La fertilización en soja no es una práctica corriente. Sin embargo, los productores comprometidos con la sustentabilidad no pueden olvidarse de ella. Uno que lo entendió así es Joaquín Lagos, de la zona de Teodelina, al sur de Santa Fe, quien se convenció de este desafío y empezó a actuar en consecuencia.
Acumuló una amplia experiencia y buenos resultados, por lo cual esta semana fue invitado por la asociación Fertilizar para contar los detalles de su caso.
Lagos, que forma parte del CREA Teodelina, contó que hace seis años su grupo entendió que el escenario de alquileres, insumos, labores, recursos humanos, presión fiscal y degradación de suelos empezaba a cambiar la manera de hacer agricultura.
Fundamentalmente, dijo que se dieron cuenta de que eran ineficientes en las producciones en campo propio, ya que todas las labores las hacían tarde, mientras que estaban “subsidiando” las pérdidas económicas en los campos arrendados.
A partir de ese análisis, Lagos decidió enfocarse en el sistema de producción en campo propio e invertir más en fertilización y tecnología.
Para empezar, contó que en su zona un cultivo de soja de primera, sobre rastrojo de maíz, es lo más rendidor. Alcanza en promedio 46 qq/ha, contra 42 qq/ha de soja sobre soja o los 38 qq/ha que se logran después de un doble cultivo trigo/soja de segunda.
Luego de esta introducción zonal, tomó la palabra Miguel Boxler, técnico de la región CREA Sur de Santa Fe, quien dio interesantes detalles técnicos de la nutrición en la zona.
Boxler mostró datos de la región de los últimos trece años que dejan en claro que cuando la fertilización en soja es balanceada en nitrógeno (N), fósforo (P) y azufre (S), y sostenida a lo largo del tiempo, el impacto de la práctica no se nota en los primeros años, sino que se empieza a percibir a partir del quinto o sexto año.
Más allá de los efectos directos de la fertilización, Boxler aclaró que un cultivo con una nutrición balanceada en NPS maximiza la eficiencia en el uso del agua y también favorece la actividad microbiana en el perfil. De esta forma, explicó que a medida que pasan los años particularmente “la soja empieza a responder a este mejor ambiente que se va construyendo y los rendimientos comienzan a estabilizarse”.
En este contexto, Lagos detalló los datos de una experiencia que hicieron en la última campaña en su campo, La Nostalgia, para conocer la potencialidad de la oleaginosa y que se llamó “Buscando los 8.000 kg/ha”.
En un lote con antecesor maíz, que disponía de 10 partes por millón (ppm) de fósforo, 18,4 ppm de nitratos y 14,9 ppm de azufre, se le aplicó a la siembra una mezcla con 18 kg/ha de nitrógeno, 24 kg/ha de fósforo, 15 kg de azufre y 1,5 kg de zinc. También se reaplicó de forma foliar NPS y micronutrientes al inicio del período crítico (R3).
Además, el cultivo fue inoculado, se hizo un manejo ajustado de la sanidad y el volumen de lluvias fue óptimo durante todo el ciclo. Con este paquete de alta tecnología, el productor mostró que los rendimientos promedio alcanzaron los 75 qq/ha, con picos de hasta 90 qq/ha. Pero lo destacado fue que la inversión por hectárea en este lote de alta producción fue de solo $ 500/ha más que un lote promedio y el rinde fue 19 qq/ha mayor.
Por su parte, Martín Díaz Zorita, investigador y consultor privado, hizo algunas aclaraciones técnicas sobre el manejo de la nutrición. Comentó que para una mejor nutrición nitrógenada, elemento que la oleaginosa toma de la atmósfera, es importantísima la calidad del tratamiento de inoculación. En cambio, para el fósforo, lo central es conocer la disponibilidad en el suelo y para ello hay que hacer el análisis, “que en Argentina se realiza muy poco”, dijo mostrando datos que así lo avalaban. Con respecto a este nutriente, agregó que, con dosis altas, divididas entre el invierno y la siembra de la soja, se logran los mayores rindes. En el caso del azufre, que ya es un nutriente deficitario en una amplia superficie de la zona núcleo, dijo que aplicarlo es una inteligente decisión de fertilización.
En el final de la jornada, Jorge Bassi, vicepresidente de Fertilizar, destacó que aun hay un largo camino por recorrer para seguir mejorando los rindes en soja. “Es importante ver que los propios productores son los que muestran el impacto de la fertilización. Además, que este efecto es a largo plazo, es rentable y que aporta al cuidado de los suelos”, cerró.