Un lugar del cual deberá salir sin remedio -se verá cómo y cuándo- para no adicionarle a la Presidenta mas costos políticos cuando la campaña para las primarias de agosto ha ingresado en su tramo final.
Aquella improvisación encuentra un catálogo de antecedentes. El nuevo ministro de Defensa, Agustín Rossi, había asegurado al asumir que no habría cambios en las cúpulas de las Fuerzas Armadas.
Las hubo apenas seis días despué s. La designación más cuestionada, la del general Milani, resultó avalada hasta el viernes pasado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Se trata de la organización de derechos humanos que más incidió en esta década en los ascensos castrenses y en la promoción u objeción de jueces. Sostuvo que las acusaciones contra el jefe del Ejército (su actuación durante la dictadura, su presunta simpatía con los ex carapintadas y su patrimonio difícil de explicar) carecían de sustento.
Una nota periodística del titular del CELS, Horacio Verbitsky, pareció iniciar el domingo el repentino giro de la entidad que ahora arrastra al Gobierno. El mismo día, Milani declaraba en un reportaje su incredulidad “por las cosas que se dicen sobre mí”. Ayer a la mañana el CELS depositó en la Comisión de Acuerdos del Senado una nota casi lapidaria sobre el pasado del jefe del Ejército. Produjo un colapso laboral y emocional entre los senadores cristinistas. Bastó, para certificarlo, escuchar las explicaciones desmadejadas que debió ofrecer Aníbal Fernández. La Comisión tenía que tratar el pliego del ascenso de Milani.
Resolvió pasar a cuarto intermedio después de verse envuelta en esa tormenta inesperada. No hay pronósticos ciertos acerca de cuánto tiempo durará el temporal.
El giro oficial provocó un profundo malestar entre los senadores cristinistas. El más elocuente, tal vez, corrió por cuenta del jefe del bloque, Miguel Pichetto. El senador se había mostrado remis o ante la necesidad de tratar el ascenso de Milani. Tuvo durísimos términos contra el CELS cuando ayer se enteró del documento de la entidad contra el jefe del Ejército. “¿Así se le llama a los conversos?”, habría dicho en tono irónico cuando abandonó su despacho en el Congreso. Era el segundo sapo que, en poco tiempo, el legislador rionegrino había estado obligado a tragar. El Senado tuvo que introducir cambios en la reforma judicial, también luego de una impugnación del CELS. Es cierto que aquellas modificaciones fueron, más que nada, un maquillaje.
La pirueta del CELS dejó al desnudo la grieta abierta entre las organizaciones de derechos humanos.
Esa entidad y Estela de Carlotto, titular de las Abuelas de Plaza de Mayo, fueron las voces que hasta último momento defendieron a Milani y descalificaron a quien señalaba sospechas. Las demás entidades fueron críticas del general o prefirieron guardar silencio para no estrellarse contra una nueva mala praxis de Cristina. La ausencia pública más llamativa, en ese sentido, fue la de Hebe de Bonafini.
Existen dos problemas de fondo para el Gobierno. Los organismos de derechos humanos han sido en esta década p untal de su relato y de una política tan legítima y necesaria como, en demasiados casos, distorsionada con abusos, arbitrariedades y campañas. La otra cuestión sería preguntarse por la seriedad con que la Presidenta afrontó desde el 2007 la política de ascensos en las FF.AA. y la mácula que cayó y aceptó sobre integrantes del Poder Judicial. La duda nacería a partir del viraje dado por el CELS en 24 horas en torno al ascenso del jefe del Ejército. ¿Qué solvencia habrían tenido los informes de todos estos años, que resultaron determinantes para las decisiones de Cristina en relación a los militares y los jueces?
Algunas cosas que ocurren causan perplejidad. El CELS fundamentó su cambio de postura en la supuesta indolencia de la justicia de La Rioja y Tucumán, donde se habrían acumulado cargos sobre la actuación de Milani durante la dictadura. Indolencia, aseguró, para informar sobre el ex detenido Ramón Olivera (que acusa al jefe del Ejército de haberlo detenido y sometido a apremios) y la inanición de una causa abierta en Tucumán por la desaparición en los 70 del ex soldado Ledo, al parecer ayudante del subteniente Milani. El descargo del CELS, en verdad, estaría trasuntando cierta flojedad de sus procedimientos y de sus papeles.
Otro costado de la saga corresponde al general. Estuvo agazapado muchos años detrás de un aparato formidable de inteligencia que montó en el Ejército.
Actuó mancomunadamente con el CELS cada vez que se revisaron pliegos de ascensos de su fuerza.
Condenó a cientos de pares por simple parentesco con ex represores. Pretendió victimizarse. Tanta hipocresía lo ha colocado en las puertas de un despido. Habrá que observar, en las próximas horas, cómo reacciona Cristina. Habrá que prestar atención a las habituales voces cristinistas que representan la avanzada. Es probable que se pretenda resaltar la capacidad de rectificación presidencial, su presunta generosidad para escuchar a los demás. Es probable también que se recurra a algún tono épico para intentar enmascarar el bochorno.