Todos estudiamos que en un mercado cualquiera, el precio de un bien o
servicio se fija donde se igualan la oferta y la demanda. Esto determina un
precio (P0) y una cantidad (Q0) en la que todo lo que se produce se compra.
En nuestra historia (y durante este gobierno también) se han fijado precios
máximos y, en Economía I, lo que uno aprende es que a ese valor menor que el que
fijaría el mercado, los productores querrán ofrecer menos (Q1) y los
consumidores querrán adquirir más (Q2), ya que el precio es más barato. Por
supuesto, eso genera una brecha que la gente conoce como desabastecimiento. Es
decir, góndolas vacías o el famoso “sólo se puede llevar uno por persona”. Nada
nuevo en la larga experiencia que tenemos los argentinos con las nefastas y
persistentes políticas populistas.
Un caso emblemático de esto es el actual cepo cambiario. Durante 2011, el
gobierno incrementó el gasto primario (32%) muy por encima de lo que permitían
sus ingresos. Por lo tanto y ante la inminencia de las elecciones, exprimió al
Banco Central (BCRA) que, para poder transferirle lo que le demandaba, empezó a
cobrar un mayor impuesto inflacionario a los argentinos. Esto significaba
depreciar fuerte la moneda local; lo cual impulsaba al alza la demanda de
dólares y, por ende, su precio. Como el gobierno no quería mostrar una fuerte
devaluación, con su costo en el alza de la canasta básica que consumen los
sectores de menores ingresos, el BCRA contuvo su alza. Es decir, puso un precio
máximo.
Como vimos antes, esto generó una menor oferta de divisas (Q1) y alentó aún más la demanda (Q2). Para que no terminara en desabastecimiento, el BCRA tuvo que proveer de sus reservas la moneda extranjera faltante (la diferencia entre Q1 y Q2) y perdió US$ 6.022 millones durante 2011. Pasadas las elecciones, en vez de contener el aumento del gasto y dejar de expoliar al BCRA, el gobierno decidió cambiar su Carta Orgánica para diluir las pocas restricciones que todavía quedaban para que pudiera seguirle financiando sus excesos de erogaciones. Por lo tanto, o el BCRA continuaba perdiendo reservas o forzaba una baja de la demanda (a D2), cosa que hizo instalando el cepo y sacando del mercado cambiario oficial a los particulares y parte de los requerimientos de las empresas. Por lo tanto, al principio, dejaron de perder reservas e, incluso, hasta compraron dólares.
El problema es que siguieron emitiendo a más no poder y depreciando el peso.
En la medida que el tipo de cambio oficial no reconocía esa pérdida de valor,
volvió a transformarse en un precio máximo, por debajo del que equilibraba el
mercado oficial, y el BCRA tuvo que volver a abastecer el faltante de oferta.
Conclusión, en la actualidad no tenemos escasez de dólares, sino un
desabastecimiento que cubre con su stock el BCRA. El problema es que éste se
acaba y sobrevienen las crisis. Por eso, es que han aumentado el ritmo de la
devaluación o, lo que es lo mismo que incrementar el precio máximo, para reducir
la brecha a cubrir; aunque resulta insuficiente y, con esa sola decisión, no
basta.
Otro caso emblemático de este gobierno es lo que sucede con la energía. Se
fijaron precios máximos al petróleo y el gas, lo cual incrementó fuerte la
demanda y redujo la oferta. Al principio, para evitar el desabastecimiento se
restringió la exportación y se les pusieron elevadas retenciones. Así se volcó
al mercado interno, parcial o totalmente, lo que antes se vendía al exterior. El
problema es que a esos precios, no era conveniente invertir (léase: buscar
nuevas reservas) y es así como nos fuimos comiendo el stock de hidrocarburos
disponible. Acá estamos y las soluciones van en el mismo sentido. Podemos
identificar a otra tanda de funcionarios economistas que serían bochados en
Economía I.
En el negocio de la generación y la electricidad pasó algo similar. Al
principio, el precio máximo del congelamiento de las tarifas se hizo a costa de
las ganancias o pérdidas de las empresas. Cuando esto fue imposible de sostener,
el gobierno empezó a hacer transferencias para cubrir ese subsidio al
consumidor. Así garantizó que no hubiera desabastecimiento haciendo que los
contribuyentes pagaran la diferencia. Sin embargo, nadie invierte si se rompen
los contratos y nunca más se vuelven a fijar condiciones estables de operación o
si sus ingresos dependen mayormente de la firma y la arbitraria voluntad del
funcionario de turno. Así es como hoy nos encontramos con que la electricidad no
alcanza cuando hay un par de días de calor intenso o el sistema de distribución,
ya amortizado y excedido en su capacidad, falla dejando a los argentinos en la
oscuridad y, en muchos casos, sin agua en el “infierno”.
Todos saben que para normalizar el servicio son necesarios miles de millones
de dólares que el gobierno no tiene y que, por ende, sólo pueden poner las
empresas que no lo han hecho porque las reglas de juego que les fija el gobierno
son absurdas. ¿Cuál fue la solución oficial? Citarlas y amenazarlas con
estatizarlas si no normalizan el servicio. ¿Qué haría Ud. ante la amenaza de que
le quiten su compañía? Se lo digo, si pensaba invertir un dólar o gastar algo
más en mantenimiento, no lo hará y todos los argentinos estaremos peor.
Como vemos, se pueden seguir sumando funcionarios que pasaron por Economía I y cabe preguntarse cómo hicieron aprobar la materia. Quizás algunos, luego de ver en materias posteriores, complicadas ecuaciones, se olvidaron de la simplicidad de la oferta y la demanda. Pero lo peor es que para anticipar lo que sucedió, ni siquiera era necesario haber estudiado economía, sólo tener sentido común que, como vemos, por lo menos en mi profesión, no es el más común de los sentidos.
Fuente: Libertad y Progreso