El pecán, el mítico nogal americano, se convirtió en uno de los polos de atracción de inversiones más fuertes en el ámbito agropecuario. Mucha gente del sector, pero sobre todo “de afuera”, encontró la forma de canalizar ahorros actuales y futuros en emprendimientos de los más variados.
En unos casos, en forma individual, adquiriendo chacras y plantando por cuenta propia. En otros, a través de fideicomisos o desarrolladores de plantaciones, en algunos casos vinculados con operaciones inmobiliarias que proponían combinar la valorización natural de la tierra con la perspectiva de una renta a perpetuidad, una vez que madurasen las plantaciones.
Desde el INTA se fueron despejando las dudas tecnológicas. En la Estación Experimental de Nicanor Otamendi, en una isla del Delta cerca de Escobar, se viene investigando desde hace muchísimos años, ya que es una de las producciones características de la zona.
El pecán es originario del delta del Mississippi, con clima y suelos muy parecidos. Fue precisamente eso lo que despertó, hace un siglo y medio, el interés de Domingo Faustino Sarmiento, quien trajo las primeras plantas al país. Se adaptó perfectamente y hoy hay añosas plantas con altísima productividad.
Varias veces nos ocupamos en Clarín Rural de este agronegocio, relatando casos como el de Alto Pecan, un emprendimiento muy exitoso a la altura de Villa Paranacito, en el delta entrerriano. La propuesta consistía en la venta de terrenos con un albardón costero, construido como protección, lo que daba lugar a un frente sobre un arroyo. A una hora de Buenos Aires, y con unas cuantas hectáreas de pecan en el fondo. Bajo el lema “disfrute su inversión”, se vendió todo rápidamente.
Pero teníamos una duda, y se la planteamos a Martín Ubieran, titular de Alto Pecan: “¿Hay mercado para cuando estas plantas entren en producción?”. Unas semanas después, nos mandó un estudio de mercado. Marcaba que el 90% de la producción mundial se concentra en Estados Unidos y México. Y que el precio al productor de los últimos veinte años promedia los 3,20 dólares el kilo.
A esos valores los números dan muy bien para el inversor: unos 5.000 dólares por hectárea, descontando todos los gastos, incluso el 20% que cobran por la administración del negocio. “Bueno, hay que ir allá a ver qué está pasando”, le dijimos. “Vayamos”, nos respondió.
Fuimos… Junto con Joaquín Torassa, de Faro Capital (desarrolladores de Alto Pecan) estuvimos en El Paso, al oeste del Estado de Texas. Es uno de los polos de mayor desarrollo en los últimos años. Allí, en el medio del desierto, hay verdaderos oasis con unas 30.000 hectáreas de pecan bajo riego, la mitad del otro lado del Río Grande, la frontera con México. Durante tres días, recorrimos plantaciones y plantas de elaboración, de la mano de James Swink, sin duda el hombre clave...
James tiene unos cincuenta años, y se dedicó al pecan la mitad de su vida. Hace siete años le vendió su compañía, Young Pecan, al King Ranch, un poderosísimo complejo agropecuario con operaciones al sud de Texas y en la Florida. Tiene más de 400.000 hectáreas, y su negocio más tradicional es la ganadería. Con 100.000 cabezas, llegaron incluso a desarrollar su propia raza, la Santa Gertrudis. Una empresa familiar todavía hoy, son los mayores criadores de caballos cuarto de milla. Plantan algodón, caña de azúcar, y son los mayores productores de cítricos de Estados Unidos. Producen pasto en panes y hasta cuentan con la poderosa John Deere de su región.
Hace tres años, compraron otra empresa pecanera (Southwest Nut) y se constituyeron en los mayores operadores mundiales del negocio. No cuentan con plantaciones propias, pero tienen varias plantas de proceso en las distintas zonas de producción. Manejan el 17% de la nuez que se comercializa en el mundo. Su negocio está concentrado en los Estados Unidos, por lejos el mayor consumidor mundial, con 140.000 toneladas anuales.
Estuvimos en dos de las plantas, en Favens y en Ciudad Juárez. El proceso consiste en recepción, limpieza, descascarado y clasificación. Cuentan con enormes espacios para almacenaje en frío, lo que les permite mantener constante el flujo de proceso. Desde allí, distribuyen por todo el país, atendiendo a supermercados y al poderoso mercado de la industria (panificadoras, productores de golosinas, granolas para desayunos y snacks, etc.).
-¿Está maduro el mercado americano?, quisimos saber.
-¡No! El consumo viene creciendo, y la producción se encuentra en problemas para abastecerlo. Sobre todo en el oeste árido, donde hay un grave problema con la escasez de agua. Y ahora llegaron los chinos… Parece que la irrupción de los compradores chinos introdujo una fuerte turbulencia en el negocio. Los precios subieron a seis dólares el kilogramo, un precio demasiado alto para lo que pagan los consumidores estadounidenses. Los asiáticos compran la nuez entera, sin procesar. Y ellos son básicamente procesadores, porque en Estados Unidos solo se vende la nuez “pelada”. Encima, eligen la nuez más grande, que es la de mayor rinde.
“Para los productores es una bendición, pero para nosotros es un dolor de cabeza”, afirma Swink. “Quizá la solución venga del hemisferio sur: Australia, Sudáfrica o Argentina podrían atender la demanda china, y sacarnos un poco de presión a nosotros”, reflexiona.
En la Argentina, justamente, se cultivan variedades que dan frutos de buen tamaño: menos de 60 nueces por libra, unas 100 por kilo (es la forma de medirlas). La otra ventaja que ve James es la producción en contraestación. Para tener mercadería para procesar todo el año, cuentan con grandes depósitos provistos de frío. Esto es costoso y por eso remarcó el interés por contar con mercadería fresca en verano, cuando llegaría la producción argentina. Y para ello, ya está pensando en abrir una oficina comercial en Buenos Aires.
“En la Argentina pronto habrá masa crítica como para atender de manera estable y consistente el mercado internacional”, aventuró. Su temor es que antes vengan los chinos también acá… En Tornillo, unas 30 millas al este de El Paso, está una de las mayores plantaciones de pecán de Texas y el mejor cliente de Young Pecan de la zona. Se trata de Sonic Ranch, con unas 1.000 hectáreas ya maduras y en plena producción. El nombre no es casual. Tony Rancich, su propietario, creó en ese entorno tan particular un emprendimiento insólito, un sofisticado estudio de grabación de música. Es un oasis para que bandas de música de todo el mundo se instalen allí para inspirarse, o simplemente para grabar su producción.
En una vieja casa de rancho mexicano, reciclada y con una decoración de alto nivel artístico y cultural (litografías de Miró, toda clase de objetos de colección, en especial instrumentos musicales antiguos, y hasta algún micrófono que supo usar Frank Sinatra), Tony brinda alojamiento y todos los servicios. Incluyendo cancha de fútbol, béisbol, gimnasio, pileta. Y una cocina en la que los visitantes pueden experimentar sus propias recetas. ¿Caro? Nos dice que tiene una alternativa para cada presupuesto… Rancich divide su tiempo entre los estudios y los pecanes, manejando todo. Desde el muy profesional equipo de sonidistas, hasta el riego de sus pecanes. Conoce a Soda Stereo. Pregunta por Gustavo Ceratti. Difícil saber qué es lo que en definitiva prefiere, hasta que al final descubre su tesoro más escondido: una colección de vinos añejos, entre los que se destaca un Chateau Lafitte de… 1875.
Música, pecán y buenos vinos. Una combinación imbatible.