Pero algo parece andar mal porque en este rincón que aporta el 43% de la cosecha de soja global y debería prepararse para alimentar a las 1.600 millones de personas que integrarán la clase media del planeta de aquí a 5 años, se habló de un bloque comercial parado, sin estrategia común y que está perdiendo peso en los mercados internacionales. Gustavo Grobocopatel, dueño y alma de uno de los mayores grupos productvos de la región, soltó: “En la Argentina los productores estamos secos. No tenemos plata para pasar de la producción de granos a transformarlos en alimentos de mayor valor agregado y esto es así porque no queda resto después de pagar 80% en impuestos”.
Antonio Aracre, a cargo de los negocios de América latina de la multinacional Syngenta, líder en semillas, aseguró que la región debe prepararse para otra gran transformación tecnológica que lleve a que de una hectárea de campo puedan originarse alimentos para seis personas en vez de las cuatro actuales. Pero en lo que pareció un mensaje a la Casa Rosada, señaló: “No hay innovación tecnológica si no hay retorno sobre el capital”.
La charla se desarrolló en la embajada de Brasil, cuya arquitectura intenta trasladar un pedacito de Brasilia a Buenos Aires. Allí, Grobocopatel afirmó que "estamos en una revolución verde de la magnitud histórica de la revolución industrial inglesa" pero que el Mercosur debe decidir si se cierra como hizo por entonces China, que quedó sumergida en la guerra del opio y con un atraso de siglos, o adopta la posición de Gran Bretaña de apertura y conquista de mercados.
Nelson Hacklauer, CEO de BRF, el coloso brasileño con inversiones en la Argentina que van desde la margarina Dánica a la hamburguesa Paty, concluyó: “Estamos solos”, en obvia referencia al sector privado y a la ausencia de agenda conjunta. Y así describió que por la falta de coordinación como bloque, el Mercosur se está perdiendo acuerdos especiales con la Unión Europea y la reciente apertura del mercadode carnes japonés.
Hubo preguntas picantes del público pero el coordinador de la mesa, el consultor Dante Sica, los atajó: ”No se les ocurra decir lo que piensan”, dijo en medio de risas. Y lo entendieron. A medias.