Tres decisiones importantes en lo que se presenta como un intento oficial de recuperar algo de la confianza y de la pérdida de reservas del Banco Central.
El esquema, según imaginan algunos altos funcionarios, se complementaría con la presión para que los aumentos salariales en la mayoría de los gremios cierre en torno al 27%. Eso serviría para abrir la puerta a los aumentos de tarifas de luz y gas ante la imposibilidad de mantener el vertiginoso aumento de los subsidios que crecieron 34% el año pasado y que, después de la devaluación, amenazan con volver a crecer por el mayor costo de la energía importada.
Si bien nunca lo dirán públicamente, los funcionarios reconocen que el impacto recesivo del shock combinado de devaluar y llevar las tasas de interés al 29% anual les ayudó a estabilizar el dólar oficial en torno de 8 pesos pero le pegó fuerte al nivel de actividad.
Ahora están en baja todos los sectores que venden productos con precios ligados al dólar, que en 2013 jugaron a favor del consumo por el retraso cambiario y con sueldos subiendo por encima de la inflación.
La venta de autos cae más de 20%, la de motos chicas entre 10 y 15%, y los electrodomésticos en torno de 15%. Y en el Banco Central están contentos por la caída en las compras de dólares para hacer turismo en el exterior.
Los técnicos del Central dicen que antes de enero vendían a razón de US$ 1.000 millones mensuales para hacer turismo afuera y que ahora la demanda bajó a unos US$ 500 millones.
También afirman que después de que se entreabrió la puerta para comprar dólares con destino al ahorro, se vendían unos US$ 90 millones al mes y que ahora no pasan de los US$ 25 millones mensuales.
La devaluación (allegados al ministro Kicillof dicen que con el dólar oficial a 8 pesos las economías regionales ya recuperan oxígeno) y las subas de las tasas empezaron a derramar consecuencias por toda la economía.
La consecuencia más palpable fue el salto inflacionario y por eso, en parte, se entiende el empeño oficial de endurecer la discusión con los docentes ofreciendo un aumento salarial de 22% que pueda servir cómo ancla imaginaria para encarrilar la discusión paritaria, que cobrará intensidad en las próximas semanas.
Probablemente el Gobierno termine ofreciéndole a los docentes 25% y los gremios, muchos amigos del oficialismo, podrían aceptarlo con el guiño de que la provincia de Buenos Aires se estire hasta 28% de mejora.
Esos podrían ser los límites de una negociación que pasó para el lunes, después de que la Presidenta inau gure el año legislativo, y que el Gobierno pretendería cerrar lo más rápido posible no sólo para que las clases comiencen en fecha sino, también, para tomar distancia de la difusión del índice de precios de febrero cuando la credibilidad de esa estadística oficial volverá a estar a prueba.
En este malabar chino en el que, como en el circo, hay que mantener todos los platos girando arriba de las varas, la apuesta al fin del primer cuatrimestre estará focalizada en que el Banco Central logre un puente hasta la llegada de los dólares de la exportación de soja. Y consiga mantener el dólar en 8 pesos, algo que, si los aumentos salariales son menores a 30 por ciento, se transformaría en un ancla para moderar la inflación.
De ahí en adelante, vendrá otro dilema oficial: la suba de las tarifas de luz, gas y transporte para intentar reducir los subsidios y un déficit fiscal que, hasta con la generosa emisión de billetes del Banco Central, les cuesta cubrir.
El problema de descongelar tarifas que datan de 2002 es que las cifras atemorizan.
Un cálculo de la consultora abeceb.com resulta muy ilustrativo: sin subsidios, la factura bimestral de luz de un hogar en el AMBA pasaría de $ 67 a $ 550 (720%). Mientras que en Córdoba y Santa Fe la boleta aumentaría de $ 400 a $ 900.
Desde ya que la suba no debería ser ni de una vez ,ni para todos los usuarios en forma indiscriminada, pero la demora en las decisiones no ayudaría a la estabilidad.
Después del cierre de paritarias, el dólar oficial de $ 8 pasaría a la historia y el Central volvería a la "flotación administrada" pero con la idea de que el retraso cambiario ya no formará parte este año de la agenda oficial.
Con dólar quieto ahora y moviéndose en 60 días hay un dato nuevo que juega a favor de la apuesta para recuperar reservas (aspiran a que a fin de año vuelvan a los US$ 30.000 millones, desde los US$ 27.700 millones en que rondan en estos días) y es el precio de la soja.
La tonelada de soja está en US$ 510 y ya subió 8% desde que el jefe de Gabinete pronosticó una caída del precio en el intento de convencer a los exportadores que liquiden divisas.
Una vez más, la soja juega a favor y otro tanto pasa con la economía internacional.
Brasil sigue revaluando su moneda y la tasa de interés de largo plazo en EE.UU. lejos de subir, está en un suave descenso. Los bonos del Tesoro de EE.UU. rinden 2,7% cuando a fin del año pasado estaban en 3% anual.
Curiosamente, el equilibrio económico argentino sigue padeciendo la escasez de divisas cuando, en la parte del mundo en que se desenvuelve, parecen sobrar.
En la búsqueda de divisas por fuera del balance comercial (favorecer exportaciones y restringir la importación) se inscribiría el pago en bonos por US$ 5.000 millones por el 51% de YPF.
Si bien aún no hay señales, una YPF sin conflicto con Repsol podría tener una mejor calificación crediticia que la Argentina.
Y, aunque todavía ningún funcionario habla del tema, tanto en la petrolera como en los bancos internacionales empezaron a afilar el lápiz. Después de todo, los dólares son dólares vengan por un festival de bonos o por vía de la petrolera ahora pagada.