Desde el día viernes pasado, la sociedad argentina asiste perpleja al anuncio de nuevas medidas referidas al mercado cambiario. Es claro que no cambian prácticamente en nada el esquema de cepo y que las mismas siguen un esquema intervencionista y de control que -de acuerdo a lo que enseña la teoría y la experiencia- tiene escasas probabilidades de éxito.
Más grave aún, las marchas y contramarchas que en menos de 24 horas se han sucedido respecto a las medidas tomadas, sumadas a claras y públicas divergencias entre las autoridades de Economía y las del Banco Central- no hacen más que aumentar los niveles de incertidumbre que a lo único que llevan es a exacerbar la demanda del dólar informal, tensionar hacia la suba los precios internos y afectar negativamente los niveles de actividad.
Las marchas y contramarchas que en menos de 24 horas se han sucedido respecto a las medidas tomadas no hacen más que aumentar los niveles de incertidumbre.
Pareciera, pues, que ha llegado la hora de plantearse seriamente un cambio respecto a la actual política económica que lleve a implementar estrategias ya probadas para este tipo de escenarios con inflación creciente, déficit público en aumento, niveles de actividad en franco retroceso, controles de cambios, precios "vigilados" y limitaciones al comercio exterior, entre otras características.
Resulta evidente que con parches, controles y contramarchas no es posible corregir todos estos desequilibrios. Para ello, una vez más, sería necesario implementar un plan integral de estabilidad que comprendiera la totalidad de las variables monetarias, fiscales y cambiarias, de manera que todas ellas sean consistentes entre sí y tengan como objetivo lograr, en el mediano plazo, un crecimiento sostenido con estabilidad de precios.
Para poner en marcha un plan de este tipo, es condición imprescindible generar confianza en los mercados para lo cual -a su vez- sería necesario que el Gobierno dispusiera de un elevado poder político y contara, simultáneamente, con un equipo económico de alto nivel profesional y suficiente experiencia respecto al funcionamiento real de los mercados. Pareciera que, al menos por ahora, estas condiciones no están dadas.