dólar, entre los privados que hacen fila para acceder a esas operaciones. Dividir una operación en varias, esperar a la próxima semana, aguantar hasta que otro cliente deba liquidar divisas para así empalmar demanda con oferta son algunas de las instrucciones que suelen recibir.
Cada rueda es un juego de suma cero en el que la entidad conducida por
Fábrega se garantiza algunas compras con las que sostener a sus reservas a pesar
de vencimientos y distribuye algunos dólares para que se curse un nivel mínimo e
indispensable de importaciones que no derrumbe la actividad económica.
Este extenuante reparto de una torta que es escasa tuvo lugar en un primer
trimestre en el que los exportadores agropecuarios, principales oferentes de
divisas en un mercado cambiario en el que no hay oferta voluntaria (el
exportador está obligado a pasarse a pesos), entraron u$s 4.429 millones en
total. A razón de u$s 1.480 millones por mes, según datos de la Cámara de la
Industria Aceitera Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC).
En enero, el BCRA vendió u$s 1.753 millones, en febrero tras la devaluación, la suba de la tasas y el retaceo importador terminó neutro y en las primeras tres semanas de marzo compró u$s 300 millones.
A partir de este mes, deberíamos ver mayores compras. Con la llegada del segundo trimestre se estima que esos mismos exportadores volcarán no menos de u$s 3.000 millones por mes entre abril y junio. La oferta, como mínimo, se duplicará.
La duda, entonces, para bancos y corredores es cómo administrará esa pequeña época de bonanza la mesa del BCRA.
En la mesa de un banco calculaban esta semana, muy a ojo, que los volvé la semana próxima de los hombres de Fábrega acumulan pagos de importaciones retrasados por unos u$s 1.000 millones. La ilusión que sostenían los operadores era que ese retraso se pusiera al día a partir de la segunda quincena de este mes, cuando arranquen fuerte las liquidaciones de sojadólares.
Una ilusión similar sostuvo el último informe de M&S, la consultora de Carlos Melconián, aunque con distintos motivos. El nuevo dato de PBI que eliminó la necesidad de pagar vencimientos de deuda por no menos de u$s 3.000 millones, especuló Melconián, permitiría cierta flexibilidad. La firma calcula que, hasta el momento, el nivel de importaciones (excluidos combustibles) van camino a caer en torno al 15% en el año, estrangulada por la escasez de dólares. Eso le cuesta a la economía una caída de 1,5% al 2% de la actividad sólo por esta causa. Una flexibilización de las importaciones podría suavizar la recesión, calcula el informe.
Hay un claro trade off entre actividad económica y reservas, dijo a El
Cronista Francisco Gismondi, analista de Empiria Consultores.
Empiria estima que en el segundo trimestre del año el complejo agroexportador
ingresará u$s 10.000 millones en concepto de liquidaciones de exportaciones. De
esos, u$s 2.500 millones serían comprados por el BCRA para recuperar sus
reservas en hasta u$s 1.500 millones, por encima de los u$s 27.000 millones
actuales (en Dujovne y Asociados calculan u$s 1.000 millones más).
La alternativa de usar estos ente u$s 4.500 millones y u$s 5.500 millones que generarían la cosecha y el no pago del PBI para suavizar la recesión a través de más ingreso de importaciones puede parecer tentadora. Sin embargo, en el Gobierno descreen de que Fábrega vaya a perder de vista el objetivo que lo puso al frente del BCRA: recuperar reservas. La calma cambiaria tiene apenas dos meses de vida, tras el derrumbe de reservas de 2013 y enero de este año. Más aún, mientras se espera que las estimaciones de ingreso de divisas se hagan realidad, una cosa es segura: cumpla o no la cosecha con la expectativas, en julio habrá terminado y la dinámica de reservas volverá a ser descendente.