Analía Púzzolo maneja “Las Araucarias” de manera ejemplar, combinando ganadería y agricultura en forma sustentable. La pasión por el campo y los animales la heredó de su padre, Anselmo, que con 92 años y el cuerpo cansado por las duras tareas rurales de toda una vida, dejó la producción completamente en manos de su hija.
El establecimiento, propiedad de ambos, comprende unas 150 hectáreas en Gálvez, en la zona centro sur de Santa Fe, de las cuales unas 100 se destinan a invernada y el resto a agricultura. “Diversificamos la estrategia para lograr estabilidad:cuando falta agua la ganadería da seguridad y más rentabilidad que la soja; además, apuntamos a tener mayor fertilidad en los suelos”, dice Púzzolo, en diálogo con Clarín Rural , dando cuenta de su firme decisión de hacer las cosas bien.
“Hacemos análisis de suelo, fertilizamos, aplicamos fósforo en los lotes agrícolas y en las pasturas para favorecer a la alfalfa, planificamos la demanda del rodeo y trazamos una estrategia de productividad forrajera”, enumera la empresaria, frente a un nutrido grupo de productores y técnicos que se reunieron en una jornada ganadera que organizaron en su campo la Sociedad Rural de Gálvez, el INTA, el Ministerio de la Producción de Santa Fe y el IPCVA.
Desde 1957, los Púzzolo trabajan muy cerca del INTA. Ya en 1984 Analía comenzó con los cursos de Manejo Integrado de Plagas (MIP) y desde entonces utiliza el control biológico adaptando los umbrales a su establecimiento.
Por eso, en la actualidad cuenta con una gran diversidad de fauna benéfica cuyos insectos son requeridos para su multiplicación por técnicos de la región e incluso de otros países.
Según la productora, otro factor fundamental para que la empresa funcione aceitadamente es contar con recursos humanos calificados. Un tercio del campo lo destinan a agricultura, este año con 56 hectáreas programadas para soja y 32,6 hectáreas de trigo. “En la superficie restante, en este momento tenemos pasturas de alfalfa, festuca y cebadilla de 2011, 2012 y 2013; maíz de primera y se va a sembrar de segunda; además, hicimos raigrás para tener algo de pasto”, indica el ingeniero Martín Paroni, asesor de la empresa. Entre 20 y 30 hectáreas se siembran anualmente para silo de maíz, en su mayor parte, con materiales templados en segunda fecha.
De este modo, el 56% de la oferta forrajera se compone de pasturas y el 44% de silaje de maíz. Circunstancialmente, la campaña anterior también pudieron confeccionar rollo de alfalfa y festuca de crecimiento continental y mediterráneo. En cuanto a la carga, en cuatro años pasaron de 2,5 equivalente vaca (EV) a 3,4 EV; es decir, 4 animales por hectárea. “Estamos excedidos en este momento”, aclara disconforme Púzzolo, que optó por retener hacienda debido a los bajos precios. “Hasta 2006 engordábamos overos frisios para exportación pero después, con el cierre, nos vimos obligados a pasar a razas para consumo”, agrega.
Ahora, la productora busca cruzas con Limousin, “porque tienen rinde elevado y baja grasa”, apuntando a un biotipo adecuado a la disponibilidad de recursos forrajeros y a la demanda del mercado. Generalmente compran animales que están por debajo de los 180 kilos, en ferias o en forma directa.
El ciclo de engorde dura 10,8 meses y obtienen una ganancia de peso de 517 gramos diarios por animal. Así, la eficiencia de stock se ubica en el 72% con una producción de carne de 777 kg/ha a 800 kg/ha, un gran salto desde los 490 kg/ha que obtenían allá por el 2008. Aunque, tal como señaló Paroni, el objetivo es llegar a 900/1.000 kg carne/ha. De acuerdo al ingeniero, con los números actuales el ingreso bruto del establecimiento es de $ 17.000 pesos anuales por hectárea.
El lote de gordos está compuesto por 154 animales que se alimentan de día con las mejores alfalfas y de noche se encierran para suministrarles silo de maíz. El consumo ronda los 10 kilos diarios por animal. En ocasiones, y dependiendo de cuánto pasto hayan comido, se les restringe el silo. Actualmente, como están pasados en carga, también les ofrecen algo de rollo. La hacienda terminada la venden directamente en la zona. “El mercado busca ternero con grasa blanca y eso sólo se logra en feedlot, no con pastura, pero el sabor no se compara, a mí no me van a convencer”, asegura Púzzolo.
Desde hace dos décadas, la empresaria lleva una detallada base de datos: registra todos los movimientos dentro del establecimiento, el peso individual de los animales a su llegada -cuando los identifica y caravanea- indicando proveedor y fecha exacta de ingreso, las pesadas semestrales, las fechas probables de entrada a cada potrero y el tiempo de descanso. El manejo de la producción es muy afinado; por eso los técnicos de las unidades regionales de INTA lo toman como ejemplo en muchas de sus presentaciones.
Hoy, esta joven mujer, viuda y con un hijo adolescente, se pone al hombro, con éxito, la empresa y la familia. Pasaron muchos años desde su infancia, cuando se encargaba de espantar a los loros que devoraban los cultivos a punta de escopeta, y su pasión por la producción sigue intacta. Allí se enraizan las razones del éxito.
Un camino de trabajo, una buscadora del conocimiento, una emprendedora con la meta puesta siempre en la sustentabilidad y la evolución.