La empresa de la localidad bonaerense de Ferré fue pionera junto a CLAAS en el desarrollo de cabezales maiceros de aluminio, una tecnología que cosecha una amplia aceptación en los Estados Unidos y otros rincones del mundo, por las ventajas que ofrece en reducción del peso, incremento de la capacidad de trabajo y menor consumo de combustible.
El futuro de los cabezales maiceros bien puede haber nacido en la pequeña localidad de Ferré, en la provincia de Buenos Aires. Allí, José Allochis fabricó la primera unidad hecha de aluminio, que por sus ventajas frente a los de acero viene ganando adeptos en varios países del mundo. “Se trata de un desarrollo conjunto que comenzamos con CLAAS en 1997, que está teniendo una gran aceptación en varios países, especialmente en Estados Unidos”, cuenta el empresario fierrero que exporta a través del Grupo CLAAS.
Según Allochis, el material permite fabricar cabezales de entre un 20 y un 30% más de línea, debido a su peso más liviano: “El aluminio permite que una cosechadora en lugar de 10 líneas, lleve 12 con el mismo peso, lo que redunda en varios beneficios: mayor capacidad de trabajo, menor uso de combustible y menos pasadas con la máquina por el campo –reduciendo la compactación del suelo–; en resumen, un importante incremento en el rendimiento de la máquina con un mejor cuidado del terreno”, destaca.
Hoy la fábrica enclavada en Ferré cuenta con dos líneas de producción de cabezales maiceros: los tradicionales de acero y los de aluminio, que según cálculos de Allochis, conforman el 70 y el 30% de los existentes en la Argentina, respectivamente. “El aluminio es demandado por los productores de punta, aquellos que buscan la última tecnología y cabezales más grandes. De todas maneras, yo creo que si bien el costo es más alto, por los beneficios que trae –sobre todo en siembra directa– sería más conveniente que el acero para todos los productores”.
Desde hace algunos años, Allochis se presenta en el Farm Progress Show –la exposición agropecuaria más importante de Estados Unidos–. Este año repetirá la experiencia, ya que la mira del empresario –que exporta a numerosos destinos anualmente entre el 20 y el 30% de su producción– está puesta en ese mercado: “Allá los productores tienen toda la tecnología en las máquinas, pero carecen de los cabezales de aluminio. Y por lo que venimos viendo, aunque sea muy incipiente, creemos que esos productores los van a querer en un 100%”, augura.
Para Allochis, el mercado mundial apunta a aumentar la capacidad, y en ese camino, lógicamente, los materiales deberían ser de menor peso: “Las máquinas necesitan cabezales más grandes y lo más livianos posible, para lo cual creo que las empresas deberían buscar una aleación, o ir hacia el aluminio”. Sin embargo, advierte que esta última opción no es viable en otros países: “Hacer cabezales de aluminio tiene un costo mucho menor en la Argentina que en Estados Unidos o Europa”, sostiene.
Tecnología de calidad
La ampliación de la capacidad de los equipos es uno de los puntos más fuertes en que se está concentrando la empresa. Además de los cabezales maiceros que –a través de CLAAS– Allochis vende en todo el mundo, también fabrica plataformas para trigo/soja exclusivas para la empresa de maquinaria agrícola alemana, que luego se ensamblan en las cosechadoras que vienen desde su país de origen, y se exportan desde Argentina hacia los países de la región, además de venderse en el mercado interno. “Actualmente, estamos testeando un cabezal de maíz de 26 líneas, el más grande que hemos fabricado, y una plataforma trigo/soja de 50 pies”, revela Allochis.
Mucha agua ha pasado bajo el puente en términos tecnológicos desde que la empresa fue fundada en 1992. “Hace sólo 15 años era impensable tener engranajes plásticos, y hoy los tenemos. La tecnología ha ido avanzando en todos los terrenos (el perfil de los puntones, los rolos, las cadenas alzadoras), con materiales muy buenos”, señala Allochis y agrega: “Estamos yendo hacia la satisfacción de lo que demandan los clientes: calidad, buena performance, y algo en lo que no se pensaba hace unos años, que es la buena terminación del equipo”.
El secreto del negocio, para el empresario de Ferré, es ofrecer la tecnología cuando está en su punto justo: “Yo veo que algunas empresas del país dicen que están fabricando un nuevo cabezal, y uno o dos años después, ya lo están vendiendo. Nosotros no lo hacemos de esa manera, porque luego vienen los inconvenientes en el campo, porque a ese cabezal lo probaron poco”.
“Aprendí de la gente de CLAAS que diseñar, desarrollar, construir y probar en el campo un nuevo cabezal lleva entre 4 y 5 años, y nos manejamos con esos tiempos para estar seguros y tranquilos de que cuando salga a trabajar al campo, lo va a hacer bien y sin inconvenientes”, sostiene Allochis, quien ejemplifica con el draper: “Hace 4 años que lo estamos probando, y creo que nos va a llevar uno más tenerlo funcionando como queremos. Sin embargo, veo empresas que empezaron a desarrollarlo dos años después que yo, y ya lo están vendiendo”.
Mirando al vecindario
Allochis calcula que en la Argentina, entre cabezales maiceros y plataformas trigo/soja, hay actualmente unos 3500 equipos salidos de la empresa ferresense. El mercado interno, según cuenta, es muy variable –sostiene que en un año se pueden vender 200 cabezales, y al siguiente la mitad–, y tiene el inconveniente de la estacionalidad: “Este negocio es distinto a vender carne o pan, que se venden durante todo el año. En la época de cosecha todos salen a comprar cabezales, por lo que vendemos desde diciembre hasta marzo, cuando se hace la cosecha de maíz, y después un poco en marzo, abril y mayo, para los maíces de segunda. Y después no hay ventas hasta octubre o noviembre”.
El mercado de exportación, por el contrario, ofrece la seguridad de tener trabajo durante todo el año. “Yo trato de exportar un poco a cada país donde las fechas de siembra son distintas, donde las empresas se comportan distinto y te compran los cabezales con 6 meses de anticipación, lo que no ocurre en Argentina”, revela Allochis. Los destinos incluyen Alemania, Hungría, India, Sudáfrica, Angola, Taiwán, Filipinas, Cuba y México, entre muchos otros. En la región, se suman Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile. En todos los casos, los cabezales se exportan a través del grupo CLAAS. Sin embargo, es hacia Brasil donde Allochis se encuentra moviendo sus fichas. “Es un mercado en el que estábamos insertos hasta que se acabó el Finame –un programa gubernamental de financiamiento para maquinaria agrícola–, después de lo cual ya no fuimos competitivos allá. Luego de dos años de ventas cero en el mercado brasileño, hoy estamos nuevamente fabricando para vender allá”, concluye.