En términos conceptuales, en este breve período, se ha producido una crisis del "modelo de delegación" del poder, iniciado con la reorganización del gabinete realizada a fines de noviembre.

La Presidenta finalizó entonces su licencia por razones de salud y por prescripción médica, debía realizar una actividad limitada evitando incluso las tensiones.

La designación de un Jefe de Gabinete "fuerte" que asumiera la gestión diaria del gobierno, quedando reservadas a la Presidenta las grandes decisiones y un ministro de Economía "fuerte" que evitara las disputa dentro del equipo económico, para eludir a la Presidente la intervención constante para resolverlas, fueron el modelo elegido para la reasunción.

En mi opinión era claro que era difícil que este modelo funcionara. Primero, porque el jefe de gabinete en casi 20 años de existencia del cargo, nunca tuvo poder. Y no lo tiene, porque la Constitución no se lo da. Dirigir un gobierno, sin designar y remover los ministros, no es fácil. Segundo, porque el estilo de liderazgo de Cristina Kirchner, que genera una hiperconcentración de las decisiones, hace muy difícil una delegación efectiva.

Ya el conflicto policial marcó el inicio del desgaste de Capitanich y el reciente episodio, con su desautorización al rechazar la Presidente a través de Kicillof la iniciativa de enviar al Congreso el proyecto para incrementar el pago del impuesto a los bienes personales, lo ha reafirmado.

Pero al mismo tiempo, se ha definido el conflicto por la concentración del poder en el área económica del gobierno. Hasta que asumió el actual Ministro, había cuatro figuras compartiendo su conducción: el Ministro, el Presidente del Banco Central, el Secretario de Comercio y el titular de la AFIP.

Al asumir Kicillof, logró el reemplazo de la Presidente del Banco Central y el Secretario de Comercio, desplazó a los funcionarios de su predecesor, mantuvo y afianzó su control sobre el área económica de la Cancillería y sólo falló en desplazar al titular de la AFIP al que solamente logró debilitar.

Ahora Kicillof parece haber logrado debilitar más a Echegaray seguramente irá por su cargo. Se ha dado así al mismo tiempo la crisis del modelo de delegación en el Jefe de Gabinete y la concentración de poder en Kicillof y todo ha transcurrido en menos de un mes y medio.

Ha quedado claro que es él quien más influencia puede tener hoy en las decisiones de la Presidente y no sólo respecto a la Economía.

Todo ello sucede cuando la limitación de salud de la Presidente sigue siendo una realidad que habría llegado a postergar la Cumbre de Presidentes del Mercosur de Caracas del 17 al 31 de enero, cuando la inflación mensual es la más alta en dos décadas y el dólar paralelo roza los 11 pesos.

Pero seguramente la Presidenta como es su característica redoblará la apuesta y buscará hacerlo con mayor ejercicio de poder, aunque la realidad pueda aconsejar otra cosa.