Definirán el grado de confianza en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y hasta qué punto los gremios afines al kirchnerismo están dispuestos a "sacrificarse" por la fuerza gobernante. El peor de los escenarios pasaría por un aumento de la conflictividad sindical, que termine debilitando a las autoridades nacionales.
Mientras desde sus usinas mediáticas el oficialismo acusa a las empresas de pretender bajar los salarios, el Gobierno intenta tan paradójica como desesperadamente persuadir a los sindicalistas de la CGT liderada por Antonio Caló de moderar sus aspiraciones de mejoras salariales.
Entre los argumentos que el sindicalismo escucha de boca de funcionarios del Gobierno hay uno que señala que si los acuerdos salariales para 2014 superan por mucho el 25% el riesgo de una "espiralización" que termine en mayores aumentos de precios sería muy grande, mientras que si se negocian mejoras inferiores al 25% las expectativas inflacionarias descenderían.
Ha trascendido que el Gobierno esperaría la finalización de las negociaciones
paritarias para operar una reducción de los subsidios en la luz y el gas
Un segundo argumento que escuchan los sindicalistas, en este caso tanto por
parte de funcionarios como de empresarios, es que no pocas pequeñas y medianas
empresas no estarían en condiciones de dar aumentos salariales muy elevados
manteniendo al mismo tiempo el nivel de empleo actual. Según esta tesitura, el
fantasma de los despidos rondaría las negociaciones salariales.
Hombres del Gobierno intentarán convencer a los sindicalistas de que, en las últimas semanas se ha conseguido "domar al dólar y empezar a domar los precios de la canasta familiar con los Precios Cuidados".
Pero frente a ese mensaje oficial, asesores sindicales advierten que la estabilización del dólar se consiguió a fuerza de una suba de las tasas de interés que, sin duda, tendrá efectos negativos en la actividad económica de algunos sectores, al tiempo que el esquema de Precios Cuidados muestra demasiadas falencias. En efecto, en no pocos comercios se advierte escasez de algunos de los productos de consumo masivo con precios controlados.
Para colmo, ha trascendido que el Gobierno esperaría la finalización de las negociaciones paritarias para operar una reducción de los subsidios en la luz y el gas, lo cual implicaría un aumento en las facturas que deberán pagar los hogares familiares por esos servicios.
Así las cosas, el sindicalismo más afín al kirchnerismo se encuentra hoy en una disyuntiva. Sus dirigentes saben que si piden poco en las negociaciones paritarias, podrían quedar desubicados, especialmente en aquellos sectores donde las comisiones de base gremiales exhiben cierta rebeldía frente a las cúpulas sindicales. Del mismo modo, intuyen que si piden mucho estarán tensando la situación, alentando una carrera entre precios y salarios, y amenazando el nivel de empleo actual.
Una alternativa que podrían barajar algunos gremios es la de instrumentar
cláusulas "gatillo", que permitan reabrir la discusión salarial si en
determinado momento la inflación supera con creces las expectativas planteadas a
la hora de fijar el porcentaje de aumento salarial
Una alternativa que podrían barajar algunos gremios es la de instrumentar
cláusulas "gatillo", que permitan reabrir la discusión salarial si en
determinado momento la inflación supera con creces las expectativas planteadas a
la hora de fijar el porcentaje de aumento salarial. Fuentes empresariales se
oponen a esta modalidad, porque las cláusulas "gatillo" terminan generando una
enorme volatilidad en el esquema de costos de las empresas.
¿Qué hará el sindicalismo, entonces? Por ahora, aguardar la definición de la negociación entre el Estado y los docentes. En segundo lugar, esperar todo lo que se pueda hasta que se aproxime el vencimiento de los convenios salariales vigentes, que según la actividad de la que se trate, concluirán entre marzo y junio.
Algunos gremialistas aprovecharán esos meses para monitorear la evolución de la inflación. El Gobierno, por su parte, tratará de presionar a gremialistas y empresarios para que esas negociaciones se adelanten, con la esperanza de apurar los tiempos y posibilitar acuerdos salariales moderados que permitan quebrar las expectativas inflacionarias.
En el fondo, además de decidirse cuánto se llevará al bolsillo cada trabajador, en el actual proceso de negociación salarial quedará evidenciado el grado de persuasión de un gobierno que se acerca al final de su ciclo y en qué medida están dispuestos a acompañarlo los dirigentes sindicales que tradicionalmente se movieron bajo la sombra del poder.